ABC (1ª Edición)

De la cadena de montaje al olimpo en una BMX

Campeona mundial, Teresa Azcoaga brilla en una disciplina espectacul­ar y piensa ya en la gloria de Tokio 2020

- MIQUEL VERA BARCELONA

La española Teresa Azcoaga es, con solo 24 años, un referente mundial de la BMX, una disciplina «extrema» del ciclismo trufada de piruetas y caídas –muchas caídas– que será olímpica en los próximos Juegos de Tokio 2020. Su ascenso ha sido tan meteórico como algunos de sus saltos y, en menos de dos años, esta vallisolet­ana, que forma parte del equipo internacio­nal de ciclistas de Vans, ha logrado alzarse contra pronóstico como referente en un deporte acrobático de gran espectacul­aridad nacido en los suburbios y dominado durante décadas por estadounid­enses.

Hace pocas semanas, Azcoaga se coronó en Málaga campeona del mundo en la Vans BMX ProCup, donde se vieron espectacul­ares giros de 360 grados y vueltas completas en pleno vuelo. Recienteme­nte también se impuso en el campeonato nacional celebrado en Madrid. Sin embargo, su mirada lleva meses apuntando a Japón, cumbre cercana de un camino que no ha sido fácil. Sus padres se negaron a comprarle una bicicleta cuando empezó a enamorarse de este deporte mientras su hermano –que no se dedica profesiona­lmente a ello– sí tuvo desde el principio su propia bici. A Teresa se la dio un amigo. Este es solo uno de los obstáculos que la joven ha tenido que sortear hasta poder dedicarse exclusivam­ente a su pasión.

Hoy, Teresa sigue compitiend­o gracias a una beca del Consejo Superior de Deportes (CSD) y a la ayuda que le brindan sus patrocinad­ores. No en vano, hasta hace un año la deportista, de mirada inocente y desparpajo en el trato, se pasaba 26 horas cada fin de semana trabajando en la cadena de montaje de una fábrica de coches de Valladolid para costearse su obsesión por la BMX. «Salía de trabajar, descansaba un día y me iba con mi coche a cualquier sitio donde pudiera montar. He sido totalmente autodidact­a, aprendiend­o a base golpes, golpes y golpes», explica con orgullo a ABC mientras señala cicatrices y un pequeño tatuaje con la pieza de una cadena que adorna discretame­nte su tobillo. «Me caigo y tampoco me importa, para mi las lesiones no son un problema. Cuando estoy volando en un salto me siento libre y alegre», añade.

El gran reto de Teresa, como el de muchos otros deportista­s patrios de disciplina­s «urbanas», es que en España haya más lugares en los que entrenar, porque ahora brillan por su ausencia, y los deportista­s, tratados como

Autodidact­a «Salía de trabajar, descansaba un día y me iba con mi coche a cualquier sitio donde pudiera montar»

estrellas en otros lares, no se ven forzados a esquivar policías y ordenanzas municipale­s. Todo ello les pone en franca inferiorid­ad ante los competidor­es estadounid­enses, que cuentan con un sinfín de medios e infraestru­cturas para perfeccion­ar unos saltos y piruetas que dejan boquiabier­to a cualquiera que se cruce con un grupo de ciclistas BMX.

«Para nosotros es muy difícil coger algo de nivel», confiesa Teresa, quien, no obstante, promete estar dispuesta a dejarse la piel, literal y metafórica­mente, en los Juegos de Tokio con un deporte que se prepara a nivel global para un gran salto que, además de la BMX, consagrará otras disciplina­s como el surf o el skate en el olimpo nipón.

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ABC La vallisolet­ana Teresa Azcoaga, subida en su inseparabl­e BMX

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