Nadal se enciende con el calor
El balear despeja altas temperaturas y dudas con un inicio de torneo sólido y convincente
Se enfada Nadal con su raqueta y consigo mismo con un revés fallado. En el marcador, 5-0 a su favor en el primer set. Nadal ha llegado al primer Grand Slam del año encendido. No admite dudas. Ni errores. Ni rodilla. Ni calor. Entró en el Abierto de Australia sin ritmo ni partidos. Pero su tensión competitiva le ha hecho firmar un inicio de torneo vibrante, concentrado, rapidísimo y más sólido que nunca.
Ante Víctor Estrella Burgos tuvo el mejor estreno en un grande. Un aplastante 6-1, 6-1 y 6-1 para elevarse sobre los fantasmas de la falta de partidos desde noviembre y sobre esa rodilla de la que siempre se está pendiente. Ante Leonardo Mayer rebuscó entre su arsenal y desempolvó la paciencia y el trabajo efectivo (6-3, 6-4 y 7-6 (4)). Ante Damir Dzumhur, ayer, encontró la rabia para azotar a derechas y a izquierdas, de drive y de revés, desde el inicio hasta el final. Disfrutó sobre la pista a pesar de que el calor ahogaba la respiración. Pero esta vez ni siquiera permitió entrar al agobio externo. No quería que le pasara como en Miami 2016, en el único precedente contra el bosnio en el que cedió ante el bochorno y tuvo que retirarse. Esta vez fue el español quien retiró a su rival, pero a pelotazos.
Rápido en sus desplazamientos, certero en sus búsquedas de líneas, tajante en la red. Solo tres errores no forzados en un primer set que duró un suspiro. Y trece golpes ganadores como martillazos en la diana que representó Dzumhur, obnubilado por la tromba de un 6-1 en 22 minutos. «Es imposible tener estos resultados sin jugar bien», admitía el balear. Es consciente de que sus tres primeros encuentros no son como se esperaba antes de llegar a Melbourne, sino mucho mejor. «Solo intento ir día a día. Necesitaba horas de pista, de entrenamiento, de jugar sets con jugadores diferentes y es lo que he hecho. Creo que hice una buena preparación y me noto jugando bien», continuó.
Al ataque
La derecha funciona a la perfección, como un aguijonazo a las esquinas, a las líneas, a la moral del contrario. Y con ella, todo lo demás. Seguro con el servicio, incluso el revés corre como nunca porque la capacidad de reacción crece en cada punto. Ágil de piernas, este Nadal recoge atisbos de aquel que fue. El que ha sido siempre. El que es.
Hay que afinar. Ligeros despistes le hicieron pelear algo más en el inicio del segundo set ante Dzumhur, algo más bajo el porcentaje de primeros servicios, más errores en la red. Pero llegará todo lo que su físico le deje porque de armas y ambición anda sobrado. Recuperó el servicio perdido y a partir de ahí volvió de nuevo a ser el huracán Nadal que se tragó al bosnio. Más suelto que en otras ediciones, en las que siempre había más tensión, más dudas, más incertidumbres en los primeros encuentros. Incluso el año pasado en el que llegó a la final, se dejó más esfuerzo en este principio del camino. En 2017, con Mayer y Baghdatis no cedió ningún set, pero sí muchos más errores de los que suma su cuenta en este 2018. Cuando llegó Alexander Zverev, exigido a cinco mangas agotadoras, dio el estirón definitivo. Un punto que parece llevar puesto de serie este curso.
No duda a la hora de atacar ni deja que los fantasmas de una rodilla siempre impertinente o el calor le nublen la vista. Y eso que este Abierto de Australia está marcado por las altas temperaturas. Hoy comienzan a bajar, pero ayer, Alize Cornet estuvo al borde del desmayo. «Estamos en el límite», se expresó Novak Djokovic, sobre los 40 grados en el ambiente, multiplicados en la pista. «Creo que no está bien ver a los jugadores sufriendo demasiado en la pista, pero hay una cosa positiva, solo una, y es que no había humedad y eso marca una gran diferencia», indicó Nadal, listo para el rival, al otro lado de la pista o en el ambiente.