Marilar Aleixandre
El debate sobre los futuros usos de Meirás tras su paso provisional a manos públicas está llegando al extremo de que desde determinados sectores se intente desacreditar a la escritora para justificar que el pazo se dedique la memoria antifranquista. Por c
Polémica en vida, controvertida incluso en este 2021 que conmemora el centenario de su muerte. La cita para celebrar su obra se ha convertido en lo más parecido a una caza de brujas sobre su figura pero no para menoscabar su talla como escritora –no cuestionada, por el momento–, sino para negarle el protagonismo que la Xunta pretende otorgarle a Emilia Pardo Bazán en el Pazo de Meirás frente a quienes, por el contrario, defienden con visceralidad que el inmueble sea un lugar de memoria antifranquista.
Dos son las perspectivas para el pretendido descrédito de la autora desde determinados sectores: sus motivaciones políticas y de clase, llegándose a cuestionar su papel como pionera del feminismo; y su supuesto desprecio a Galicia como territorio con identidad propia, así como a su lengua, a la que en algún momento llamó «dialecto», frente a las posiciones reivindicatorias de los primeros regionalistas. Un divulgador coruñés, Xosé A. Fraga, incendió el debate en los últimos días con una tribuna en distintos medios atribuyéndole a Pardo Bazán actitudes clasistas –«menospreciaba a los labradores»–, de «insensibilidad social», racistas, afines al autoritarismo, así como un feminismo «contradictorio» y ausente de «sororidad», es decir, de solidaridad con otras mujeres.
Al catedrático de Literatura de la Universidad de La Coruña José María Paz Gago nada de lo que está sucediendo parece sorprenderle. «Es algo que ya le ocurrió en vida, era una mujer no convencional, libre, independiente», sostiene el experto, «fue atacada incluso por los más progresistas; decían que era la inteligencia de un hombre en el cuerpo de una mujer; fue una luchadora, una mujer empoderada en un mundo machista que la atacó y la criticó». Paz Gago tiene claro que toda esta polémica ha surgido tras vincular la figura de Pardo Bazán con el relato que se quiere configurar en Meirás: «Ha hecho que los ideólogos de la “memoria democrática” monten en cólera».
En una línea similar se expresa Isabel Burdiel, catedrática de Historia de la Universidad de Valencia y autora de la última biografía de doña Emilia (Taurus, 2019). «Denostar a Pardo Bazán para defender que Meirás debe dedicarse a la memoria es totalmente innecesario, y da la medida de la concepción de la memoria que se está manejando», reflexiona, «una concepción bastante sesgada, me parece». Y además exhibe «el precario nivel de conocimiento que se tiene sobre la obra de la escritora y su papel en las letras europeas».
Para el catedrático y exdirector de la RAE Darío Villanueva, se trata de «un oportunismo deplorable». «Doña Emilia es una personalidad verdaderamente excepcional, una de las figuras más destacadas de la España moderna, y hay que decirlo en voz alta», subraya, «lo fundamental es que esa fue la casa construida por una escritora a imagen y semejanza de ella misma». «Parece que quisieran abrir otro Valle de los Caídos en Meirás», cuando, a su juicio, «Franco acabará siendo una anécdota» en la historia del inmueble.
«Nunca es necesario denostar la figura de nadie como argumento para defender una postura», sostiene por su parte José Manuel González Herrán, catedrático de Literatura de la Universidad de Santiago de Compostela y experto pardobazaniano. «Quien lo hace, es porque teme que sus argumentos no sean suficientemente convincentes». A su juicio, «el debate parece olvidar que lo fundamental en cualquier personalidad literaria es su obra misma, y no los aspectos más o menos discutibles de su pensamiento e ideología».
El catedrático es tajante. «Yo no creo que las Torres de Meirás deban dedicarse, eminentemente a la “memoria histórica”, entendida esta, como suele hacerse, al recuerdo del alzamiento militar contra el Gobierno legítimamente constituido, la Guerra Civil, y su principal consecuencia, la dictadura franquista y el castigo o persecución de los derrotados en la guerra». «Otra cosa sería si, en este caso, el concepto “memoria histórica” se entendiese como el recuerdo de quien construyó aquellas Torres como símbolo de su personalidad y obra literaria», apostilla.
