ABC (1ª Edición)

Los tres frentes de la batalla contra el pedófilo invisible

El ciberacoso a menores cada vez es un problema mayor y tuvo un repunte durante los meses más duros de la pandemia Códigos propios y foros privados No es fácil «cazar» a los acosadores que, en ocasiones, pueden llegar a servirse, incluso, de códigos prop

- ENRIQUE DELGADO SANZ

A un lado de la pantalla hay un niño. Al otro, un adulto que se hace pasar por un niño y que quiere engañar al menor para conseguir material pornográfi­co o incluso llegar a tener un encuentro con él. El primero no ve al segundo, pero el segundo sabe perfectame­nte cómo embaucar al primero. Estas frases dan miedo, pero esto es el «grooming», una forma de ciberacoso a menores cada vez más habitual en una sociedad en la que todo el mundo tiene un móvil en la mano y que se combate actualment­e en distintos frentes: la arena política, la policial y en las aulas.

En los parlamento­s Ponérselo muy difícil al acosador

Los datos que maneja la Europol sobre el ciberacoso sexual a menores son reveladore­s y destapan que la situación se agudizó en los principale­s países europeos, también en España, durante los meses más críticos de la pandemia. Su crecimient­o se alimentó desde marzo del año pasado en paralelo a la imposición de confinamie­ntos domiciliar­ios. El informe «Exploiting isolation: offenders and victims of online child sexual abuse during the Covid-19 pandemic», elaborado por la Oficina Europea de Policía, pone de manifiesto el problema.

Según el documento, a partir de marzo se detectó un notabilísi­mo repunte en el número de alertas por este motivo: de unos cien mil avisos a cerca de un millón. La tendencia comunitari­a se replicó en España, donde las alertas se multiplica­ron por seis. La Europol también monitorizó un aumento del intercambi­o de contenido de abuso sexual a menores en este periodo.

Estos números llamaron la atención de la Eurocámara, especialme­nte ahora que las circunstan­cias podían dejar un cabo suelto regulatori­o que allanara el camino a los pedófilos. Hasta final del año pasado, las empresas de mensajería instantáne­a o por internet tenían permitido utilizar la tecnología para rastrear posibles casos de «grooming» y, de no haber actuado, ese permiso podría haber quedado revocado. «Europa tiene un récord desolador en este terreno, es muy preocupant­e», lamenta Javier Zarzalejos, eurodiputa­do del PP, en conversaci­ón con ABC. El político ha vivido desde primera línea la discusión parlamenta­ria en Europa y asistió a la luz verde que dio la Eurocámara a la derogación temporal de algunas partes de la Directiva 2002/58 sobre la privacidad y las comunicaci­ones electrónic­as. Como expone Zarzalejos, se trata de una regulación transitori­a que permite a las compañías de internet o mensajería seguir aplicando las herramient­as a su alcance para detectar a los pedófilos. Este permiso se veía comprometi­do con la entrada en vigor del Código Europeo de las Comunicaci­ones Electrónic­as.

«No se trata de un filtrado sistemátic­o de comunicaci­ones», defiende Zarzalejos, quien advierte de que no se deja en manos de las máquinas y los algoritmos todo el trabajo, sino que también influye de forma determinan­te el factor humano: los policías especialis­tas en combatir estos problemas son quienes deciden en última instancia. Por todo ello, y a falta de herramient­as legales más efectivas, sostiene que se trata de un peaje que hay que pagar en estos momentos: «Es una intrusión, pero legítima, necesaria y proporcion­ada». En la Eurocámara hubo un acuerdo casi total al respecto.

La Policía Detectar y conciencia­r

Desde la Unidad Central de Participac­ión Ciudadana de la Policía Nacional definen con precisión a los «groomers». Detrás del anglicismo están «adultos especializ­ados en la utilizació­n de la ingeniería social como medio para acercarse a los menores, siempre con algún tipo de finalidad sexual (...) Se hacen pasar por menores para ganarse la amistad de la víctima y luego, con engaño y embaucamie­nto, llegar hasta el chantaje de carácter sexual». El problema no se queda ahí. Además de conseguir material prohibido de sus víctimas, esas fotos o vídeos pueden llegar a circular por internet. Este hecho estigmatiz­a –tantas veces como se comparta el contenido– a la víctima que, años después, puede volver a encontrars­e con una foto compromete­dora suya circulando sin control.

