La reconstrucción de Jakobsen
El neerlandés rehace su cara y su vida ciclista después del accidente más grave que se recuerda en el pelotón
El médico del hospital en Polonia que auscultó a Fabio Jakobsen después de su pavorosa caída en agosto pasado tal vez nunca había emitido un diagnóstico de pronóstico tan sombrío para un deportista. Contusión craneal, fractura de cráneo, nariz rota, fractura de paladar y desgarro, pérdida de diez dientes, zonas arrancadas de la mandíbula superior e inferior, cortes en la cara, corte en la cavidad del corazón, 82 puntos de sutura, fractura de un pulgar y contusiones en el nervio bucal, hombros, pulmones y glúteo. Dos días después de aquella valoración, al ciclista del Deceuninck le enviaron un sacerdote a la cama. «Si me hubieran enviado a un imán o un budista, también habría aceptado. Me preparaba para un lugar en el cielo», ha contado el corredor en una entrevista al medio holandés «AD». Casi siete meses después de aquel estropicio, Jakobsen ha reconstruido su cara, restaña las heridas de su cuerpo y ha vuelto a montar en bicicleta. Está concentrado con su equipo en Altea (Alicante).
Después del empujón casi letal contra las vallas de Dylan Groenewegen en el esprint, Jakobsen era un guiñapo en un charco de sangre. «Mi compañero Florian Senechal vio que me ahogaba en mi propia sangre. Me levantó un poco la cabeza para que la sangre pudiera brotar de mi boca y mi cabeza», relata el ciclista. El médico del Emirates, Dirk Tenner, tomó el control de la emergencia. Un helicóptero, las urgencias del Hospital St. Barbara en Sosnowiec, cinco horas de operación, la UCI y la llamada a sus allegados.
Su novia, Delore, acudió a Polonia y vio el retrato de una persona desfigurada, desconocida. «Su rostro era rectangular. Solo reconocí sus cejas y pestañas. Había suturas y magulladuras por todas partes. Tenía la cabeza afeitada, tenía un gran hematoma donde su cerebro había golpeado contra el interior de su cráneo. Había un tubo para drenar el líquido cerebral. No pudo abrir la boca. Cuando miré dentro, no había nada. No tenía dientes, la mitad del paladar, parte de la mandíbula...».
La comunidad ciclista se debatía aquellos días en el camino para mejorar la seguridad. Se cuestionó el esprint en una bajada, las vallas de protección, los circuitos urbanos... Jakobsen
peleaba por su vida. «Me costaba mucho respirar, temía asfixiarme por la cánula en la garganta, pero también por los pulmones contusionados». Y aquel cura: «No sé qué me dijo. Leyó un libro en italiano. Supongo que rezó por mi supervivencia».
Después del tercer día de resistencia en la UCI, el corredor sintió que no necesitaba al sacerdote y que tal vez algún día volvería a ejercer su profesión.
El camino hasta la actual concentración en Altea ha incluido varias operaciones estéticas para reconstruirse la cara y la agradable sensación de poder despertar cada mañana. De momento, no incorpora el perdón para Groenewegen, al que la Unión Ciclista Internacional sancionó con nueve meses por su acción antideportiva. «Me envió un mensaje preguntándome cómo estaba. Y respondí. Recientemente preguntó si podíamos vernos. Entiendo que este asunto pesa mucho en su alma y que busca un final. Pero no estoy preparado para eso», dice Jakobsen.
Prefiere concentrar su energía en el proceso de curación antes que en el presunto alivio del perdón. Su accidente fue un antes y un después en el ciclismo. Las reuniones entre la Asociación de Ciclistas Profesionales, que preside Gianni Bugno, y la UCI, se han intensificado en los últimos tiempos en busca de soluciones para modernizar la seguridad del pelotón.
«Los ciclistas profesionales llevamos peleando mucho tiempo por mejorar la seguridad de las carreras. Pero todo va en cuentagotas», comenta a ABC José Luis de Santos, presidente de los ciclistas españoles. «Tal vez la mejor noticia sea que la UCI va a poner a una persona o un departamento responsable de la seguridad en las carreras, que hasta ahora no había».