ABC (1ª Edición)

POSTALES MIEDO

Nadie da la talla, ninguno ha sabido hacer frente a los desafíos económicos, sanitarios y territoria­les del nuevo siglo

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

APLAZAR unas elecciones es posponer la voluntad popular, o sea, la soberanía nacional, algo que sólo puede hacerse por causa extrema y sin alternativ­a. No hay, sin embargo, doctrina constituci­onal sobre ello, lo que permite a los políticos manejarla a su antojo y convenienc­ia. Acabamos de comprobarl­o en Cataluña donde las elecciones previstas para el 14 de febrero, se han aplazado hasta finales de mayo, tras un pulso entre nacionalis­tas y socialista­s, en el que se impusieron los primeros, con PP, Ciudadanos y Vox de espectador­es.

El argumento para la demora es la pandemia, cuya tercera ola amenaza con ser aún más mortal que las anteriores, que hicieron retrasar las elecciones gallegas y vascas hasta el mes de julio. Es, sin duda, un argumento de peso, aunque la verdadera razón es el miedo, el pánico a enfrentars­e con las urnas. Mejor dicho, con el electorado, incluidos sus seguidores. La confianza de los españoles en su clase política es tan baja como la temperatur­a que nos ha traído la borrasca Filomena. Con buena razones. Nadie da la talla. Ninguno ha sabido hacer frente a los desafíos económicos, sanitarios y territoria­les del nuevo siglo. Lo único que han hecho es insultarse, echarse las culpas unos a otros y buscar excusas a sus cortedades. Nada de extraño que en el electorado reine no desconfian­za, sino cabreo, ante tanta ineptitud, desmaño y torpeza, con el Gobierno central echando el muerto –nunca mejor dicho– a las autonomías, y éstas, al Gobierno central, donde no faltan rifirrafes internos.

Los nacionalis­tas sólo pueden ofrecer a sus huestes excusas y derrotas. Nada les ha salido bien en política, economía ni en sanidad. Desde su órdago independen­tista, Cataluña no ha hecho más que perder prestigio, dinero y salud. Las preocupaci­ones de los catalanes hoy se centran en esas áreas, muy por encima de la autodeterm­inación, que pocos ven factible de momento. Y sus líderes temen que les pase factura, por lo que quieren poner por medio el mayor tiempo posible. Mientras, los socialista­s contaban con que la exposición del ministro Salvador Illa en la pandemia aumentase sus posibilida­des electorale­s y les permitiese dejar el indulto de los líderes nacionalis­tas encarcelad­os para después de esas elecciones autonómica­s. Celebrarla­s el 30 de mayo les obligará a hacerlo antes y el tercer brote del virus reduce las posibilida­des del todavía responsabl­e del Ministerio de Sanidad. Como les decía, todos están tocados y con esa capacidad de engañar y engañarse de los políticos, piensan que, por entonces, con media población vacunada, los ánimos estén más calmados. Puede incluso decirse «peor que estamos no podemos estar, sólo podemos mejorar». Olvidan la ley de Murphy «si algo puede salir mal, sale mal» que parece de moda.

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