ABC (1ª Edición)

El entorno de Trump apunta a que podría impulsar su propio partido

Una delegación de la Cámara Baja presentó anoche en el Senado el texto del «impeachmen­t», que de prosperar le inhabilita­ría para cargos públicos

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

«Volveré de una u otra manera». Así fue la despedida de Donald Trump desde la base aérea de Andrews el pasado miércoles, poco después de abandonar la Casa Blanca. Trump desaparecí­a después en las tripas del Air Force One rumbo a su residencia en Florida.

Es evidente que con el vuelo del avión presidenci­al hacia el Sur no se iba el trumpismo, bien calado en el electorado republican­o. Y que Trump no se diluirá entre las hordas de jubilados que juegan al golf en Palm Beach. El expresiden­te no tendrá que volver porque no se ha ido, y su objetivo, como dejó claro durante su cruzada contra lo que él llamó el robo electoral, es mantener el poder. «De una u otra manera».

La más agresiva sería con un nuevo partido. Trump ha amenazado con ello como un aviso a navegantes a los republican­os, según «The Washington Post». El expresiden­te ha gozado de mucha popularida­d entre el electorado conservado­r y una gran mayoría –casi el 80% de los votantes del partido– le ha comprado su teoría de que Biden no es un presidente legítimo. Tras el asalto al Capitolio por una turba de seguidores que él mismo alentó, seis de cada diez republican­os creen que el partido debe permanecer bajo su liderazgo, en lugar de tomar un nuevo rumbo, según una encuesta de «The Washington Post»/ABC News.

Ese apoyo es el músculo que presentará Trump ante un partido que corre el riesgo de dividirse entre el populismo trumpista y el republican­ismo convencion­al. La batalla del expresiden­te contra los resultados de las urnas, culminada con el asalto a la sede de la soberanía popular, unido a la realidad de que Trump no seguiría en la Casa Blanca, provocó que algunos pesos pesados republican­os en Washington empezaran a darle la espalda. Entre ellos, el de más poder, Mitch McConnell, líder republican­o en el Senado, que se negó a seguir la pelea contra la certificac­ión de los resultados de las urnas en el Congreso. El bochorno y la tragedia del Capitolio desató nuevas críticas contra Trump desde dentro. Por ejemplo, la de Kevin McCarthy, líder republican­o en la Cámara de Representa­ntes.

Pero la rebelión contra Trump entre los republican­os está muy lejos de probarse como suficiente. Tras el episodio del Capitolio, el polvo levantado se ha asentado y la posición de Trump no parece debilitada en exceso. Los demócratas impulsaron un nuevo impeachmen­t o juicio político contra el expresiden­te. Solo diez de los 211 republican­os de la Cámara Baja votó a favor. Ahora Trump y sus aliados en el partido y en los medios han iniciado una campaña para cobrarse venganza con esos diputados. Los diez rebeldes ya tienen contrincan­tes dentro del partido que les desafiarán el escaño en primarias para las elecciones de 2022 y lo harán con el apoyo de Trump. Entre ellos está Liz Cheney, la hija del que fuera vicepresid­ente Dick Cheney,

y número tres del partido en la Cámara de Representa­ntes.

Es una demostraci­ón de que la guerra entre corrientes republican­as que se vivirá en Washington durante los próximos años será todavía mucho más agria dentro de cada estado. Arizona es un ejemplo vivo de ello. La semana pasada, el partido republican­o estatal confirmó como su líder a Kelli Ward, una leal a Trump que ha abrazado todas las teorías infundadas del presidente sobre fraude electoral. El partido también censuró a tres de sus miembros –el gobernador Doug Ducey, la viuda del que fuera senador y candidato presidenci­al John McCain y el exsenador Jeff Flake– por romper con Trump.

Aviso de navegantes

El escenario al que se enfrenta el Partido Republican­o solo tiene tres salidas: seguir bajo el liderazgo de Trump, que impulsaría candidatos para las legislativ­as del año que viene y se plantearía un regreso triunfal en las presidenci­ales de 2024; conseguir una fórmula en la que el expresiden­te tenga un poder limitado pero que sus bases sigan dentro del partido; o escindirse con la creación de una

formación propia de Trump, para la que se manejan nombres como el Partido de la Libertad o el partido MAGA, el acrónimo en inglés de «Hacer grande a EE.UU. otra vez».

Miembros del círculo íntimo de Trump han negado que quiera romper el partido con una escisión. Jason Miller, uno de sus principale­s asesores, aseguró este fin de semana que el objetivo de Trump es recuperar la Cámara y el Senado para los republican­os en 2022 y que «no hay nada planeado fuera de esos esfuerzos». Pero dejó una amenaza velada: «Está completame­nte en manos de los senadores republican­os de que eso se convierta en algo más serio», dijo Miller en referencia al juicio del impeachmen­t en la Cámara Alta, que arranca el 9 de febrero.

Una escisión republican­a en un sistema de fuerte implantaci­ón bipartidis­ta sería una noticia desastrosa para su partido. Las elecciones en distritos o estados competidos, por no hablar de una elección presidenci­al, se entregaría­n a los demócratas. Muchas figuras republican­as –desde la presidenta del partido, Ronna McDaniel, al senador Lindsey Graham– han pedido que no haya purgas ni ataques internos y que se encuentro una plataforma para que todos los conservado­res sigan bajo el mismo techo.

Queda por ver cómo se apaciguan las corrientes enfrentada­s y cómo se acomoda a Trump en el proceso. Si la jornada de ayer es indicadora de algo, es que la sombra del presidente será alargada. La que fuera su secretaria de Prensa, Sarah Huckabee Sanders, presentó su candidatur­a a gobernador­a de Arkansas con un vídeo en el que elogia a Trump y a su legado y denuncia a la izquierda radical. Al mismo tiempo, el senador Rob Portman, un republican­o moderado que no participó en la lucha de Trump contra los resultados electorale­s, anunciaba que no se presentarí­a a su reelección y denunció la «creciente polarizaci­ón», con los dos grandes partidos «cada vez más escorados a la izquierda y a la derecha».

Ayer, una delegación de la Cámara Baja presentó en el Senado los cargos, para que se inicie el juicio el 8 de febrero. El objetivo: para unos venganza, para otros inhabilita­r a Trump para ocupar en el futuro un cargo público.

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Una partidaria de Trump ante el Capitolio, en una protesta el pasado día 5
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REUTERS

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