El ministro y las falsas bondades de ETA
Escucho con estupor las palabras del ministro del Interior en la sesión de control al Gobierno. Durante cincuenta años –nos relata, como testigo que pudo observarlo y verlo de primera mano– la organización terrorista ETA «trajo lo peor y lo mejor. «Lo peor: los asesinatos, las amenazas, el que la gente tuviera que irse de su centro de vida… Pero también trajo lo mejor: la unidad de los demócratas, trajo la dignidad de las víctimas, el trabajo de las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de la Ertzaintza, de los Mossos...».
No, señor Marlaska. La organización terrorista ETA no trajo nada bueno. De hecho, lo único bueno que podría haber traído es no haber existido nunca. Sin ETA no hubieran existido víctimas cuya dignidad defender. Sin ETA no hubiera sido necesario el sacrificio de tantos hombres y mujeres valientes que, garantes de nuestro sistema de derechos y libertades, se enfrentaron a la organización terrorista hasta su derrota policial, muchas veces arriesgando su integridad física, cuando no hasta la vida. Hombres y mujeres marcados por un síndrome del norte cuya existencia usted y su Gobierno, desde la más absoluta falta de ética, siguen insistiendo en negar, impidiendo de esta manera poder atender adecuadamente las graves secuelas que sufren quienes durante aquellos años del plomo sufrieron un auténtico infierno de acoso, persecución, muerte y duelo en silencio.
Le diré, de vasca a vasco, que ETA, principal lacra de nuestra democracia, solo trajo terror, persecución, acoso, extorsión, secuestro, miedo, silencio, aislamiento social, sangre. Infierno en el que te señalaban como enemigo, como objetivo, por el simple hecho de no ser de los suyos, por no pagar, por no callar. Infierno en el que atreverse a ser libre conllevaba posicionarte en su punto de mira, y escuchar gritos de «ETA mátalos». Más de tres mil personas escoltadas, como usted, protegido por aquellos a los por más de treinta años han negado la equiparación salarial. Infierno de bombas lapas y tiros en la nuca que segaron la voz y la vida a casi novecientas personas, y provocaron heridas a más de seis mil. Vidas rotas que llenaron cementerios. Proyectos vitales inacabados. Ausencias que lo han cambiado todo: el lugar de trabajo, el paisaje de tu lugar residencia, incluso el censo electoral que ha transformado la realidad sociopolítica del País Vasco y Navarra.
Por eso, señor Marlaska, no comparto su sentir. La existencia de ETA es el peor episodio de nuestra memoria democrática. El olvido, la relativización, la mesura en la deslegitimación de la violencia política por parte de su Gobierno, lo peor de nuestra actualidad democrática.
Harán cosas, y dirán palabras, que nos helarán la sangre. Todo por cinco monedas de platas. CARMEN SERRANO
BILBAO