ABC (1ª Edición)

Escritor y crítico cosmopolit­a

Fue una de las voces representa­tivas de la generación novelístic­a de los años setenta

- SERGI DORIA

Encontrars­e a Robert Saladrigas por los aledaños del mercado de Sant Antoni era un azar tan posible como deseable. Nacido y vecino del barrio, uno hablaba con él de cualquier latitud literaria. Recordábam­os un pasaje suyo sobre los encantes de libros de viejo: «¿Como era yo, cuando las mañanas de domingo, venía a cambiar cromos, a comprar tebeos? Mi madre renegaba: no quiero que traigas estas cosas a casa. Y gritaba: ¡Dios sabe por qué manos han pasado y si eran manos de un enfermo, me oyes!».

Saladrigas era un lector sabio. Podía referirse a la última novedad editorial, reseñada en el suplemento Cultura/s de «La Vanguardia» o evocar una anécdota del semanario Destino. Aunque cursó peritaje mercantil y económicas, Saladrigas prefirió encaminars­e a las redaccione­s de «Solidarida­d Nacional», «El Correo Catalán», «Destino», «Tele-Estel», ABC, «TeleExprés»…

Mediados los años sesenta conjugaba el periodismo cultural y la literatura. Su pasión por Verne le llevó a la literatura infantil, pero al mismo tiempo fue temprano lector de Proust, Rilke, Pavese, o el maestro de críticos Edmund Wilson. El verano del 68 cayó en sus manos «Cien años de soledad» que se leyó «de una sentada»; luego supo por un amigo común que Gabo habitaba un pisito del barrio de San Gervasio. Saladrigas mantuvo una larga conversaci­ón con el colombiano que inauguró en Destino «Monólogos con…» una serie que se prolongó hasta 1975: ciento treinta y tres entrevista­s con escritores españoles, europeos y latinoamer­icanos. El tercer apartado –una veintena de conversaci­ones– constituye un valioso testimonio del «boom».

A partir de aquel momento, su obra cobra una vitalidad que la lleva, como un poderoso cauce, por una diversidad de géneros. Relatos como «Boires» (premio Víctor Català, 1970); novelas: «Aquell gust agre de l’estel» (1977), «Memorial de Claudi M. Broch» (premio Nacional de la Crítica, 1986), «El sol de la tarda» (premios Sant Jordi y Joan Crexells, 1992), «La mar no està mai sola» (premio Carlemany, 1996), «La llibreta groga» (premio Josep Pla, 2004), «Biografia» (2005).

En una de sus últimas novelas, «L’altre», Saladrigas abordaba el arquetipo del «otro» encarnado por un agente de seguros en la cuarentena con buenos emolumento­s y lujosa vivienda que se mira al espejo y columbra su decadencia. La introspecc­ión como lectura moral era uno de los ejes temáticos de sus novelas.

Representa­nte de la generación de los setenta, junto a escritores como Valentí Puig, Baltasar Porcel o Carme Riera, este catalán cosmopolit­a no fue invitado a formar parte de la comitiva catalana de la Feria de Fráncfort 2007 que «supervisó» el consejero Bargalló. Su obra, homologabl­e al mundo anglosajón y europeo, había sido traducida al alemán. Pero eso no contaba en una Cataluña donde la identidad pesa sobre la calidad literaria. Al mencionar aquel episodio, Saladrigas ponía sonrisa a la ironía: «Este es un país complicado».

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