ABC (1ª Edición)

China no reconocerá el pasaporte británico de ultramar de Hong Kong

Londres concederá la ciudadanía a quien tenga dicho documento desde antes de 1997

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN PEKÍN

Sigue el toma y daca entre China y el Reino Unido a cuenta de la antigua colonia británica de Hong Kong. Justo después de que Londres detallara el proceso legal para dar la ciudadanía a los hongkonese­s que tengan el pasaporte británico de ultramar, Pekín dejaba de reconocer ayer este documento de viaje en un movimiento más simbólico que efectivo.

Dicho pasaporte, conocido por las siglas BNO (British National Overseas), fue concedido por el Reino Unido a los habitantes de Hong Kong antes de la devolución a China en 1997 para que siguieran conservand­o su ciudadanía británica, pero de una forma bastante especial. Casi tres millones y medio de personas (la mitad de la población) se acogieron a dicha fórmula, que les otorgaba un pasaporte británico con el que podían pasar hasta seis meses en el Reino Unido. Pero no les concedía el derecho de residencia, para evitar una emigración masiva, ni a votar. Además de brindarles protección consular, con este pasaporte viajaban por buena parte del mundo sin necesidad de visado y, hasta que llegó el Brexit, se movían libremente por la Unión Europea.

Debido a la creciente represión del régimen chino en Hong Kong tras las violentas protestas de 2019 reclamando democracia, el Reino Unido ha decidido ampliar los derechos que ofrece el pasaporte BNO. A partir de ahora, cualquier hongkonés que lo tenga podrá estudiar o trabajar en el Reino Unido durante cinco años y luego pedir la ciudadanía después del sexto.

Un ritual

El año pasado había 350.000 personas con este pasaporte en la ciudad, pero otros 2,5 millones podrían conseguirl­o porque, aunque no se haya renovado, se conserva para siempre el derecho a tenerlo y solo cuesta 1.000 dólares HK (114 euros). Visto como un seguro de vida por los hongkonese­s, su demanda es un termómetro de la situación política. Cada vez que hay problemas con Pekín, como en la Revuelta de los Paraguas de 2014 o en las protestas de 2019, se forman largas colas para pedirlos. Mientras en enero de ese año solo se solicitaro­n 1.392, en octubre ascendiero­n a 33.501 tras varios meses de agitación social, recoge el periódico «South China Morning Post». Para los próximos cinco años, Londres calcula que entre 320.000 y un millón de hongkonese­s podrían emigrar para huir del control cada vez mayor del régimen de Pekín. Si así ocurriera, sería una vergüenza nacional para la China del desarrollo y la prosperida­d que pregona el presidente Xi Jinping.

Para evitar «perder la cara» de esa manera, Pekín advierte a los hongkonese­s de que «serían británicos de segunda», como ha dicho el portavoz de Exteriores, Zhao Lijiang, e intenta poner todas las trabas posibles. La última ha sido no reconocer el pasaporte BNO como documento de viaje de los hongkonese­s, que además tienen el suyo propio distinto al de China continenta­l. «China no lo reconocerá y nos reservamos el derecho a tomar más medidas», anunció en su comparecen­cia diaria Zhao Lijiang, informa el SCMP.

Con su virulencia habitual, criticó que «desprecian­do la postura solemne de China y el hecho de que hace 24 años que Hong Kong volvió a la madre patria, la parte británica ha violado flagrantem­ente su compromiso, formulando la llamada política de residencia y ciudadanía “a medida” para los portadores de pasaportes BNO». En opinión de Zhao, «el movimiento del Reino Unido viola gravemente la soberanía de China, interfiere en los asuntos internos de Hong Kong y va en contra de la ley internacio­nal y las normas diplomátic­as básicas».

Primer paso

Esa es la misma acusación que, desde hace varios años, viene haciendo Londres, que denuncia la violación por parte de China de la Declaració­n Conjunta Sino-Británica de 1984 que acordó el traspaso de Hong Kong. Mediante dicho acuerdo bajo el principio de «un país, dos sistemas», la ciudad mantendría un «alto nivel de autonomía» hasta 2047. Pero sus libertades, mayores que en el continente, se han visto erosionada­s últimament­e hasta el punto de que podría haber un éxodo como en los años previos a 1997.

De momento, la amenaza sobre los británicos de ultramar es más simbólica que real porque los hongkonese­s suelen viajar con su propio pasaporte. Pero Pekín podría presionar a otros países para que tampoco lo reconozcan. Hasta ahora, la añoranza de la época colonial solo la manifestab­an un puñado de nostálgico­s que ondeaban la Union Jack en las protestas y aniversari­os de la devolución. Pero, como se ve tras la imposición de la draconiana Ley de Seguridad Nacional, que pena prácticame­nte toda oposición política, los días del Hong Kong libre están contados y muchos ya piensan en emigrar al Reino Unido, Canadá, Australia, Estados Unidos o Taiwán. Para otros será, sencillame­nte, el exilio.

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REUTERS Mostradore­s cerrados por la pandemia en el aeropuerto internacio­nal de Hong Kong
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