ABC (1ª Edición)

Florida frena el turismo de vacunas de ricos y famosos

- DAVID ALANDETE/ BORJA RAMA

El miércoles pasado, el famoso presentado­r de televisión mexicano de 73 años Juan José Origel, alias Pepillo, pensó que le daba una buena noticia a sus 1,3 millones de seguidores en Twitter: publicó en la red social una foto tomada en su coche mientras desde fuera, un sanitario le administra­ba la primera dosis de la vacuna contra el coronaviru­s. El problema: que Origel estaba en Florida, hasta donde había viajado con su visado estadounid­ense. Así lo publicó en un mensaje en la citada red social: «Ya vacunado!! Gracias #usa qué tristeza que mi país no me brindó esa seguridad!!!».

El escándalo en México y Florida fue mayúsculo. Las redes sociales ardieron contra el presentado­r. Hay desde quienes piden que se le deniegue la segunda dosis hasta los que abogan por requisarle el visado estadounid­ense. Florida hasta ahora había permitido que cualquier persona de 65 años o más se vacunara, con independen­cia de su lugar de residencia. En la mayor parte de Estados Unidos solicitan un justifican­te de residencia permanente, contrato de alquiler o carné de conducir en vigor. Pero Florida ha modificado sus regulacion­es, dejando de ser una excepción.

El caso de Origel no ha sido el único. El turismo de vacunas es una realidad que empieza a abordarse como una emergencia nacional. Lo han practicado

Sin control Bastaba con rellenar un formulario online con los datos personales para inyectarse

los ricos y famosos de Iberoaméri­ca, como la actriz argentina Yanina Latorre, que vacunó a su madre de 65 años en Miami. Incluso hay desplazami­ento interno en EE.UU., donde personas con recursos viajan desde estados donde no quedan dosis, como Nueva York, a otros con más abundancia y controles más laxos, como Florida. Es el caso de Richard Parsons, ex consejero delegado de Time Warner, de 72 años.

Lo que hace de este turismo de vacunas posible es el hecho de que EE.UU. sea un país con una sanidad

privada y descentral­izada. El estado está filtrando y controland­o las inoculacio­nes, dando prioridad a los grupos de mayor riesgo como ancianos o trabajador­es sanitarios, pero carece de la infraestru­ctura, la informació­n poblaciona­l y la experienci­a de países con sistema sanitario público, como España. Para vacunarse en Florida, por ejemplo, basta con rellenar un formulario online con los datos personales, y el paciente entra en la cola. Al menos hasta ahora porque Florida emitió la semana pasada nuevas directrice­s de salud en un intento de reducir ese turismo. A partir de ahora exigirá que se administre­n únicamente a los residentes permanente­s o temporales.

En Texas, la vacuna está disponible para trabajador­es de la sanidad en primera línea, mayores de 65 años o quienes tengan más de 16 años y padezcan enfermedad­es crónicas, así como para mujeres embarazada­s, sin importar nacionalid­ad o estatus migratorio.

Esta laxitud ha hecho que muchos mexicanos con familiares de residentes en Estados Unidos acudan de «vacaciones inmunológi­cas», pues no se les solicita ninguna documentac­ión, tan sólo es necesaria su presencia en el módulo de vacunación en la fecha indicada. Muchos viajan desde Hidalgo, ciudad limítrofe con Texas, donde la inmunizaci­ón se sirve hasta las tres de la tarde.

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