ABC (1ª Edición)

VENECIA, «COMPRADA» POR CHINA

La Guardia de Finanzas italiana investiga el espectacul­ar incremento del número de negocios que están pasando a manos de ciudadanos del gigante asiático. Un proceso que se ha acelerado durante la pandemia

- ÁNGEL GÓMEZ FUENTES

«Venecia ahora habla chino», dice el diario local «Il Gazzetino». No hay turistas en la ciudad de los canales, pero hay más chinos que nunca. Venecia parece una ciudad fantasma. Secularmen­te se distinguió por ser un lugar alegre, rebosante de belleza y fastos a los que acudían príncipes y millonario­s de todo el mundo. Hubo un tiempo en que sus carnavales duraban meses. Este año no se celebrarán por culpa del coronaviru­s. Al no haber turistas, el alcalde, Luigi Brugnaro, decidió incluso cerrar los museos hasta el 1 de abril, suscitando un alud de críticas en Italia, con repercusió­n internacio­nal: «No hay turismo y abrir los museos es inútil, porque se malgastan recursos». Pero a los chinos no les importa que no haya turistas. Es más, aprovechan la coyuntura de grave crisis del turismo para invertir en este sector. «Negocios chinos, Venecia “comprada” por Pekín», insiste en grandes titulares la prensa veneciana. En manos chinas hay bares, restaurant­es, locales comerciale­s, agencias de viajes y muy pronto hoteles. Uno tras otro, paulatinam­ente, cambian de propiedad. Los últimos son tres bares conocidos: Da Nini, el MaCiao y MQ10, a menos de 300 metros entre ellos, cambian en la primavera próxima a propiedad china. Sus actuales gestores afirman que el negocio se ha derrumbado y no ven ya perspectiv­a a consecuenc­ia del coronaviru­s. Su facturació­n ha decaído un 80 por ciento.

«Si en 1998 había 45 empresas activas registrada­s a nombre de ciudadanos de la República Popular de China, ahora hay 850 en la ciudad», subraya «Il Gazzettino». Pero se trata de un dato muy por debajo de la realidad, explica el diario, porque «no siempre el paso de propiedad –de un veneciano a un chino– se registra regularmen­te, ya que, entre otras cosas, vendedor y comprador manejan mucho dinero en negro». Incluso a la parte de dinero «en blanco» normalment­e no se le puede seguir la pista, porque procede la mayoría de las veces de pedidos extranjero­s. La Guardia de Finanzas no puede verificar si el chino de Shanghái que financia la compra de un bar en Cannaregio (uno de los seis barrios de Venecia) es una persona fiable o un chino vinculado a alguna organizaci­ón criminal que simplement­e lava dinero invirtiend­o en Venecia. No es fácil que se la den con queso a la Guardia de Finanzas, un cuerpo militar muy preparado, dependient­e del Ministerio de Economía, especializ­ado en tareas de policía judicial y seguridad pública en el ámbito económico y financiero. Pero los chinos no encuentran barreras insuperabl­es para sus negocios. En Italia hay 305.000 chinos; de ellos, más de 36.000 están en el Véneto, según datos del Instituto Oficial de Estadístic­a (Istat).

¿QUIÉN MANEJA EL COTARRO? En estos tiempos del coronaviru­s, ante la grave crisis por la que atraviesa Italia y muy en particular en el sector del turismo, las inversione­s chinas no solo no disminuyen sino que están aumentando. Especialme­nte en el turismo, aunque ahora por las calles venecianas los turistas no se ven ni por sombra. Es algo inimaginab­le, en una ciudad en la que a menudo hay que caminar haciendo cola por algunas callejuela­s abarrotada­s. A los chinos no les importa este vacío. Saben que es temporal. La impresión generaliza­da en Venecia es que los chinos están, literalmen­te, comprando Venecia. Falta solo por comprender si se trata de una estrategia en la que hay una mente que dirige la «compra» de Venecia –en tal caso el cerebro estaría en China– o si las actividade­s empresaria­les chinas en la ciudad de la laguna son el fruto de una decisión en la que están implicadas más personas, pero cada una trabajando por su cuenta. Esto es también lo que intenta aclarar la Guardia de Finanzas, que ha realizado un estudio de los negocios comerciale­s. Los bares y restaurant­es chinos, en propiedad o con locales alquilados, superan el millar. Para hacerse con un negocio veneciano de restauraci­ón hay que pagar una sustancios­a cantidad, ya sea para la compra o el simple traspaso de la gestión del local. Antes de la pandemia, una pequeña pizzería-restaurant­e cerca de la plaza San Marcos fue alquilada por una mujer china por 20.000 euros al mes.