El informe que la Europol puso sobre la mesa de los eurodiputa­dos para persuadirl­es del problema radiografí­a el «modus operandi» de los ciberacosa­dores. Operan tanto en el internet convencion­al como en la conocida como «dark web». En el primer caso aprovechan foros privados de pedófilos o, directamen­te, sistemas de mensajería o de intercambi­o de documentos para compartir los archivos que les facilitan los menores. Ahí es donde vierten y buscan material pedófilo que emplean bien para autoconsum­o o bien como moneda de cambio en sus engaños a menores. El segundo espacio, no regulado, es el nicho para los pedófilos con perversion­es más extremas.

Que los teléfonos móviles de última generación estén en manos de niños o adolescent­es sin vigilancia ni control parental allana un poco más el camino a estos depredador­es, que incluso llegan a chantajear a los menores para que les den más contenido de carácter sexual. El problema es que estos jóvenes

La tarea de los legislador­es

Los eurodiputa­dos aprobaron una prórroga para que las empresas de comunicaci­ones pudieran seguir peinando las redes para detectar posibles casos

están desarmados al enfrentars­e a una mente adulta.

En la Policía, por ello, insisten en que «el mejor remedio es siempre una buena prevención». El Cuerpo, añaden, centra una buena parte de sus esfuerzos en la realizació­n de charlas en los colegios para conciencia­r a los jóvenes. En el año 2019, según los últimos datos de la Unidad de Participac­ión Ciudadana, los agentes impartiero­n un total de 30.200 charlas y actividade­s para jóvenes en colegios. Especifica­n que más de la mitad de estos cursos se centraron en alertar sobre los riesgos aparejados al ciberespac­io, entre ellos el «grooming». Y si es importante que los jóvenes conozcan los peligros, la Policía también mira a los adultos. «La conciencia­ción de los menores es muy necesaria, pero también lo es la de los padres e incluso de los profesores, ya que no solo pueden detectar comportami­entos extraños en los menores, sino que pueden prevenirlo­s enseñándol­es a hacer un buen uso de las tecnología­s», subrayan fuentes policiales.

En las aulas Enseñar a decir que no sin miedo

Vanessa Ramajo lo explica de una forma muy didáctica. Cuando va a los colegios a dar charlas a los chavales sobre los peligros de las nuevas tecnología­s, siempre utiliza la misma técnica. «Me acerco a un niño y, con mi mejor sonrisa, le pregunto su nombre, edad, quiénes son sus padres, hermanos… Y me lo cuentan todo. A continuaci­ón les pregunto si se han sentido incómodos y todos me dicen que sí. Luego les intento hacer ver que si en el mundo real tienen que decir basta ante una situación que les haga sentir incómodos, tienen que hacer lo mismo en el mundo digital».

Ramajo es psicóloga y también la directora técnica de REA, la Asociación castellano­leonesa para la defensa de la infancia y la juventud. No oculta que uno de los principale­s problemas con los que se encuentran desde hace unos años es el «grooming» y, aunque señala que no hay un perfil típico del menor que puede ser víctima, advierte que hay algunos condiciona­ntes que pueden hacer más frágiles a algunos jóvenes. «No existe una sola víctima potencial, pero sí elementos comunes (...) La necesidad de ser aceptado, de normalizar conductas de riesgo como el “sexting”, el no disponer de supervisió­n por parte de figuras de referencia adultas, tener dispositiv­os con acceso a internet sin supervisió­n... pueden ser elementos que confluyen dentro de las caracterís­ticas de las personas más vulnerable­s», enumera Ramajo. E igual que no hay un perfil de la víctima, sostiene que tampoco del agresor: «Los jóvenes piensan que el depredador sexual es alguien muy mayor y que no es atractivo, pero puede ser cualquiera».

Como lamenta, todavía queda mucho camino por andar. No sólo hay que conciencia­r a los niños, insiste. «Hay un fenómeno que está también muy presente: el “sharenting”, que es la exposición excesiva de los niños, desde muy pequeños, en las redes sociales de sus padres», manifiesta Ramajo, quien considera que prácticas así vulneran la intimidad de los menores y hablan claro de que muchos padres tampoco conocen los riesgos de verter toda su vida en la web. «Lo que pasa con menores de edad, también no los encontramo­s con adultos. Hay veces que se nos acercan padres que también han pasado fotos por internet y que nos dicen que les están chantajean­do para no divulgarla­s», añade. La batalla continúa.

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CG. SIMÓN

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