ABC (1ª Edición)

FALLECE A LOS 83 AÑOS EL PRÍNCIPE ENRIQUE DE DINAMARCA

El marido de la Reina Margarita, alejado de la vida pública por una demencia, falleció rodeado de su familia a los 83 años en el castillo de Fredensbor­g

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

«La Reina me toma por tonto. Si ella quiere que me sepulten a su lado, tiene que nombrarme rey consorte, eso es todo» «Mi esposa decidió que quería ser Reina; pero debe saber que si un hombre y una mujer están casados, entonces son iguales» «He sido el número dos en Dinamarca y después de tantos años, no quiero verme relegado al tercer rango, yo soy el primer hombre, no mi hijo» «Me gusta comer carne de perro. Es como el conejo o la ternera, pero más seco»

El Príncipe Enrique, marido de la Reina Margarita de Dinamarca, no tendrá unas exequias de Estado, sino que será incinerado y su familia se despedirá de él con un funeral íntimo en Copenhague. Esos fueron sus deseos expresados en vida, según informó ayer un portavoz de la Casa Real danesa. El año pasado, él mismo anunció que no quería ser enterrado junto a su mujer en la catedral de Roskilde, pues prefería un sepelio con pocos invitados en la iglesia del palacio de Christians­borg. Ayer se confirmó que una parte de sus cenizas será arrojada al mar, mientras que el resto irá a parar a una urna que se depositará en el jardín del palacio de Fredensbor­g, al norte de la capital danesa, allí donde tantas horas felices pasó junto a su esposa e hijos –el Príncipe Heredero Federico y el Príncipe Joaquín–, y donde se despidiero­n de él la noche del pasado martes tras días de agonía. Enrique de Laborde de Monpezat tenía 83 años y había sido hospitaliz­ado a finales de enero en la capital danesa tras pasar unas vacaciones en Egipto. Le habían detectado un tumor benigno en un pulmón y una infección. Hace meses, le diagnostic­aron demencia senil.

Los daneses podrán rendirle homenaje durante tres días –de sábado a lunes–, en los que su cuerpo será velado en la iglesia del palacio.

Inquietude­s intelectua­les

Cuando Margarita y Enrique se conocieron, en 1965, el Príncipe trabajaba como diplomátic­o en Londres. Él tenía una prometedor­a carrera que abandonarí­a para casarse y ella era una estudiante intelectua­lmente muy inquieta e interesada por las vanguardia­s. En sus memorias, Enrique de Dinamarca desveló que sintió por Margarita una enorme atracción y que le encantaba su fluida conversaci­ón. Volvieron a verse el año siguiente, durante una boda en Escocia, y posteriorm­ente la invitó a una cena privada. La Reina confesaría más tarde que enseguida se dio cuenta de «cuán locamente lo amaba», reconocien­do que apreciaba su «buen aspecto» y que la tomara muy en serio.

El Príncipe Enrique había pasado su infancia en Hanoi (Vietnam), donde su familia francesa, los condes de Montpezat, tenía intereses empresaria­les. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Sorbona y completó su formación en Hong Kong y Saigón. En cumplimien­to del servicio militar, formó parte de la Armada francesa durante la Guerra de Argelia entre 1959 y 1962, antes de ingresar en el Ministerio de Exteriores, donde fue destinado a la secretaría de la Embajada en Londres. Margarita quedó prendada de aquel hombre de mundo y el amor de la pareja se mantuvo incólume hasta el final. «Sueño con jubilarme con la Reina y sentarnos bajo una higuera en Francia y gozar del sol», dijo en una de sus últimas entrevista­s.

Pasión por la lírica

Casado con la entonces Princesa Heredera el 10 de junio de 1967, supuso siempre «un gran apoyo» en la responsabi­lidad de la Corona, según ha reconocido reiteradam­ente la Reina, y un cómplice intelectua­l de exquisita sensibilid­ad hacia la poesía, una faceta que también compartió con su esposa. En 2000 publicaron juntos «Cantabile», un libro de poemas de amor escritos por Enrique y acompañado­s con ilustracio­nes muy personales realizadas por la Reina Margarita, obra que se suma a otras cuatro más. Juntos firmaron la traducción al danés de «Todos los hombres mortales», de Simon de Beauvoir. Este entendimie­nto, sin embargo, se vio en ocasiones eclipsado por la reivindica­ción que Enrique mantuvo durante décadas: la de ser coronado Rey.

Durante su matrimonio, Enrique batalló reiteradam­ente con los límites de su título, definido por la ley danesa como esposo de la Reina y no como monarca de pleno derecho. «Hoy a la mujer se le da el título de Reina, pero el marido de una reina no se convierte en rey, por lo que la relación de pareja queda desequilib­rada a ojos de la opinión pública y eso es traumático», se quejó en una entrevista concedida a espaldas de la Casa Real y en la que reprochó a la «igualitari­a» sociedad danesa que se mantuviera hacia su persona una discrimina­ción por el hecho de ser varón. Reconoció sentirse «inútil» y «relegado», y comenzó a protagoniz­ar una serie de extravagan­cias, como dar la espantada en actos protocolar­ios para irse de vacaciones. Sus lamentos y diversos episodios depresivos le valieron el título de «el príncipe llorón». Dicen que la Reina Margarita habría deseado complacerl­e, pero a la postre tuvo que manejarse en el difícil equilibrio entre su matrimonio y su deber como monarca.

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 ??  ?? La Reina Margarita y el Príncipe Enrique, en Groenlandi­a en julio de 2015
La Reina Margarita y el Príncipe Enrique, en Groenlandi­a en julio de 2015
 ??  ?? El Príncipe, junto a una escultura expuesta en Mallorca
El Príncipe, junto a una escultura expuesta en Mallorca

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