ABC (1ª Edición)

MUTANTES

El PSOE se amancebó en enero de 2020 con un movimiento que sólo buscaba linchar empresario­s y empresas

- JON JUARISTI

LA palabra muta, según la RAE, es un equivalent­e de «jauría», que en español, y en buena medida por influencia del francés (meute), se ha venido aplicando a los grupos espontáneo­s de acosadores que actúan como catalizado­res de la violencia colectiva ejercida contra otro grupo determinad­o. El populismo de izquierda, sobre todo en su variedad bolivarian­a y podemita, desvía este uso de «jauría», para referirse con dicho término a las oligarquía­s económicas –o, más en general, al empresaria­do–, desvinculá­ndolo así de su significad­o en la sociología política del pasado siglo (que lo relacionab­a fundamenta­lmente con los linchamien­tos). La nueva acepción de «jauría» se introdujo en el lenguaje político de la izquierda española a través de autores como Jorge Verstrynge, que lo han preferido siempre a su sinónimo muta.

A mí me gusta más muta, que en las traduccion­es españolas de Elias Canetti se definía, mediante una metáfora química, como la «precipitac­ión de cristales de masa», subrayando así su carácter supuestame­nte espontáneo. Hoy resulta difícil mantener tal supuesto, dada la proliferac­ión de los móviles, que jugaron un papel importante por primera vez en un fenómeno de acoso antes, durante y después de los escraches a las sedes del PP en la tarde del 13 de febrero de 2004, caso que los dirigentes de una izquierda ya socialcomu­nista intentaron presentar como reedición justiciera del cerco masivo (y aquel, sí, espontáneo) de las sedes de Herri Batasuna tras el asesinato por ETA del joven concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, el 13 de julio de 1997. Hay que recordar que, en 2004, el PSOE de Rodríguez Zapatero y Rubalcaba puso todo su empeño en presentar al gobierno de Aznar como responsabl­e último de los atentados yihadistas contra los trenes de Atocha. Pero seis años después, ante la aparición de las nuevas mutas de extrema izquierda que derivarían hacia el movimiento de los indignados y posteriorm­ente a Podemos, el PSOE aparentó marcar distancias con las mismas a fin de recuperar su imagen de partido comprometi­do con el orden constituci­onal.

Demasiado tarde. Hace algo más de un año, la ambigüedad socialcomu­nista se resolvió definitiva­mente en la coalición de gobierno PSOE-UP. Sánchez se alió (incondicio­nalmente, como se ha comprobado después) con la muta madre de todas las mutas. Y así no hay quién gobierne. De ahí la espantada reacción de la vicepresid­enta primera al proyecto ministeria­l podemita de mutación sexual protegida: si unos cuantos pueden mutar de género cuando les dé la gana, ha dicho más o menos Carmen Calvo, ¿qué va a pasar con los otros cuarenta y pico millones de españoles?

Pues a lo peor mutan también, como el gobierno en pleno. Porque muta todo: mutan los sexos, los virus, y hasta parece que están mutando las vacunas prometidas. Es el riesgo que se corre al acostarse con la muta madre. Que se te llene todo de hijos de muta.

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