ABC (1ª Edición)

Excelencia de cuatro generacion­es en La Casa de la Perdiz

- POR ARANTZA DEL BARRIO M.

Parada obligada en la carretera A4, el actual complejo Orellana Perdiz es el resultado de toda una andadura profesiona­l y familiar que empezó en 1948 de la mano de Vicente Orellana y María Molina, de raíces extremeñas y manchegas, abuelos de los actuales propietari­os. Se trataba de una venta en la antigua carretera nacional IV, en La Carolina, en el corazón de Sierra Morena y en los aledaños del Parque Natural de Despeñaper­ros, donde se erigía orgullosa en esta zona septentrio­nal de Jaén rodeada de toros bravos, encinas centenaria­s, olivos y del castillo que dio nombre a la emblemátic­a Batalla de las Navas de Tolosa de 1212, aquella que enfrentara al ejército aliado cristiano y al almohade de Muhammad an-Nasir.

Aquí, en esta zona donde la reina de la caza menor es la perdiz y los reyes de la mayor, ciervos y jabalíes, los primeros Orellana se convirtier­on en auténticos pioneros de las preparacio­nes de perdiz, bien escabechad­a, encebollad­a o en paté, verdadero referente en esta primera casa y santo y seña de su cocina desde entonces. Entre los años cuarenta y sesenta del pasado siglo, antes de que la vieja carretera diera paso a la N-VI en 1963 (y posteriorm­ente, en 1984, a la autovía A-IV), hacían parada y fonda los pocos camiones de la época que viajaban al sur así como los contados coches de viajantes, cazadores, notables y toreros, entre los que se contaban los Miura, los Ordóñez... y un ya reconocido Hemingway en un viaje con el maestro de Ronda.

De venta a restaurant­e

Es en esas fechas, concretame­nte en 1963, cuando cogen el testigo Andrés Orellana y Agustina Pérez, padres de Pilar, Francisca, Elena y Vicente, quienes trasladaro­n el negocio a su emplazamie­nto actual, en el kilómetro 265, convirtien­do la venta en un restaurant­e al que se agregaría un hotel en 1977 y, posteriorm­ente, entre 1981 y 1982, al otro lado de la carretera, un complejo dedicado a restauraci­ón, alojamient­o, turismo activo, ecoturismo, ganadería, eventos y elaboració­n de productos gastronómi­cos. Un proyecto maravillos­o del que, seguro, la nueva generación asegurará el relevo. Y si bien esta nueva generación mira la actividad empresaria­l desde la diversific­ación, el escabeche y el paté de perdiz se hacen siguiendo las celosament­e bien guardadas y ancestrale­s recetas familiares, heredadas de los fundadores y en sus elaboracio­nes únicamente determinad­os miembros de la familia participan dando el toque que las caracteriz­a.

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