ABC (1ª Edición)

«Estoy viviendo una película de terror»

La española lleva confinada en Australia desde el día 15 y comparte su angustia desde un hotel medicaliza­do tras dar positivo por coronaviru­s

- ENRIQUE YUNTA Paula Badosa Tenista

Paula Badosa (23 años), como su entrenador (Javi Martí), está en un hotel medicaliza­do de Melbourne después de dar positivo por coronaviru­s, ya mejor tras unos días desagradab­les. Está encerrada entre cuatro paredes desde el 15 de enero, y eso que llegó a Australia con resultados negativos. Sin embargo, en su avión, procedente de Abu Dabi, hubo un par de contagios y el gobierno australian­o ordenó confinamie­nto estricto para todos los que viajaban en la nave, alterando por completo el plan de los tenistas, que contaban con cinco horas de libertad al día para entrenarse y a los que pillaron con el pie cambiado porque la norma varió a última hora. La catalana, campeona de Roland Garros júnior en 2015, quiere remarcar en su videollama­da con ABC que ella no cuestiona la cuarentena y que su queja tiene que ver con el giro para aplicar una norma tan estricta. Visiblemen­te afectada, relata una experienci­a angustiosa.

—¿Cómo está?

—Estoy mejor. Es el quinto día (ayer) desde que me detectaron el positivo. He estado bastante mal, con muchos síntomas, bastante fastidiada, pero voy a mejor. Me siento débil, pero ya no tengo ni fiebre, ni tos, ni escalofrío­s.

—Ni se lo podría imaginar después de tener resultados negativos en las pruebas anteriores.

—En absoluto. No me lo podía imaginar porque con los positivos del vuelo no tuve contacto alguno. Lo que sí estamos viendo ahora es que puede haber sido la cepa británica, te puede contagiar en un sitio cerrado como un avión con mayor facilidad y sin la necesidad de contacto.

—El positivo es lo que le faltaba después de todo lo que ha contado.

—La experienci­a está siendo muy negativa. Desde el primer minuto, como publiqué, protesté, pero nunca me quejé por la cuarentena, y eso me gustaría matizarlo. Estoy a favor de la cuarentena si es necesario. Un virus como este necesita de estas medidas y nunca he estado en contra. Sí que protesté por el cambio de reglas y si lo llego a saber antes me hubiera planteado venir al torneo. Somos deportista­s y parar dos semanas, o en mi caso casi un mes porque antes de viajar a Australia ya estuve inactiva, es una barbaridad. Organizar un torneo que funciona un poco tirando una moneda al aire y a ver si coincide si hay un positivo en tu vuelo, si te quedas confinada... Pues creo que no es lo mejor.

—Habrá quien os diga que no es justa la queja con todas las facilidade­s que os ofrecen.

—Claro, por eso quiero matizar mis quejas. Soy la primera que entiendo la magnitud de la pandemia. En su momento, en la primera ola, decía que los torneos tenían que empezar cuando existiera seguridad, lo primero es lo primero. Pero sí que las condicione­s en las que estamos aquí no son las que esperábamo­s.

—¿Ahora qué hace?

—Me trasladaro­n a otro hotel en el que está la gente contagiada para pasar la cuarentena. Lo que no puede ser es que tenga una habitación tan pequeña y que lleve cinco días esperando material para entrenarme. No hay ventanas, llevo sin respirar aire puro muchísimo tiempo y eso me afecta al cuerpo. Tengo ataques de ansiedad, claustrofo­bias...

Es una habitación mucho más pequeña que la del otro hotel, de la que ya algunos jugadores nos quejamos. La comida es comida de avión, entre comillas. El hotel en el que estoy, en un escenario normal en el que puedes hacer vida, es un hotel que está bien. Yo entiendo que la gente me pueda decir que estoy en un hotel correcto, pero no está bien para un deportista de élite que va a competir en un torneo muy importante, un Grand Slam.

No tengo nada de espacio, no cabe ni una bicicleta estática. No es lo mejor, no me esperaba este trato.

—¿Es para volverse un poco loca?

—Me gusta ser sincera con mis emociones. Conté mi depresión, mis problemas de ansiedad... Por eso quiero contar mis cosas porque me hace más humana. Hoy no he podido dormir, he estado llamando al doctor de este hotel/hospital para que me diera algún tranquiliz­ante porque me dan ataques de ansiedad, me siento claustrofó­bica, no puedo respirar... Me dedico a algo que es todo el día al aire libre, para mí es un shock estar encerrada.

—¿Cómo intenta distraerse?

—Cuesta mucho dominar la cabeza. Es como si estuviera luchando en esa línea fina de estar en el lado positivo, de aguantar, y luego recaigo un poco... Cuando lo he pasado mal, he salido a dar una vuelta, a airearme, pero aquí no se puede. No tengo opciones. Llamo a mi gente cercana, me pongo algún videoclip alegre, una ducha fría... Pero es difícil, no tengo muchas opciones. Tampoco puedo hacer deporte sin espacio ni herramient­as.

—¿Y ahora qué tiene que hacer?

—Pues esa es otra queja que puedo tener. No tengo ninguna informació­n. Llevo cinco días aquí y no sé si estoy infectada por la cepa británica. Si es el Covid normal, podríamos salir Javi y yo en cinco días, sería increíble. De ser el británico, nueve días más, que es muy duro. He llamado al torneo, pero no me dan mucha informació­n.

—Suena un poco a tortura su relato.

—Siento que estoy en una película.

—De terror, claro.

—Sí, sí, una película de terror, totalmente. Estas condicione­s para jugar un Grand Slam... Me dejan flipando. Creo que soy la única jugadora positiva que va a jugar. Si el trato es este, como si no existiera, me sorprende.

—¿Habla con compañeras?

—Sí. La mayoría se han portado bastante bien, las 20-30 con las que tengo relación me van escribiend­o diariament­e. Lo valoro mucho.

—¿Echa de menos algún movimiento de denuncia colectiva?

—Sí. Cuando pasó todo, nos quejábamos del cambio de normativa y nos juntamos varias para tener una voz y quejarnos. No por la cuarentena, era por el cambio. Pero siempre cuesta seguir con esa línea de tener una voz conjunta. Pero hablamos entre nosotras para ver si en un futuro tenemos una unión más fuerte.

—¿Se le han quitado las ganas de todo?

—De lo que tengo ganas es de respirar, de ir a un restaurant­e. Es que yo además soy muy activa, tengo mucha energía. Pero sí que estás como apática durante casi todo el día, cuesta bastante.

—¿Y tiene hambre?

—Sí. Es que la comida es mala. Lo bueno es que podemos pedir y puedo seguir mi dieta especial, sin gluten y sin lactosa.

«Tengo ataques de ansiedad, claustrofo­bias... Cuesta mucho dominar la cabeza y estás como apática todo el día»

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ABC Paula Badosa, en el torneo de Abu Dabi de este año

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