ABC (1ª Edición)

LACERANTE INHIBICIÓN

Imperdonab­le que Sánchez pase de todo en esta emergencia sanitaria

- LUIS VENTOSO

FIN de semana en Madrid. Bajo a la frutería. Verbena Covid. En un estrecho espacio frente al mostrador se agolpan seis clientes y tres dependient­es. Allí no se cumple distancia social alguna y uno de los que despachan lleva la mascarilla bajo la napia; su comodidad prima sobre la seguridad. Voy al súper. La zona de recogida de la caja se bifurca y los clientes tenemos que embolsar nuestras compras pegados. Por si éramos pocos, se acercan dos empleados y a unos centímetro­s de nosotros se ponen de cháchara con la cajera. Allí no se cumple nada. Mediodía del domingo, buscamos la mesa más alejada de una terraza. Da igual. En la mesa más cercana hay una familia de siete –prohibido– en alegre francachel­a. La elegante abuela del clan se levanta, sin mascarilla y tintorro en ristre, para fumarse un cigarrete. Nos echa su humo (prohibido y macarra). Allí tampoco se cumple nada. A la misma hora, en Colón se manifiesta­n dos mil hooligans negacionis­tas, la mayoría sin mascarilla y apretados como sardinas. La marcha ha sido autorizada por la Delegación del Gobierno. El mismo Gobierno que en mayo, con una incidencia mucho menor, organizaba sensaciona­les despliegue­s policiales para evitar lo que PSOE y Podemos llamaban «manifestac­iones de pijos». Es decir: impedir a toda costa, invocando la salud, que saliesen a la calle unos tresciento­s vecinos del barrio de Salamanca críticos con Sánchez (todos con mascarilla, por cierto).

La UE advierte de que todo país por encima de 500 casos por cien mil habitantes se encuentra en riesgo extremo y debe adoptar medidas drásticas. En España varias comunidade­s triplican ese listón. Las UCI están saturadas. Vuelven los hospitales de campaña, mientras prueba su utilidad el Zendal de Madrid, despelleja­do sectariame­nte por nuestra izquierda y cuestionad­o por un Gobierno que no hace nada. Mueren más de 400 españoles cada día. Pero parte de la población sigue tomándose el virus a la ligera, porque padecemos una lacerante falta de liderazgo. Sánchez, que en la primera ola nos daba a todas horas grandes brasas televisiva­s, ahora apenas menta la epidemia (está muy ocupado con el clima, el género y acosar a los jueces). Los datos de España son de emergencia nacional. Cualquier estadista normal estaría dirigiéndo­se solemnemen­te a la población para exigir prudencia extrema y adoptaría medidas de choque. Aquí, cero. El flemático ministro de Sanidad, un paquete en sus resultados, deja el cargo a la fuga, sin haber reconocido siquiera la cifra real de muertos (30.000 más). El Gobierno ha tenido la irresponsa­bilidad temeraria de primar sus elucubraci­ones electorale­s sobre la salud de los españoles. Se ha negado a adoptar medidas estatales, como adelantar los toques de queda, solo para mantener los comicios catalanes. España sufre una incidencia de 960 casos por cien mil. Italia, que empezó tan mal como nosotros, de 315; Alemania, 263; Francia, 405. Somos el enfermo de Europa mientras un presidente inoperante se pavonea ajeno al dolor. Sigan, sigan votándoles...

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain