¡Presidente, que se te amotinan!
En solo una semana, a Sánchez se le han amotinado las autonomías para ampliar los toques de queda y recriminarle los «dedazos» de las ayudas europeas. También los sindicatos, el poder judicial... y siempre Iglesias. Al menos le queda el CIS
Salvo por la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que con cierta lógica ha decidido mantener la fecha del 14 de febrero para las elecciones autonómicas, la pasada no fue la mejor semana de Pedro Sánchez. Los estrategas del guión oficialista le han apartado del foco mediático y de preguntas incómodas. No comparece en el Congreso y solo practica monólogos plúmbeos protegido por el halo presidencial de citas vacías con embajadores, con empresarios –o ayer en la Agencia del Medicamento–, en las que divaga sobre la reconstrucción de España con el cansino soniquete de una gotera sobre el suelo. El antiguo «Gobierno bonito», tan feminista, tan humanitario, ha mutado en el «Gobierno bueno» de la «agenda 2030», el escudo social, la recesión controlada y la superación de la pandemia. Es solo el «Gobierno de las buenas noticias» que cada tarde «dobla el pico» de la pandemia, sin importar si es hacia arriba... o hacia abajo.
Los diseñadores del nuevo «Sánchez de plasma» han dictado sentencia: él encarna la vacuna como cura para la frustración ciudadana; a la pandemia solo le quedan unos meses de drama; y con los presupuestos aprobados, la legislatura está asegurada. Sin embargo, en solo una semana Sánchez ha sido objeto de cinco amotinamientos que, por separado, cabría ocultarlos en el minuto veinte del telediario, pero unidos en una secuencia demuestran que el Gobierno empieza a sufrir un desgaste de materiales por conflictos ajenos al virus.
Primero fueron las comunidades autónomas. Por puro miedo epidémico, 15 de las 17 han mantenido un pulso para que Sánchez y Salvador Illa consintieran modificar el decreto de alarma e imponer toques de queda a media tarde. La cogobernanza fue en su día el argumento de Sánchez para dar libertad a las autonomías… y cuando esas autonomías han exigido esa libertad, Illa se la ha negado con la tasa de contagio en magnitudes de récord. Si eso lo decidió el ministro de Sanidad o lo hizo el candidato a presidir la Generalitat de Cataluña –misma persona para una flagrante incompatibilidad– en su conciencia queda.
El segundo motín provino de los sindicatos. La izquierda sindical que patrocinó la moción de censura contra el PP es la misma que ya sabe hoy que la tasa de desempleo no es la que maquilla el Consejo de Ministros cada martes con interpretaciones engañosas de nuestra economía. No habrá reforma de las pensiones a medida, no habrá aumento del salario mínimo, y la reforma laboral será meramente cosmética... Demasiada «gente que no quedará atrás» está ya muy rezagada. Sea un aviso sindical o sea un farol, la clave de esta incipiente movilización no está en la dirección de los sindicatos, sino en sus militancia con bolsillos mermados porque la demagogia no llena las carteras.
El tercer motín incluye a comunidades socialistas que han recriminado a la ministra de Hacienda la opacidad y arbitrariedad con la que Sánchez ha decidido manejar los fondos de reconstrucción europeos cuando sean liberados para España. Frente a las quejas por el agravio que se prepara entre privilegiados y castigados, la réplica de Moncloa ha sido pedirles «que se acostumbren» y «cambien el chip». A falta de vacunas, una dosis de arrogancia y suficiencia contra la rebelión.
El cuarto motín proviene del poder judicial en legítima defensa. Europa frustró el primer intento de Sánchez de barrenar el sistema de elección del órgano de gobierno de los jueces porque el brochazo era demasiado grueso y autoritario, incluso para el PSOE. Por eso Sánchez maquinó la alternativa: ya que no se puede renovar el CGPJ conforme a la mayoría parlamentaria de izquierdas, que al menos se le prohíba hacer nombramientos. Y de momento, los jueces aguantan. Buena señal.
El quinto amotinado es Pablo Iglesias, al que algún dirigente socialista empieza a llamar «diosito». Sin embargo, evaluar este pulso puede conducir a conclusiones contradictorias porque se desconoce cuánto tiene de real para fracturar la coalición, y cuánto de fingido. En cualquier caso, es el motín menos relevante: Sánchez e Iglesias se necesitan, se sostienen y se soportan. Cuestión de estricta supervivencia. Donde no hay motines en el CIS. Allí, la nave va.
Sánchez, escondido El antiguo «Gobierno bonito» ha mutado en el «Gobierno bueno» de otro presidente huidizo salvo en formato plasma