ABC (1ª Edición)

Salvar al soldado Lucas

- POR IGNACIO RUIZ QUINTANO

Se perdió la última copa, que era la primera, y pasó a ser un chisguete que se le cede al Barcelona de Pedri, Riqui y Mingueza. Esa ronda de chupitos a cuenta de la Federación, que es un chiringuit­o de tres patas: Rubiales, con su aspecto de galán de cine serbio; Molina, con su aspecto de madero de «Los hombres de Paco»; y Luis Enrique, con su aspecto de cascanuece­s que ha sobrevivid­o al codo de Mauro Tassotti. La Supercopa era su Eurovegas, contando con un Real Madrid-Barcelona en la final, y en esto llegó Raúl García y mandó a parar.

Raúl García tuvo su cuarto de hora de fama (el cuarto de hora que Andy Warhol prometió para esta vida a todo quisque) hace una década en el derbi con el Atlético en el Bernabéu. Centro de Cristiano con la izquierda, rechace de De Gea, el balón cae donde Cristiano, que lo deja botar y se la pasa con la espalda (¡un golpe de omóplato!) a Xabi Alonso, que la pone en el área para que Ramos falle el 3-0 a puerta vacía.

–Eso no lo haces con el 0-0, ¿eh? ¡Te pego una h…! –le dijo Raúl García a Cristiano.

–Vete a tomar por c… –le contestó Cristiano. Raúl García, natural de Cizur Mayor, donde se ventilan unos chuletones como la merienda de un león, llegó a la Supercopa de Málaga con el Athletic y cayó sobre Lucas Vázquez como una milana bonita sobre un lebrato. Qué energía (¡los chuletones!) la de ese viejo futbolista bregador que no desperdici­ó ninguno de los dos goles que le regaló el Cafú de Zidane, que iba para Balón de Oro, al decir de los cronistas, y en La Rosaleda se cayó con todo el equipo, fracaso tamizado, que esto se dice mucho ahora, por la asistencia platónica (del plátano de Michel, no de Platón) a Benzema, el que siempre baja a recibir. A partir de ahí el «mainstream» periodísti­co, que nos cae tan simpático como Tom Hanks, lo dejó todo para ponerse a salvar al soldado Lucas.

El otro lúser del partido fue Hazard, otra vez más Duck que Duke, y van… Son ciento sesenta millones que, unidos a los sesenta de Jovic, suman dos Cristianos bien corridos, cuyos goles vinieron a tapar. No podemos imaginar qué sería de este hombre, si la prensa lo sorprendie­ra un día jugando al golf.

–Nada me han enseñado los años / Siempre caigo en los mismos errores / Otra vez a brindar con extraños / Y a llorar por los mismos dolores… –resumió su última copa («El último trago») José Alfredo Jiménez.

Los dos extremos de Zidane son Hazard y Asensio: tampoco podemos imaginar qué sería de Asensio con la energía de los chuletones «saignant» de Raúl García. Detrás, apretando, sólo está… Lucas Vázquez, porque las joyas del Brasil, Rodrygo y Vinicius, parecen ser bisutería, aunque de Vinicius se nos dice que la culpa es suya, por no apagar el móvil, como quiere Zidane, en las concentrac­iones. ¿Tiene móvil Hazard? ¿Y Pogba? ¿Con cuántos puntos G? Vinicius hasta se cambió de nombre en la camiseta, por ver si eso le cambiaba la vida, pero quiá. Muy emprendedo­r tampoco se le ve. Corre, falla y lamenta. Su juego, que cuando vino era alegre, es hoy agónico y angustia al espectador de ojo de cerradura como es el de este fútbol de televisor. Es como ir por la calle, mirar una ventana y ver a una mujer llorando. Compárenme eso con el chospe incansable de Raúl García, que encima mete goles, una cosa que, salvo Messi y Cristiano, ya no mete nadie, lo que alimenta las expectativ­as que tendrá Benzema de llegar a la jubilación jugando al fútbol. El panorama es desolador: la gente del dinero no tiene en quién gastarlo. Todo lo que reluce son Haaland y Lukaku, que no es decir Van Basten y George Weah. Con Zidane, que no es partidario de los armarios de luna, Haaland andaría/desandaría el mismo camino que Jovic (¡eso lo huele Benzema!). Y a Lukaku lo tantea el City para suplir a Agüero en los tocamiento­s propios del fútbol guardiolés. ¿Esto es ilusión? ¿Cuánto pagaría hoy Guardiola por Romario? (Romario se estrenó en España, a las órdenes de Cruyff, con un «hat trick» a la Real Sociedad que fue como un muestrario de Aladino: su asistente, Guardiola). Pero el pipero elige afligirse con la renovación de Sergio Ramos, a quien Zidane tiene de goleador-SOS (el recurso Alexanco que pusiera de moda Cruyff) del Real Madrid. En la Supercopa, cuando la cosa estaba perdida y había que remontar, el estratego francés retiró a Benzema, el que siempre baja a recibir, y colocó de delantero centro a Sergio Ramos, el que nunca acaba de renovar.

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Lucas Vázquez
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