ABC (1ª Edición)

DELENDA EST HOSTELERÍA

Como en 2008 se hizo el rescate de la Banca, ¿por qué no ahora para salvar a la asfixiada hostelería?

- ANTONIO BURGOS

SOBRE todo en las horas punta, va el metro tan empetado que, en los apretujone­s, no hay forma de guardar las distancias sociales que con tantos miramiento­s nos señalan en todas partes. Por muchas mascarilla­s FFP2, que por lo visto son que se van a imponer a la postre obligatori­amente, o quirúrgica­s y celestes, cada vagón parece un foco de contagios, una bomba de virus, pues nadie sabe si esa chica que va a tu lado dio negativo en el PCR o es una sembradora asintomáti­ca de las que dan pánico. Y nadie toma la menor medida para aforar el número de viajeros en el metro, ni para poner mayor frecuencia en su paso, para evitar esto que sólo pensarlo da pánico. Relaciónen­se las ciudades con metro y el número de contagios y tendremos una aproximaci­ón (y centena) a una de las causas de esa alarmante elevación de la curva. Y lo mismo pasa en los autobuses, donde todo peligro de que te peguen el virus tiene no su asiento, sino su espacio en pie, junto a una barra de sujeción, expuesto a que te contagien todo lo contagiabl­e.

Vas a unos grandes almacenes y por mucho que esté aforado el número de clientes, en las escaleras mecánicas nadie guarda la distancia social, hablando si hay que hablar, con lo que dicen que esparce de nocivos aerosoles transmisor­es. Y nada te digo del supermerca­do, donde sabe Dios si se ha lavado las manos o no quien llevó antes el carrito que acabas de coger para hacer tu compra tras echar en la ranura el euro de reglamento, o si los empleados lo han limpiado antes de ponerlo en la fila de donde lo liberas previo pago de su euro de fianza.

Por la calle te cruzas con quien no lleva mascarilla y encima va fumando, a una distancia mucho más corta de la establecid­a como social. Llega a tu casa un repartidor, el de Amazon mismo, y cuando le abres no sabes qué miasmas te va a echar con esa mascarilla de diseño, casera y probableme­nte sin filtro que usa.

Bueno, pues a nada de esto hay que ponerle restriccio­nes. Ancha es Castilla. Aquí lo único que al parecer es peligroso es el bar, la terraza del bar cuando te quitas la mascarilla para tomarte tu cañita de cerveza, o la barra cerrada a cal y canto, o la disputada mesa de interior con no más de cuatro personas sentadas. Eso, si no han mandado cerrar completame­nte toda la hostelería, todos los bares, todos los restaurant­es, o los han dejado sólo hasta las 6 de la tarde, que es algo así como si te obligaran a ir de compras a Mercadona a las 6 de mañana. Todo va contra la hostelería, por mucho paro que se produzca, por muchos negocios que vayan a la ruina y nunca más abran. Como en 2008 se hizo el rescate de la Banca y las cajas de ahorro, ¿por qué no dinero público ahora para salvar a la asfixiada hostelería? Me acuerdo de aquel histórico artículo de Ortega en «El Sol» el 15 de noviembre de 1930, «Delenda est Monarchia» porque parece que ahora, en la cruzada contra los bares, todo se soluciona con un «Delenda est Hostelería».

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