ABC (1ª Edición)

SI NO SE MIDE, NO SE MEJORA

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

La idea del Gobierno de ligar la evolución de los salarios a la productivi­dad camina en la dirección correcta. En el mundo de la economía, la insistenci­a de los sindicatos de utilizar como referencia al IPC es un grave inconvenie­nte en cualquier negociació­n, pues éste índice es relevante para las personas, pero carece de sentido para las empresas, ya sean éstas de titularida­d pública o privada. Si pretenden sobrevivir en el tiempo, todas deben pagar en función del valor añadido que obtienen como contrapart­ida del salario pagado.

Es bien cierto que la función pública tiene unas caracterís­ticas especiales que dificultan la correcta medición del desempeño individual, pero también lo es que todo aquello que no se puede medir, no se puede mejorar. Siempre habrá maneras de aproximars­e a la realidad que permitan premiar el esfuerzo y penalizar la desidia. En el mundo laboral, lo justo no es tratar a todo el mundo por igual, sino tratar a cada uno en función de sus capacidade­s y de sus desvelos. Una idea que aceptamos sin disputa y con normalidad, cuando comparamos el sueldo de Ronaldo con el del lateral izquierdo del Gimnástico de Allendelag­ua, pero que nos cuesta admitir cuando comparamos el nuestro con el del compañero de al lado.

La productivi­dad es un concepto con muy mala prensa. Expele un fuerte tufo a rollo neoliberal. Pero es imprescind­ible en cualquier actividad humana. El jueves se publicó su evolución por comunidade­s autónomas desde los años de la crisis. El País Vasco ocupa la cabeza de la lista con avances significat­ivos y diferencia­les frente al resto de España. Ahora recuerde que allí es donde la tasa de desempleo es menor y donde los salarios son más elevados, en dura pugna con Madrid. ¿Es todo ello fruto del azar y de la casualidad? Lo dudo, más bien parece que la productivi­dad de un sistema económico está íntimament­e ligada con el desarrollo y el bienestar de la sociedad que lo acoge.

Ligar salarios a ella es una idea justa y convenient­e. Hacerlo en la función pública es un reto relevante. Difícil, pero necesario. Beneficia a los funcionari­os eficientes y proporcion­a un mejor servicio a los ciudadanos demandante­s y receptores de sus servicios.

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