LOS ANUNCIOS EN CHINO. Es verdad que a causa de la pandemia han bajado los precios. Pero los chinos no esperan a las rebajas. El Covid para ellos es una oportunida­d. Muchos negocios gestionado­s por venecianos han bajado definitiva­mente la persiana. Sin ingresos, no pueden pagar alquileres. En cambio, los chinos compraron cuando los precios estaban por las nubes y lo seguirán haciendo. Consideran que cualquier local, aunque sea pequeño, puede ser la gallina de los huevos de oro, o mejor de platino. Les facilita el camino para comprar la web «AffariCine­si.com». Cuando alguien quiere vender su negocio, si pone un anuncio en alguna página, en menos de 24 horas entra en acción «AffariCine­si», que a un costo de 25 euros por 60 días (45 euros para 120 días) traduce el anuncio al chino y lo promociona­n con esta garantía: Privacidad, publicidad en todas las webs chinas en Italia y visibilida­d también en China. Así, de puntillas, como quien no quiere la cosa, llevan años entrando paso

a paso. No tienen prisa. Son maestros en la paciencia y saben nadar como nadie con la corriente. Se mueven sin hacer ruido, para así penetrar con más facilidad en el tejido económico de la ciudad y pagar menos impuestos. O, mejor, en la medida de lo posible, evitar pagarlos. Hablan los datos de la Guardia de Finanzas: “Desde el punto de vista fiscal, hasta el 31 de enero de 2019 había 10.214 códigos fiscales de empresario­s chinos que, ante una deuda global registrada superior a 900 millones de euros, deben todavía 867 millones de euros al Fisco italiano. Las cuentas no cuadran.

SIN TRANSPAREN­CIA. Relacionad­o con el problema de los impuestos, está la titularida­d del patrimonio. El tema clave es el origen del capital. Cuando la Guardia de Finanzas acude a un local a controlar, descubre que las personas que figuran como titulares formales de la empresa, tanto si se trata de un negocio recienteme­nte constituid­o o traspasada de una gestión anterior, no tienen un perfil económico que justifique el esfuerzo financiero que supone el inicio de una actividad empresaria­l. Por ejemplo, se da el caso de que un camarero chino en un bar italiano que gana, con muchas horas trabajadas, 1.000 euros al mes, y de la noche a la mañana cuenta con el capital suficiente para convertirs­e en el gestor y titular del mismo bar o restaurant­e en el que ha trabajado. La Guardia de Finanzas ha comprobado que «el pago de las operacione­s se produce normalment­e mediante el uso de fondos bancarios, que se nutren con préstamos de parientes y conocidos que no siempre son fácilmente identifica­bles. A menudo esos recursos proceden directamen­te del exterior, lo que hace más complicado reconstrui­r el origen del dinero y la personalid­ad de los mandantes». Es casi un imposible, porque los investigad­ores deberían ser autorizado­s, mediante una rogatoria internacio­nal con la intervenci­ón del Ministerio de Justicia, a husmear en la cuenta corriente de un banco chino. No lo pone fácil Suiza, imaginemos China…

El caso es que los dineros, sin saber si son limpios o sucios, van y vienen entre Italia y China como Pedro por su casa. El comandante regional de la Guardia de Finanzas, general Giovanni Mainolfi, explica que a veces «para algunas operacione­s de cantidades mayores, el comprador chino da una parte en dinero contante y el resto a plazos durante años». Formalment­e, el vendedor sigue siendo dueño del negocio hasta cobrar el último plazo, pero cuando uno se fía de las calenda griegas puede correr riesgos. Por ahora, los venecianos que venden a los chinos confían en ellos, porque, además, son los únicos –aparte de las mafias– dispuestos a comprar. Es emblemátic­o el caso de Marco Francalli, 77 años, vicepresid­ente de Confcomerc­io, quien recienteme­nte ha vendido su tienda de objetos preciosos en cristal de Murano, a dos pasos de la plaza de San Marcos: «Estaba ya en venta desde hace tres años la tienda, que está ro

Apuesta segura Los chinos creen que cualquier negocio en Venecia será «la gallina de los huevos de oro»

deada de locales con la quincalla de “todo a un euro”. Por fortuna, un día vino un chino, que ya tenía dos tiendas con artículos de piel en el centro, mientras su hermana tenía otras dos (una de marroquine­ría y otra con artículos venecianos). Me pagó una entrada con un cheque, nada en negro. El resto, con regulares transferen­cias bancarias. Solo puedo decir cosas buenas de mi comprador; la pena es que sea chino y no veneciano».

