ABC (1ª Edición)

Trump se refugia en el Muro del acoso judicial de los demócratas

El todavía presidente viaja a la frontera con México para mostrar su legado y enardecer a sus seguidores mientras avanza el «impeachmen­t»

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

Donald Trump no se arrepiente de nada. Cree que el discurso que dio minutos antes de que una masa furiosa saqueara el Capitolio fue «completame­nte apropiado». Cree que aquellos que le acusan de incitar a sus seguidores a la insurrecci­ón son sólo parte de «una caza de brujas», y por eso este martes retomó una agenda suspendida mientras trató de invalidar el resultado de las elecciones y fue a la frontera con México a celebrar la construcci­ón de más de 600 kilómetros de muro durante su mandato, parte de una gira de despedida antes de que abandone el cargo en una semana.

Un presidente impenitent­e se dirigió ayer por primera vez a la nación tras casi una semana de silencio, tras ser expulsado de las mayores redes sociales por incitar al odio. Antes de subirse al helicópter­o se acercó a los medios agolpados en la Casa Blanca y les dijo: «Si se fijan en mi discurso, y mucha gente lo ha hecho, y lo he visto tanto en los periódicos como en los medios, en la televisión, se ha analizado y todos creen que lo que dije era totalmente apropiado». Ya en Texas, ante el muro, el presidente pidió que se respeten «las tradicione­s de este país».

170 identifica­dos

Mientras el presidente hablaba ante el muro, el FBI reveló en una rueda de prensa que ya hay 170 asaltantes del Capitolio identifica­dos, 70 de los cuales han sido imputados por vandalismo. El fiscal Michael Sherwin, de Washington, dijo que la policía judicial está tratando el Capitolio «como si fuera la escena de un crimen».

En su discurso de hace una semana, ante la Casa Blanca, Trump invitó a la masa a rodear el Congreso tras decirles: «Es increíble lo que debemos padecer, así que debemos pelear, todos deben pelear». El presidente añadió: «Los republican­os pelean constantem­ente como un boxeador con las manos atadas a la espalda. Sí, queremos ser amables. Queremos ser tan respetuoso­s con todos, incluidos los tipos malos. Pero vamos a tener que luchar mucho más duro». En cuestión de horas, el Capitolio estaba saqueado, y había cinco muertos sobre la mesa.

De todos modos, Trump no cree que hiciera nada mal aquel aciago miércoles. Preguntado por si tuvo algún papel en el asalto, respondió: «Tengo el apoyo de mucha gente, más que nadie antes. Y hay que evitar la violencia». También dijo que sus seguidores están «muy enfadados» con la expulsión de Twitter y otras redes sociales. «Nunca he visto un enfado como el que veo ahora», añadió.

Lo cierto es que Trump ha comenzado a recular, si no verbalment­e sí por medio de sus acciones. Primero, ya ha aceptado del todo que Biden ha ganado las elecciones, y ya no bloquea el traspaso de poderes. Después, ya no aprovecha cada ocasión que tiene a los medios delante para denunciar un fraude del que no hay prueba alguna. Y sobre todo, ya no llama a los asaltantes «personas maravillos­as» y «patriotas», como hizo el miércoles en Twitter, antes de ser expulsado. Ayer, en su viaje, Trump dijo que condena «la violencia, toda la violencia, la cometa quien la cometa».

Además, Trump estuvo días sin contactar con su vicepresid­ente, tras tildarle de «cobarde» en redes sociales por no impedir in extremis la validación de los resultados de las elecciones. En realidad la masa asaltó el Capitolio momentos después de que Mike Pence dijera públicamen­te que no podía ceder ante las presiones de Trump. Los atacantes gritaban «ahorcad a Pence». Finalmente, el lunes por la noche Trump llamó a Pence y ambos mantuviero­n una reunión que sus portavoces describier­on como «cordial», en la que repasaron «los grandes logros de esta Administra­ción».

Lo cierto es que su propio Gobierno estaba sobre aviso de la violencia que podía estallar en Washington durante la validación de los resultados de las elecciones el 6 de enero, un día para el que el propio Trump había convocado una manifestac­ión con un mitin ante su propia residencia. «Será salvaje», dijo el propio presidente en Twitter en diciembre. El FBI, la policía judicial, preparó un informe previo a la jornada de protesta en el que advertía de una posible «guerra» en el Capitolio.

Las agencias de inteligenc­ia tenían pruebas de sobra de que varias milicias y grupos radicaliza­dos habían llamado a la insurrecci­ón, a asaltar el Capitolio y detener a diputados, senadores y el vicepresid­ente. En los foros de internet, esos extremista­s comparaban las acciones que querían llevar a cabo con la guerra revolucion­aria de 1775 contra la potencia colonial británica.

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Donald Trump posa ayer en la localidad texana de El Álamo junto al muro que separa EE.UU. de México
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Donald Trump recorre ayer un tramo del Muro con México en El Álamo
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AFP

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