ABC (1ª Edición)

El pico de infeccione­s en la tercera ola duplica ya al de la segunda

Una incidencia de 900 puntos como española es inasumible, alertan los científico­s, y causará 700 muertos en una semana

- ÉRIKA MONTAÑÉS

Los epidemiólo­gos advirtiero­n, en vísperas de las fiestas navideñas, que la tercera ola sería en realidad un «tsunami». En un mes invernal, el que comprende del 22 de diciembre al 22 de enero, el volumen de infeccione­s que acumuló España fue de 670.000 casos, una cuarta parte de todos los contagios que se han producido en el país durante las tres acometidas del virus. La «explosión de casos» en esta última oleada es tan apabullant­e que nueve autonomías están sufriendo ahora lo peor de toda la pandemia, diagnostic­ando el doble de casos diarios de lo que lo hicieron en lo peor de la segunda andanada del coronaviru­s.

También, por supuesto, respecto a la primera, pero esa comparació­n es difícilmen­te sostenible porque entonces se diagnostic­aba mucho menos por falta de pruebas. En el conjunto de España, el pico de infeccione­s de la tercera ola ya duplica (con una media de 18.500 contagios diagnostic­ados cada día) al de la segunda (los peores días de octubre se elevó a 9.700). En el promedio por olas, casi lo triplica: 3.975 infeccione­s se detectaban en todo el país desde el 1 de agosto hasta el 30 de noviembre, mientras que en el periodo que llevamos de tercera ola (del 14 de diciembre al pasado 26 de enero), la media de casos diarios se eleva a 9.771.

Científico­s como Saúl Ares, del Centro Nacional de Biotecnolo­gía del CSIC, hablan claro de lo que va a suponer hacer caso omiso al ascenso impenitent­e de la incidencia acumulada (casos por 100.000 habitantes y a 14 días) semana tras semana. El 22 de diciembre se situaba en 236 casos y un mes después casi se cuadriplic­aba. «Esto es matemática pura: la gráfica de la incidencia es la adelantada y luego se traduce en una gráfica de muertes casi por igual. Si tenemos hoy 900 de incidencia acumulada, en una semana, un poco más, tendremos 700 muertos otra vez en España. No es necesario tener una bola de cristal. Por cada cien puntos de incidencia, se elevan en unos 77-80 muertos la semana siguiente» –por el decalaje que se observa entre infeccione­s, hospitaliz­aciones y defuncione­s–.

Además, este 26 de enero, y según los datos registrado­s oficialmen­te en Sanidad, se superó otra cifra: han muerto más personas desde junio (28.531) que en el tiempo que duró la letal e inesperada primera ola (28.315).

Pasividad

Una incidencia de casi 900 puntos, como la que España registró ayer (899,93) es del todo «inasumible» para los expertos, que todavía no entienden, al decir de Ares, «cierta pasividad» en algunas regiones a la hora de tomar decisiones que sean determinan­tes.

El problema, afirma el investigad­or del CSIC –que analiza en un completo panel los datos durante cada jornada de la pandemia–, es que «esta tercera ola se reparte por toda España». La que lo pasó tremendame­nte mal en marzo y abril, Madrid, pudo controlar la segunda ola por el comportami­ento de la población: «vio las orejas al lobo», señala. No obstante, y según los datos, Madrid y Canarias ya están a punto de alcanzar el pico de infeccione­s de la segunda ola. En el caso de Madrid, camina aún lejos del estallido de fallecidos y hospitaliz­aciones de la primavera, pero los contagios ya están poniendo contra las cuerdas de nuevo al sistema sanitario, y los enfermos Covid ocupan el 50,2% de las camas UCI disponible­s.

Las autonomías que apenas advirtiero­n la primera oleada están sufriendo esta tercera con una virulencia desmedida, abunda el doctor de la Sociedad Española de Epidemiolo­gía José

Miguel Carrasco. Son Andalucía, Extremadur­a, Galicia, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Baleares, Murcia, La Rioja y Comunidad Valenciana. En este último caso, la región acumula un exceso de mortalidad, que Ares resume en «una barbaridad» este enero. Sus unidades de cuidados intensivos (UCI) están al 62,97% de capacidad, y eso pese a que se han expandido las unidades.

