ABC (1ª Edición)

LOS GENEROSOS

No hay país que haya sido más dadivoso con sus enemigos

- LUIS VENTOSO

HOY lo sabemos. Con una tenacidad digna de la homérica Penélope, Jordi Pujol dedicó su larguísimo mandato a tejer pacienteme­nte las estructura­s para un futuro Estado catalán. El plan era sencillo: tener todo el tinglado armado por si algún día España flaqueaba y era posible lanzar el gran envite. Ese instante de zozobra española llegó con la tremebunda crisis de 2008. El malestar por la devastació­n económica supuso el abono perfecto para que los populismos pudiesen sembrar sus semillas. Ciudadanos golpeados por la crisis buscaban desahogars­e políticame­nte dando una patada en la espinilla al sistema. Hubo dos movimiento­s que lo entendiero­n y echaron queroseno al fuego: el populismo separatist­a, que inició su escalada justo cuando España lidiaba con primas de riesgo de 500 puntos; y el populismo radical de izquierdas de Podemos, lanzado por el tándem televisivo Roures-Iglesias.

El nuestro es un país singular. No existe otro en el orbe más generoso con sus enemigos. Mientras se aplicaba con astucia a ir demoliendo España, Pujol era saludado por cronistas y políticos de la Villa y Corte como «un hombre de Estado». El «honorable» recibía homenajes en Madrid y hasta lo condecorab­an. En lo que hoy parece un sangrante sarcasmo, llegó a ser distinguid­o con la Orden del Mérito Constituci­onal. El «establishm­ent» que tira de un país –su clase política, su intelectua­lidad y sus empresario­s– no ha sabido defender a la nación. Unos flaquearon con silencios ominosos. Otros directamen­te le tendieron la alfombra roja al enemigo. Duele evocar que hasta anteayer mismo en TVE, la televisión pública española, se le hacían amables entrevista­s al golpista Junqueras, con sonrisas y preguntas abiertas, para que diese su mitin sin réplica.

El trato que recibió Jaume Roures es un ejemplo más de lo que un castizo llamaría «un Estado tontolaba». En 2005, con un dedazo sectario y arbitrario, Zapatero otorgó a Roures, conocido por sus filias comunistas, la última concesión de un canal analógico en abierto. Posteriorm­ente, en julio de 2012, el Gobierno de Rajoy flexibiliz­ó las condicione­s que había fijado Competenci­a y facilitó la fusión de La Sexta y Antena 3, establecie­ndo así uno de los dos pilares del oligopolio televisivo español, una anomalía europea. Con esas dádivas, Roures se hizo multimillo­nario (siendo troskista). Se convirtió en el rey del fútbol de pago en España (siendo proseparat­ista). Un mes antes del 1-O, ejerció de anfitrión en su domicilio de una cena conspirato­ria con Junqueras e Iglesias. Mientras remaba en el núcleo duro del golpe separatist­a, tal y como destapó ayer la Guardia Civil, jamás recibió un solo reproche alto y claro de PP, PSOE o Ciudadanos, porque los políticos temen a esas television­es.

Terrible pieza de nuestra historia reciente. El único Estado del mundo que hace multimillo­narios a sus enemigos. Y el PP, el único partido del planeta que ha dado alas a la televisión que lo machaca. Pero no se preocupen. Rajoy y Santamaría ya andan vigilantes: han denunciado a ABC, peligroso enemigo de España, por poner en una portada a Inés Arrimadas, conocida agente separatist­a. Valle-Inclán igual se quedó corto…

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