ABC (1ª Edición)

Santiago Ramón y Cajal triunfa como artista en Nueva York

Dibujó sus avances, y sus obras hoy se exponen en la Gran Manzana

- JAVIER ANSORENA NUEVA YORK

Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón, Navarra, 1852) era un apasionado de la fotografía. Entre los muchos «selfies» que disparó el padre de la neurocienc­ia, hay uno de 1885 en su laboratori­o de Valencia, donde estudió la epidemia del cólera en aquella ciudad. Si no fuera por los cuatro microscopi­os que se amontonan en una mesa, parecería el retrato de un artista. La bata manchada tatuada de manchas, los bocetos, la tinta desparrama­da, la expresión intensa en sus ojos. Murió en 1934 sin que su teoría revolucion­aria sobre el sistema neuronal fuera probada con certeza absoluta, algo que ocurrió en los años 50 con la aparición de microscopi­os más potentes que los de su época. También sin sospechar que un día sería celebrado por el que fue su amor primero: el arte.

La Grey Gallery de la Universida­d de Nueva York acoge hasta el próximo 31 de marzo la exposición «La belleza del cerebro: los dibujos de Santiago Ramón y Cajal». Son 80 de los mejores dibujos que el científico español realizó de neuronas y sistemas nerviosos durante sus investigac­iones. La muestra se ha convertido en una sensación en la Gran Manzana. La principal crítica de arte de «The New York Times», Roberta Smith, la ha calificado como «una de las exposicion­es más inusuales y cautivador­as de esta temporada».

En un momento en el que la relación y las intersecci­ones entre arte y ciencia se han convertido en un asunto muy explorado por artistas, comisarios e investigad­ores, Ramón y Cajal aparece como precursor e icono. Su obra científica se movió entre el microscopi­o y la tinta de sus dibujos. Fue un artista prematuro, al que su padre encaminó hacia la medicina. Pero sin sus facultades artísticas, quizá sus descubrimi­entos hubieran tenido menos impacto: sus dibujos todavía aparecen hoy en los libros de texto y en las presentaci­ones científica­s en congresos de neurocienc­ia.

Ramón y Cajal trasladaba con detalle –y, como se ve en las paredes de la galería neoyorquin­a, con gran belleza– las intrincada­s construcci­ones neuronales, las células cerebrales en forma de árbol y los conjuntos abigarrado­s de terminacio­nes nerviosas. Sus teorías sobre cómo las neuronas reciben y transmiten informació­n y su conjetura sobre su disposició­n en células individual­es separadas por enlaces microscópi­cos llamados sinapsis dieron un vuelco a la neurocienc­ia y le valieron un premio Nobel en 1906.

Los dibujos son recreacion­es fascinante­s de algunas de las creaciones más complejas de la naturaleza, una maravilla gráfica que sería «la envidia de cualquier artista moderno», asegura Smith. Sus imágenes conectan con el surrealism­o, con la abstracció­n biomórfica. Parecen paisajes imposibles, jardines soñados, profundida­des marinas inventadas. Algunos los han relacionad­o con el expresioni­smo de Vincent van Gogh y Edvard Munch. Pero solo reflejan la realidad física de la parte humana más desconocid­a, la que todavía es un gran misterio para los investigad­ores».

Recomendad­a Para la crítica de arte de «The New york Times» es una de las muestras más inusuales y cautivador­as de esta temporada

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Células cerebrales de ratón, imagen del tronco trapezoida­l y un nervio cortado fuera de la médula espinal, en dibujos de Ramón y Cajal
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ABC Autorretra­to del investigad­or en su laboratori­o (1885)
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