«Nosotros no robamos»
En su primer mitin recién salido de la cárcel, dijo Junqueras que la única manera de que Cataluña gane las próximas elecciones es que las gane Esquerra. Los cuatro motivos de convencimiento son: «Nosotros no robamos»; «tenemos más de 90 años de Historia»; «somos el partido más represaliado de Cataluña y nunca hablamos mal de nadie»; y «nos parecemos a la gente». Todo se resume en que siempre pierden.
Esquerra es el partido tóxico de Cataluña y lo que se organiza a su alrededor acaba en derrota. En su levítico discurso, Junqueras citó al expresidente de la Generalitat, Lluís Companys, que armó a los pistoleros de la FAI y a cambio de ningún resultado válido se creó un martirologio completamente contrario a los intereses de Cataluña, incluso a los más independentistas. Y hablando de robar, Companys robó: usó el dinero y los recursos de los catalanes para matarnos. Lo que Esquerra no ha robado es porque no lo ha gobernado. Pero hay muchas formas de robar y el dinero no es la más cara.
Junqueras empujó a Mas a la consulta soberanista del 9 de noviembre de 2014 y provocó que CiU, la que hasta entonces había sido la marca electoral más exitosa de España, saltara por los aires. A cambio de ningún beneficio, nos adentró en los años más nocivos y perdidos de nuestra historia.
Usar a «la gente» como argumento es populismo. ¿Quién es la gente? ¿Quién puede arrogarse su representación? Si sólo Esquerra se parece a la gente, ¿a qué se parecen PP, Junts o PSC? Jordi Pujol se parecía a una gran mayoría de los catalanes y por eso ganaba las elecciones con 72 diputados sobre 135. Eso sí era «parecerse a la gente», en unos tiempos en que a nadie serio se le habría ocurrido usar este argumento, porque los políticos aún aspiraban a liderar a la sociedad, y a guiarla, y no sólo a convertirse en su felpudo para mendigar su sufragio. La máxima representación que ha logrado Esquerra son sus actuales 32 diputados. Además, con los republicanos, el sustantivo «gente» ha dejado de considerarse un insulto, lo que subraya aún más, si cabe, la extrema vulgaridad del momento. Lo más demagógico que se atrevió a usar Pujol como eslogan fue: «A Catalunya, primer les persones». Quizá porque tal vez entonces aún nos reconocíamos como tales.
Igualmente, lo de ser «el partido más reprimido de Cataluña», ni que fuera cierto, no sería garantía de nada. De hecho, ni con sus supuestos mártires, ERC ha aportado jamás ningún progreso a la causa independentista, y cada vez que ha tomado la iniciati
va, Cataluña ha sufrido las peores convulsiones, la mayor destrucción de su bienestar, y sin lograr nada más allá de las terribles consecuencias de cuando no calculas bien tus fuerzas ni el precio que estás dispuesto a pagar. Así, Companys no consiguió ningún progreso para Cataluña, y lo que trajo su presidencia caótica y criminal es por todos sobrada y tristemente conocido. Puigdemont quería convocar elecciones, pero Junqueras le forzó a declarar la independencia: por primera vez el Gobierno tuvo que intervenir la Generalitat, y medio Govern acabó fugado y la otra mitad en la cárcel, sin que Cataluña consiguiera ninguna mejora ni diera paso alguno hacia la separación de España. Más bien todo lo contrario. Cuando Junqueras presume de no hablar mal de nadie, obvia que cualquiera que se acerca a su partido acaba calcinado. El PSC se hundió durante el tripartito, CiU ya no existe.
Cataluña vive hoy su mayor desorientación y con los líderes políticos de un nivel más bajo. El «procés» fue una idea de ERC y la pudo precipitar en 2012, cuando Mas, creyendo que iba a obtener la mayoría absoluta, perdió 12 diputados en favor de Junqueras. Sin pretender disculpar a Mas de su culpa infinita, hay que decir que el plan fue de Esquerra. Y éste ha sido su calamitoso final.
Miente Junqueras al decir que ellos no roban. Es verdad que dinero no han podido, porque siempre perdieron. Pero con lo que han tenido a su alcance, han arrasado y del modo más salvaje.