Emilia y el feminismo
«Atacar o denigrar a Emilia Pardo Bazán creo que es una estrategia errónea por parte de quienes pueden defender que en Meirás haya un centro
de memoria o sobre el expolio franquista», replica la escritora y académica de la Real Academia Galega (RAG) Marilar Aleixandre, que defiende sin rubor el compromiso feminista de la escritora. «Fue una pionera y una adelantada en mucho al feminismo de su tiempo», insiste. «La idea de que “todas las mujeres conciben ideas pero no todas conciben hijos” es muy moderna, como cuando afirmaba que las mujeres tenían destino propio» más allá de la maternidad y la familia. La escritora «se adelantó cuarenta años a las sufragistas inglesas», añade Paz Gago, y refiere un artículo publicado en 1889 en una revista inglesa sobre «La mujer española».
Aleixandre ultima la publicación de
Movendo os marcos do patriarcado: o pensamento feminista de Emilia Pardo Bazán (Ed. Galaxia), junto a María López Sández. La académica reivindica con pasión a la escritora. «La palabra “mujericidio” la inventó ella», pone en valor, «tiene muchísimos artículos de prensa contra los asesinatos de mujeres». En uno de ellos, que publicaba semanalmente en «La ilustración artística», se relataba un intento de violación «a una modistilla», que al resistirse fue víctima de un intento de asesinato. «Pardo Bazán censuró que la prensa insinuara que igual la mujer no era honrada; para ella, eso no podía consentirse, criticaba que se pensara que los hombres eran dueños de las mujeres».
«Si Emilia Pardo Bazán ocupa un lugar destacado en el canon de las letras españolas y universales, es por su arte literario», defiende González Herrán, «manifestado en sus novelas y cuentos, por la agudeza de sus ensayos de crítica literaria, las extraordinarias dotes periodísticas que muestran sus crónicas y artículos en la prensa».
«Siempre ha sido un personaje polémico; molesto para unos y otros», subraya Burdiel, «lo primero que habría que hacer es recordar que la modernidad es muy ambivalente, no existe una sola, ni siquiera una sola modernidad progresista». «Para hablar hay que leer», recomienda. La biógrafa enumera «su defensa de las sufragistas inglesas, su lucha muy valiente contra la violencia contra las mujeres, su defensa de la diversidad sexual, de la libertad de elección en ese ámbito». «Insisto, hay que leerla y, quizás, aprender un poquito de historia y de feminismo». Aleixandre hace una apostilla en ese sentido: «Para hacer críticas o comentarios sobre el feminismo de Pardo Bazán estaría bien que la gente haya leído algo» sobre el tema, y así evitar «comentarios de un simplismo aterrador».
Revisionismo a la carta
Los críticos con la figura de Pardo Bazán no lo son –por el momento– con su obra literaria sino con su trayectoria vital y su pensamiento político y social, principalmente. Hasta el punto de ser tachada de «liberal reaccionaria» y «para nada democrática», afirmaciones vertidas por la catedrática de Estudios Hispánicos de la Universidad de Bangor, Helena Miguélez-Carballeira, en «eldiario.es». «Muchos intelectuales de su época eran clasistas, incluso racistas, tenían unas ideas que hoy día son antiguas», admite Aleixandre, «pero muchos de los galleguistas más célebres también; parece que un hombre puede ser complejo y contradictorio y una mujer no».
«Para hacer revisionismo se requiere un cierto nivel de información e inteligencia que, realmente, sea capaz de evitar el anacronismo y el trazo grueso», recomienda la biógrafa: «Sí, Emilia era elitista, lo cual podría extenderse también a muchos liberales progresistas o incluso demócratas, por no hablar de los grandes intelectuales del siglo XIX», y «contextualiza» el hecho de que fuera antisemita, una actitud «desgraciadamente muy extendida en la época en toda Europa, en ambientes sociales, políticos y religiosos muy diversos».
