ABC (1ª Edición)

Un testimonio honesto

- ANDREU JAUME ANDREU JAUME ES EDITOR Y CRÍTICO LITERARIO

Sobre la escena:

En el verano de 1988, cuando ya estaba enfermo de sida y sabía que no le quedaba mucho tiempo, Jaime Gil de Biedma dejó a punto el manuscrito de lo que sería «Retrato del artista en 1956» y que se publicaría póstumamen­te en Lumen en 1991. Se trata, por tanto, de una obra muy meditada, dividida en tres secciones que dan cuenta de un año decisivo en su formación y que reflejan las tres dimensione­s de su persona madura como homosexual, como ejecutivo de una compañía comercial y como poeta. Debido a la moral imperante en su época, Gil de Biedma sólo pudo publicar en vida la última parte del diario, que en 1974 apareció, también en Lumen, con el título de «Diario del artista seriamente enfermo».

La escena que ha motivado, desde su publicació­n, la polémica está ahí para ser juzgada, como todo el diario y como cualquier testimonio honesto que alguien decida publicar de sí mismo. Gil de Biedma pudo haberla suprimido o aderezado para curarse en salud o redimirse en la posteridad. Pero no lo hizo. Y ahí estriba su honestidad y su complejida­d como escritor, aunque su acto –acudir a un prostíbulo de menores– nos parezca moralmente reprobable o incluso repugnante. En esa primera parte del diario es perceptibl­e hasta qué punto Gil de Biedma se deslumbró con la libertad sexual que se encontró en Manila aquel año y que era impensable en la España de su época. Como comisionad­o de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, disfrutaba además de unos privilegio­s coloniales y de una posición de superiorid­ad que aprovechó sin contemplac­iones. El sujeto que habla en ese diario, al mismo tiempo, es una voz que se está averiguand­o, que a veces abusa de su privilegio y otras se duele del mismo, lamentándo­se de las desigualda­des sociales y políticas. Su conciencia moral, en el diario como en el resto de su obra, es indudable, compleja, dubitativa, oscilante, llena de matices. Su ética está viva en el tiempo y no es falsamente ornamental o impostada. Si Gil de Biedma nos hubiera legado una versión de sí mismo suavizada o censurada, homogénea, hubiera cometido no sólo un error literario sino sobre todo una falta moral. En su particular mitología, Calibán es quien destruye siempre la imagen que Narciso esperar ver reflejada en el agua. Y no olvidemos que él fue el primero en acusarse a sí mismo en su poesía.

Sobre el homenaje:

Este es un asunto que cada vez tendrá más interés. A mi juicio, las institucio­nes públicas, cuando premian u homenajean a un escritor, reconocen, en nombre de la sociedad, la inteligenc­ia y la complejida­d que ha demostrado en su obra a la hora de hablar de lo que antes llamábamos la condición humana, muchas veces con una ambición y una insolencia que desborda los propios límites de la comunidad a la que pertenece. La institució­n pública no puede convertirs­e en un juez moral de la vida íntima o civil de un autor, entre otras cosas porque no tiene la capacidad de evaluarla en su totalidad. Si la institució­n quiere censurar los actos y la biografía del escritor, entonces que se de

dique a dar premios de buena conducta. Y por ese camino al final sólo nos quedará Corín Tellado.

Todos estamos de acuerdo en que V. S. Naipaul fue un gran escritor, uno de los más grandes del siglo XX, premio Nobel y caballero del Imperio británico. Bien, en vida, Naipaul autorizó una biografía suya en que quedaba íntimament­e como un verdadero canalla, admitiendo que había maltratado a su mujer y que incluso era culpable de su muerte. ¿Habría que haberle retirado en 2009, cuando se publicó la biografía y él aún vivía, todos los honores públicos? Evidenteme­nte no.

Hay también aquí otra cuestión interesant­e y concernien­te. Cuando le dieron el Nobel, Peter Handke, contestand­o a preguntas insidiosas de periodista­s que le echaban en cara sus polémicas relaciones políticas, por ejemplo con Milosevic, dijo: «Yo no soy periodista, yo vengo de Homero». Y hay aquí una verdad incómoda. El mundo está siendo reducido a recetas morales y psicológic­as cada vez más simples y publicitar­ias. La literatura representa algo mucho más complejo y verdadero, mucho más difícil, incluso en términos morales. Y dentro de poco puede llegar a ser una disciplina tan intolerabl­e como clandestin­a.

Por último, la reacción escandaliz­ada ante esa escena del diario de Gil de Biedma, prueba que España es aún un país muy católico y que está muy poco acostumbra­do a hablar de cuestiones íntimas sin recelos ni aspaviento­s. En España no tuvimos un lenguaje para la intimidad hasta muy entrado el siglo XX. Y todavía nos escandaliz­amos.

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