El golf se decide a palos
Las marcas de material cada vez tienen más importancia y pelean por fichar a las grandes figuras, como Jon Rahm
Que el deporte profesional se mueve por el dinero es una perogrullada. Pero que el vil metal es capaz de manejar los designios de las distintas especialidades es una realidad cada vez más evidente. En las modalidades de equipos se han visto multitud de carreras echadas a perder por un fichaje a destiempo o por aterrizar en una escuadra que no se correspondía con las necesidades del protagonista. Pero este, cegado por un suculento contrato, arriesgó su futuro por la seguridad bancaria. Y en las individuales, aunque no es tan clara la relación del éxito o fracaso con los cheques (atletas o nadadores tienen poco más que vender que su ropa), sí que hay otros con otro tipo de material que negociar, como esquiadores, tenistas o golfistas.
Al utilizar un elemento externo para pies o manos, la sensibilidad entra en juego en un plano muy apreciable. Y especialmente en el golf está adquiriendo unos tintes de auténtica locura. El último fichaje de Jon Rahm por Callaway, aprovechando su condición de antiguo número uno mundial y su gran tirón mediático, ha revolucionado el mercado y le ha convertido en su referente mundial de ventas. Al final, las principales firmas internacionales no viven de la venta de palos a los jugadores amateurs (hay unos cien millones en todo el mundo), pues, por lo general, un golfista los cambia cada cinco o siete años. Su auténtico negocio está en las bolas, mucho más económicas y que están constantemente en sustitución ya que se pierden y deterioran con bastante rapidez.
Estrella con éxito
Lo que busca una empresa no es solo una cara conocida, sino también que tenga éxito con el material que promociona para que la gente asocie la publicidad con la excelencia. Y en el caso de Jon Rahm parece que Callaway ha acertado de pleno: quedó séptimo en su primer torneo en Hawái y no parece que vaya a tardar en retomar la senda del triunfo. «Ya se ha visto que los palos no han sido ningún problema para Jon dada su calidad –afirma su entrenador, Carlos Celles–, lo que le puede costar un poco más es hacerse a la nueva bola, que tiene unas características diferentes a la que usaba de TaylorMade». Una opinión que comparte el profesional Gonzalo Fernández-Castaño: «Evidentemente, la bola es el elemento más delicado en un cambio de marca, pero estoy seguro de que, aunque le cueste un poco más de tiempo acostumbrarse, pronto va a retomar su nivel rápido. Va a ser el jugador insignia de la marca y se van a volcar con él para que la transición sea lo más rápida posible», comenta. Hay casos curiosos como el de Sergio García, que hizo este mismo trayecto hace dos años y prefirió romper el compromiso con los de Carlsbad por no sentirse cómodo con la pelota. «Los profesionales se fijan más en las sensaciones y no todos pueden jugar lo mismo», indica el director del Centro de Tecnificación de la Federación Española, Pablo Bernárdez.
De hecho, el caso del castellonense no es tan extraño, pues hay quienes prefieren no ligarse a ninguna compañía para poder utilizar elementos de varias según sus preferencias, como Chema Olazábal. Pero lo más excepcional es la fidelidad de los entregados a Ping. Se sienten miembros de la familia Solheim y no quieren cambiar. Es el caso de Miguel Ángel Jiménez, que ha desarrollado toda su carrera con ellos. «Ha tenido ofertas para irse, pero ni las ha considerado», dice su agente, Sarah Phillips.