«Doña Emilia estaba convencida de la incapacidad del socialismo como modelo para procurar el bienestar social», escribió el catedrático y expresidente de la RAG Xosé Ramón Barreiro en 2001. «Confiaba únicamente en la capacidad de los individuos como motor del desarrollo económico y social», un «individualismo que procedía de la cultura liberal». En su obra, recordaba Barreiro, «describió la variada morfología de la lucha electoral y del caciquismo (...) Hay también en sus relatos una crítica demoledora del papel que juegan los caciquillos de aldea, los intermediarios e, incluso, algunos diputados», si bien reprocha que «no vaya más al fondo» y denuncie el sistema.
Paz Gago revierte la pregunta. «Si tan de derechas era doña Emilia, ¿por qué el franquismo ensombreció y ocultó su obra?». A su juicio, la autora «estuvo preterida» en la dictadura. «No sé si ese revisionismo es interesado», añade González Herrán, «en todo caso, sospecho, o me consta, que algunos de esos supuestos “revisores” desconocen –o no conocen suficientemente– la obra literaria de la autora». En opinión de Aleixandre, «si la gente la lee, una serie de prejuicios que hay sobre ella serán difíciles de mantener».
La cuestión identitaria
Uno de los hilos conductores en las críticas a la figura de Pardo Bazán se sitúa en su relación con Rosalía de Castro y en la idea que la autora tenía sobre Galicia y su identidad como territorio. Se le imputa la defensa de una Galicia «subordinada», con una lengua rebajada a «dialecto» y un trato desdeñoso y casi misericordioso con Rosalía, una de las musas culturales del nacionalismo político. Pero ¿despreciaba Pardo Bazán al gallego como lengua?
Barreiro, en su artículo «Emilia Pardo Bazán en su tiempo histórico» consideraba que sí. «Siempre que se refiere al gallego lo hace como dialecto, como era bastante habitual en su tiempo, reservando el nombre de lengua únicamente al castellano por ser idioma oficial», y le imputa «una jerarquía en la valoración de las lenguas en cuanto capaces de generar una literatura: en primer lugar están las lenguas nacionales o cultas, en este caso el castellano, capaces de la gran literatura. Los dialectos regionales y el gallego sirven para la comunicación e incluso son capaces de producir una literatura pero que no entra en la calificación de culta».
Marilar Aleixandre introduce una lectura alternativa. «Hay juicios que fueron hechos en su momento por Manuel
Murguía –marido de Rosalía de Castro y uno de los autores del movimiento galleguista del Rexurdimento– que era una persona que tenía cierta misoginia, por decirlo suavemente, y han reverberado hasta ahora». «El nacionalismo, lo que puede ser la intelectualidad gallega, opone a Rosalía frente a Pardo Bazán», cuando en su opinión «Emilia tiene que ser considerada patrimonio de la cultura gallega, igual que consideramos a Valle-Inclán o Torrente Ballester», porque «Galicia está en el centro de sus emociones y de su literatura», aunque ideológicamente «estuviera identificada con el proyecto de nación española y no con el nacionalismo gallego emergente».
«Murguía, que era una persona extremadamente machista, le juró odio eterno porque no soportaba que llamara dialecto al gallego», apunta José María Paz Gago. Aquello «era una cosa de la época», y «hoy doña Emilia no tengo dudas de que reconocería al gallego como lengua». «El mismo Carballo Calero admite un estudio de la escritora como el primero serio que se hace sobre la poesía de Rosalía».
Murguía se despachó contra Pardo Bazán en una serie de artículos en «La Voz de Galicia», «Cuentas ajustadas y medio cobradas» (1876), «una vendetta que produce sonrojo por la extrema violencia emocional y el extremo machismo», según Burdiel. Hoy, Emilia y Rosalía «son necesariamente compatibles», creadoras «de una modernidad arriesgada y valiente». Aleixandre va más allá. «Hay párrafos de Pardo Bazán que los podría haber escrito Rosalía», añade, «y esa contraposición con Rosalía no debe seguir». La polémica está lejos de apagarse. Y todo, por Meirás.
Darío Villanueva «Emilia es una de las figuras más destacadas de la España moderna, y hay que decirlo» José Mª Paz Gago «Si tan de derechas era, ¿por qué el franquismo la ensombreció y ocultó su obra?»