ABC (1ª Edición)

HACIA LA NADA

- POR ÁLVARO DELGADO GAL

La ciencia ha enmendado a la mitología. El planeta Venus ha resultado ser un pedrusco gigantesco envuelto en gas fétido: bien mirado el asunto, de la diosa nacarada que emerge de las aguas en el cuadro de Botticelli se desprender­ían vaharadas de mierda, y no los efluvios de amor y belleza que suponen los poetas. El caso es que nuestra vida pública es cada día más venusina, en la acepción escuetamen­te científica de la palabra. El martes, el Consejo de Ministros aprobó el anteproyec­to de la Ley de Memoria Democrátic­a, que es como se ha dado en redenomina­r, hurgando en la herida, la Ley de Memoria Histórica. Es probable que el invento se atasque en los tribunales por razones de fondo y forma. Ya se verá. Lo seguro es que la iniciativa ahonda con premeditac­ión y alevosía la división de España en dos bloques.

La Ley de Memoria Democrátic­a no está dirigida a la reprehensi­ón de quienes torturaron o asesinaron en la Guerra Civil o a la reparación de las víctimas. Más bien, está pensada para impedir que la guerra concluya. ¿De dónde viene tanto ardor bélico? Del cálculo oportunist­a. Ideas larvadas, reactivada­s luego por el aparato de propaganda de La Moncloa, dan pábulo al razonamien­to siguiente: los del bando nacional fueron fascistas; sus herederos (desde UCD al PP), lo son por contigüida­d; el que es fascista no puede ser demócrata; ergo, los que no respaldan los presupuest­os del Gobierno, o ejercen las políticas habituales de oposición dentro del juego democrátic­o normal, no son demócratas que se oponen, sino enemigos de la libertad. Fin de la historia.

La degradació­n de la política ha llegado tan lejos, que hemos perdido la capacidad de saber lo que está ocurriendo. De comprender­lo en su enorme gravedad. Aquí se quiere poner en marcha, figuradame­nte, un proceso semejante al de la desnazific­ación en la Alemania de los cuarenta. Pero existe una diferencia. Hitler había sido derrotado, afortunada­mente, y la parte vencedora pudo imponer el nuevo orden sin librar una nueva guerra. Ahora, sin embargo, los desnazific­ados por analogía son candidatos probables a ganar democrátic­amente las elecciones de aquí a un año, o dos o tres. Declararlo­s nazis, aunque sea por eso, por analogía, es quitarles el derecho a competir en pie de igualdad dentro de los procedimie­ntos que contempla la Constituci­ón. Se está deshaciend­o lo que había hecho la Transición: conseguir que los españoles de distinto signo ventilen sus diferencia­s sin negarse recíprocam­ente el derecho a existir. ¿El plan es que solo queden en pie Frankenste­in y Vox, fulminado de oficio como fascista y por tanto intrínseca­mente indeseable? Caso de que sí, habría que decir que Iván Redondo, o quienquier­a que se encuentre detrás de la operación, es un insensato mayúsculo y por tanto un mal calculador, por mucho que trace sus tácticas en un encerado grande, de esos que usan los entrenador­es de fútbol. Una democracia sin competidor­es… no es una democracia. Es otra cosa, que no puede sostenerse sin el uso de la violencia. ¿Qué buscan Sánchez y compañía, durar un poco más? ¿Para eso se dedican a hacer mangas y capirotes de la historia, el derecho y el sentido común?

El escenario que se va dibujando es poco halagüeño. A la estrategia peligrosa del Ejecutivo, a su inoperanci­a manifiesta, al mal fario de la pandemia, a la destrucció­n de la economía y la crisis territoria­l se añade la crisis del PP, al que va a resultar complicado mantener su liderazgo en la derecha mientras arrecian los casos de corrupción y se van desacredit­ando, los nombres que asociamos a las siglas del partido. El régimen del 78 empieza a conjugarse en pretérito indefinido. El presente es un caos, y el futuro, una incógnita.

Estrategia Iván Redondo o quienquier­a que se encuentre detrás de la operación es un insensato

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JAIME GARCIA Iván Redondo
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