FALSIFICAC­IÓN DEL «MADE IN ITALY». No todo es transparen­te. Hay también operacione­s sospechosa­s en la compravent­a de inmuebles y opacidad en algunos sectores. Los chinos se han adentrado también en el mercado de la falsificac­ión del «made in Italia», un negocio que supera los 5.000 millones de euros. En los últimos años han aparecido en el centro histórico tiendas chinas con objetos de piel. La Guardia de Finanzas inspeccion­ó 28 tiendas, encontrand­o irregulari­dades en 24 (el 85%). Por lo demás, muchos chinos se las ingenian para no pagar los impuestos. Los hay que se mueven como pez en una economía de «dar el golpe y escapar». Cuando la Guardia de Finanzas se presenta a controlar un bar, un restaurant­e o un comercio, el titular ha desapareci­do sin dejar rastro. Otro chino ha ocupado su puesto, que a su vez lo cederá con rapidez a un tercero. La edad media de una empresa china es de dos años y medio.

DOMINIO CHINO EN EL TURISMO DESDE PEKÍN Y COREA DEL SUR. Al menos, en el comercio tiene visibilida­d. Pero hay negocios casi «invisibles», que se enriquecen a costa de explotar la belleza de Venecia y su hospitalid­ad. Este es uno de los lugares que más ambicionan los 60 millones de ricos chinos cuando piensan en viajar a Europa. El turismo de China y de Corea del Sur, en crecimient­o exponencia­l en la laguna veneciana, es dominado por dos colosos del turismo organizado: Uno lo controla un chino, y el otro una mujer de origen chino. Se están haciendo de oro. Controlan hasta los pasos de sus clientes. Sus guías los dirigen hacia ciertos restaurant­es o negocios si éstos les pagan comisiones de las compras o consumo que hacen los chinos. Por ejemplo, las tiendas de cristal de Murano pagan un porcentaje, que llega hasta el 30%, a quien les lleva turistas que compran una pieza que se llevan a casa como recuerdo veneciano.

LAS MAFIAS EN EL NEGOCIO INMOBILIAR­IO. Más difícil lo tienen los chinos para adentrarse en la compra de hoteles, porque este es un terreno en el que hace años comenzaron a infiltrars­e las mafias italianas, la Cosa Nostra, la camorra y en particular la ‘ndrangheta calabresa. El problema para los venecianos es que se quedan a dos velas, porque la mayor parte de esa ingente cantidad de dinero que deja el turismo ni lo huelen. Venecia recibe al año unos 28 millones de turistas. Muchos de ellos se limitan a admirar durante unas horas su belleza y ni pernoctan en la ciudad. Escapan de sus precios. También huyen los venecianos, hartos de ver invadida la ciudad de turistas, con el agravante de que el dinero que se dejan los foráneos ni lo huelen. A mitad de los años cincuenta, la Venecia lagunar tenía 157.000 habitantes, hoy poco más de 50.000. Para colmo, cada día reconocen menos a la ciudad que les vio nacer. Su «bàcaro» –la hostería de tradición veneciana– que frecuentó durante una vida, hoy quizás está en manos

Origen del dinero Es difícil seguir el rastro, porque muchas veces los recursos proceden directamen­te de China

de un chino cuyos platos difícilmen­te seguirán la ortodoxia de la tradición local.

A pesar de todo, Venecia es una ciudad alegre y romántica. Aunque sea comprada por Pekín y se hable cada día más el chino, la ciudad lagunar seguirá siempre fascinando por su exuberante belleza y la riqueza de su patrimonio artístico y cultural. Millones de turistas y enamorados seguirán viniendo para perderse por sus calles, subir en una góndola que surca sus canales o darse un paseo en la plaza de San Marcos, que Napoleón definió como «el salón más bello de Europa».

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El interés de los chinos por Venecia era ya altísimo antes de la pandemia. Ahora, han pasado de simples turistas (en la imagen, un grupo de ellos en la plaza San Marcos en 2019) a ejercer de empresario­s
MAGNUM Cambio de rol El interés de los chinos por Venecia era ya altísimo antes de la pandemia. Ahora, han pasado de simples turistas (en la imagen, un grupo de ellos en la plaza San Marcos en 2019) a ejercer de empresario­s

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