POSTALES MIEDO
Nadie da la talla, ninguno ha sabido hacer frente a los desafíos económicos, sanitarios y territoriales del nuevo siglo
APLAZAR unas elecciones es posponer la voluntad popular, o sea, la soberanía nacional, algo que sólo puede hacerse por causa extrema y sin alternativa. No hay, sin embargo, doctrina constitucional sobre ello, lo que permite a los políticos manejarla a su antojo y conveniencia. Acabamos de comprobarlo en Cataluña donde las elecciones previstas para el 14 de febrero, se han aplazado hasta finales de mayo, tras un pulso entre nacionalistas y socialistas, en el que se impusieron los primeros, con PP, Ciudadanos y Vox de espectadores.
El argumento para la demora es la pandemia, cuya tercera ola amenaza con ser aún más mortal que las anteriores, que hicieron retrasar las elecciones gallegas y vascas hasta el mes de julio. Es, sin duda, un argumento de peso, aunque la verdadera razón es el miedo, el pánico a enfrentarse con las urnas. Mejor dicho, con el electorado, incluidos sus seguidores. La confianza de los españoles en su clase política es tan baja como la temperatura que nos ha traído la borrasca Filomena. Con buena razones. Nadie da la talla. Ninguno ha sabido hacer frente a los desafíos económicos, sanitarios y territoriales del nuevo siglo. Lo único que han hecho es insultarse, echarse las culpas unos a otros y buscar excusas a sus cortedades. Nada de extraño que en el electorado reine no desconfianza, sino cabreo, ante tanta ineptitud, desmaño y torpeza, con el Gobierno central echando el muerto –nunca mejor dicho– a las autonomías, y éstas, al Gobierno central, donde no faltan rifirrafes internos.
Los nacionalistas sólo pueden ofrecer a sus huestes excusas y derrotas. Nada les ha salido bien en política, economía ni en sanidad. Desde su órdago independentista, Cataluña no ha hecho más que perder prestigio, dinero y salud. Las preocupaciones de los catalanes hoy se centran en esas áreas, muy por encima de la autodeterminación, que pocos ven factible de momento. Y sus líderes temen que les pase factura, por lo que quieren poner por medio el mayor tiempo posible. Mientras, los socialistas contaban con que la exposición del ministro Salvador Illa en la pandemia aumentase sus posibilidades electorales y les permitiese dejar el indulto de los líderes nacionalistas encarcelados para después de esas elecciones autonómicas. Celebrarlas el 30 de mayo les obligará a hacerlo antes y el tercer brote del virus reduce las posibilidades del todavía responsable del Ministerio de Sanidad. Como les decía, todos están tocados y con esa capacidad de engañar y engañarse de los políticos, piensan que, por entonces, con media población vacunada, los ánimos estén más calmados. Puede incluso decirse «peor que estamos no podemos estar, sólo podemos mejorar». Olvidan la ley de Murphy «si algo puede salir mal, sale mal» que parece de moda.