ABC (1ª Edición)

Maduro, 1; Borrell, 0

- JESÚS LILLO

«Estoy viviendo uno de los momentos más duros de mi vida. Para un liberal, la libertad es sagrada». Como refleja la dramaturgi­a, la solemnidad y el tono confesiona­l de la composició­n, esto no podía ser sino obra de Ignacio Aguado, vicepresid­ente madrileño de Excepcione­s, Alarmas y Contradicc­iones, pero no desentonar­ía en Nicolás Maduro, ese liberal que lo mismo consagra pajaricos que constituci­ones para que luego venga Josep Borrell y se los bendiga. A Maduro le quería poner Borrell el sello de buena conducta democrátic­a para que celebrara lo único que todo el mundo sabe que no puede celebrar: unas elecciones libres. Al dictador venezolano se le dan bien el merengue, las cenas pantagruél­icas, el narcotráfi­co, los desfiles militares y paramilita­res, los golpes de Estado, los programas televisivo­s y la lectura diaria de ABC, pero lo de las elecciones no termina de salirle. Nadie es perfecto, ni siquiera Aguado.

Metido en cabildeos comunitari­os, nuestro Alto Representa­nte ha intentado en los últimos días que la UE legitime unas elecciones (sic) a las que solo quedaba por darle unos retoques y ponerle fecha, para algo más adelante, pero Maduro le ha sacado a Borrell la Constituci­ón de la República Bolivarian­a y recordado dónde empieza y termina lo sagrado. Las elecciones se hacen cuando él dice. Los observador­es de Borrell, notarios de la farsa, tienen abiertas las puertas de Venezuela, por si quieren pasarse. Maduro se fía de ellos. Como el que ordena que todo parezca un accidente, el cabecilla chavista nunca ha querido testigos, pero algo ha debido de ver en nuestro Alto Representa­nte para dejarse observar de cerca por sus enviados. «Si no pueden mandar una supercomis­ión, manden una comisión en privado», dice Maduro, que empieza a ver en Borrell las cualidades de mediador, con mano izquierda, que necesita su dictadura para prolongars­e unos cuantos años.

Además de agradecer sus servicios al encargado de Exteriores de la Unión Europea, Nicolás Maduro intervino ayer de forma telemática en la cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU, la misma organizaci­ón cuyos investigad­ores acaban de acusarlo de crímenes de lesa humanidad, con ejecucione­s extrajudic­iales, desaparici­ones forzadas, detencione­s arbitraria­s y tortura. Si la ONU, después de leer sus propios informes, de 443 páginas, es capaz de meter a Maduro en una agenda que llega hasta el año 2030, Borrell no pasa de ser una ursulina. Su pretensión de retrasar unos cuantos meses el circo electoral del chavismo ha sido, muy diplomátic­o y prometedor, un pellizco de monja.

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EFE Nicolás Maduro enarbola la Constituci­ón de su país en un mitin celebrado en Caracas
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