Narciso y la ninfa Eco
Sánchez no responde a los requerimientos del Consejo de Transparencia porque no puede y porque no quiere
El joven y bello Narciso caminaba por el bosque con sus andares presumidos cuando la ninfa Eco lo contempló y quedó embelesada. Ella no podía declararle su amor, pues la diosa Hera la había condenado a sólo repetir la última palabra que escuchaba, un castigo por haber ayudado a su esposo, Zeus, a ocultar sus infidelidades. Por eso permanecía escondida, pero Narciso se sintió observado al escuchar el crujir de una rama y gritó «¿hay algien ahí?». «Ahí», respondió Eco. «Ven», dijo Narciso tras un intercambio de iteraciones, y la ninfa salió de su escondite y se ofreció al joven. El efebo, con un gesto de cruel desdén, la rechazó. Eco huyó tan desconsolada que se refugió en lo más hondo de una cueva y allí se consumió.
Narciso ni quería ni podía entregarse a la ninfa. El joven despreciaba el amor de todos porque sólo se quería a sí mismo. Ni siquiera el hecho de que fuera hijo de una ninfa le hizo ser más cortés con la desdichada Eco.
Como Narciso, Pedro Sánchez rechaza una tras otra las resoluciones del Consejo de Transparencia porque ni puede ni quiere cumplirlas. No puede decir a cuántos amigos llevó de vacaciones a los palacios del Estado y durante cuánto tiempo porque los datos concretos evidenciarían, cuando menos, un grave abuso de los medios del Estado. Fue ABC quien desveló cómo su pandilla disfrutaba de la casapalacio de La Mareta, en Lanzarote, y de las Marismillas, en Doñana, durante los veranos de 2019 y 2020 (las restricciones del Covid no les afectaron), y no puede reconocerlo, es superior a él. Por cierto, ¿algún amigote iba a las vacaciones en el Falcon? Tampoco lo dirá. Y hablando del avión oficial, tampoco puede detallarnos, pese a las reiteraciones del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno «auténtico», qué uso ha hecho de los medios de transporte oficiales en desplazamientos ajenos a su condición de presidente del Gobierno. Y no puede porque sería reconocer que para dar mítines del PSOE paga el Estado, o mostrar cómo abusa del Falcon y otros medios aéreos para bodas, bautizos, comuniones, conciertos y otros desplazamientos que recorrería por tierra con unos minutos de diferencia.
Tampoco puede responder a las 20 resoluciones que ya le ganamos en el Consejo de Transparencia a Presidencia y a Sanidad, porque, por poner un ejemplo, no puede decirnos por escrito, en un documento oficial, que aquello de la Universidad Johns Hopkins se lo habían inventado como una maniobra más de propaganda lanzada entre miles de muertos por el coronavirus.
Y aún más importante que el no poder es el no querer, porque entre las prioridades del presidente del Gobierno no está el cumplimiento de la Ley 19/2013 de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, un asunto de extraordinaria gravedad. No le apetece que la ciudadanía sepa qué hace con el dinero de sus tributos. Entre la más honda opacidad y cumplir los requerimientos de un órgano que incluso depende de su propio Gobierno, Sánchez opta por las tinieblas.
La estrategia de ABC vía Transparencia (preguntando por el cauce periodístico no responden) ha llevado tan al límite al presidente que tiene a la Abogacía del Estado perdiendo un juicio contra el CTBG y este diario en la Audiencia Nacional y al secretario y a la vicesecretaria general de Presidencia inmolándose por él, incumpliendo resoluciones firmes a sabiendas (¿prevaricación?), respondiendo que en Moncloa «no saben» si sus amigos veranean a costa del Estado. Por eso, Pedro Sánchez ha decidido asaltar el Consejo de Transparencia y tomar el control. El presidente está seguro de que la trapacería le saldrá gratis, como la tesis, como el enchufismo, como su reiterada falta de palabra, pero al final del mito Narciso se ahogó en el arroyo preso de su reflejo y el eco sigue resonando.
Asalto al CTBG
Tiene a la Abogacía perdiendo contra ABC, y a sus subordinados al borde de la prevaricación