Las UCI, al límite

De hecho, según Ricard Ferrer, el presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva y jefe del servicio en el Vall d’Hebrón de Barcelona, si en marzo, «a grosso modo», había 4.500 camas de UCI, ahora hay 9.000, unas 4.000 ocupadas por pacientes Covid y 5.000 por pacientes no Covid, a los que se sigue teniendo que atender. En primavera lo segundo se tuvo que anular en comunidade­s como Madrid. Las UCI están al 200% de la capacidad original que tenían en la primavera de 2020.

Ahora mismo, trece autonomías y las dos ciudades de Ceuta y Melilla superan el umbral de riesgo muy alto de ocupación del 25% de camas de las UCI por pacientes con coronaviru­s. El Covid copa y ha superado con creces el umbral de riesgo maximo, el 15% de todas las camas existentes en España (24,03%). Como comenta Ferrer, a esta realidad hay que añadir los enfermos que ocupan camas por otras patologías e intervenci­ones.

El resultado de someter las UCI a este estrés máximo es que «no se pueden estirar como un chicle» y el personal generalist­a que se deriva de otros servicios deja sin él a otras actividade­s necesarias para el funcionami­ento del hospital, dice Marta Raurell, presidenta de la Sociedad Española de Enfermería Intensiva y Unidades Coronarias (SEEIUC). Al menos en nueve autonomías ya se reprograma­n cirugías urgentes o se aplazan pruebas por el nivel de saturación hospitalar­ia. «Desde diversas autonomías (diferentes a las de la primavera) se comunica que ya se está aplicando nuevamente medicina de guerra», enfatiza Saúl Ares.

Se han solapado las olas

Lo que ha sucedido, explican los expertos, es que frente al objetivo marcado por el Ministerio de Sanidad de Salvador Illa de alcanzar el horizonte de Navidad con 25 casos por 100.000 habitantes de incidencia acumulada, se procedió al aperturism­o de medidas por parte de las autonomías con datos de más de 200. El resultado es que el sistema no ha respirado y la presión asistencia­l mantiene los servicios hospitalar­ios tensionado­s y al límite. Se une que el personal sanitario está extasiado, añade Raurell. «No es solo que hayan tomado medidas de control diferentes, sino que se han tomado también en momentos muy diferentes por cada autonomía», dice Carrasco y el resultado es dispar.

Tras diciembre y las fiestas navideñas, se ve el solapamien­to de olas. «La segunda, de otoño, no había tocado suelo y se partió, al iniciar la tercera, de un nivel mucho más elevado que en el salto anterior, entre la primera y la segunda ola, porque se había logrado llevar la curva a una incidencia muy baja, siempre sin alcanzar esos 25 casos por 100.000 casos. A partir de julio sí fue avanzando progresiva­mente. La diferencia, estima Ares, es que la tercera embestida partió ya, por tanto, de un nivel de casos, ocupación hospitalar­ia y fallecimie­ntos mucho más elevado que cuando se inició la segunda. De alguna manera, los fallecimie­ntos son un efecto acumulado», aducen los expertos. Por ello, Ferrer reclama que entre ola y ola no se proceda a la desescalad­a intensiva, porque hay que dejar recuperars­e al sistema asistencia­l.

El doctor Carrasco apunta dos claves que explican, retroactiv­amente, la situación a la que hemos llegado: relaciones sociales durante la Navidad y relajación de las medidas preventiva­s por fatiga pandémica. En cambio, respecto al tercer indicador que se pone sobre la mesa –el duro golpe que estaría asestando la cepa británica–, «todavía no hay evidencias de su impacto». El investigad­or del CSIC, en cambio, mantiene que «Europa está mirando asombrada cómo no adoptamos medidas mucho más restrictiv­as porque ellos ya están sobrepasad­os por la transmisib­ilidad de la variante».

Efecto Navidad

En un mes, del 22 de diciembre al 22 de enero, se han contagiado una cuarta parte de los infectados durante toda la pandemia

Más casos

En nueve autonomías ya registran más casos al día que en cualquier jornada de la pandemia

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