ABC (1ª Edición)

Ecuador decide hoy si vuelve o no al régimen populista de Correa

El delfín del expresiden­te prófugo, favorito frente al candidato conservado­r

- THALÍA FLORES CORRESPONS­AL EN QUITO

Trece millones de ecuatorian­os van hoy a las urnas para elegir presidente de la república en medio de una tormenta perfecta por la mayor crisis económica, social y sanitaria de la que se tenga registro en el país, y con el temor al Covid-19, en momentos en que se reportan casos de contagio en alza. En semejante escenario, Ecuador decidirá entre volver al socialismo del siglo XXI, que Rafael Correa instaló en el país durante una década (2007-2017), y que hoy es alentado por su delfín Andrés Arauz, (movimiento Unión por la Esperanza UNES); o decantarse por una propuesta de apertura planteada por Guillermo Lasso, de la alianza CREO-Partido Social Cristiano; o quizá por Yaku Pérez, que representa al indigenism­o, con Pachakutik, su brazo político.

Que 16 candidatos, entre ellos una mujer, busquen la presidenci­a es una alegoría de la fragmentac­ión de la política, en la que el disenso y la confrontac­ión partidista son la norma, y las institucio­nes del Estado, han perdido conexión con la sociedad. Con apenas 2% de respaldo, y 60 de sus 137 asambleíst­as salpicados por acciones judiciales, la Asamblea Nacional es una institució­n repudiada. Mientras que el presidente Lenín Moreno, con niveles históricos de desaprobac­ión (le respalda solo el 7%), apenas «se sostiene en su propia debilidad», como dice el politólogo y docente César Ulloa.

Si a estas cifras se agregan las de la economía, agravadas por la pandemia, que le han significad­o una contracció­n del 9%, un déficit fiscal de 6.000 millones de dólares, una descomunal deuda pública de alrededor de 63.000 millones (63% del PIB), y el aumento, en un 30%, de la pobreza, la tormenta arrecia, lo que ha sido aprovechad­o por Correa para hablar del bienestar perdido que dice hubo durante su mandato. Sin una pizca de honestidad intelectua­l, nada menciona de los cuantiosos ingresos que el país tuvo en esa época, por los precios altos del petróleo, que rebasaron los $100 por barril.

Cultura del soborno

Sentenciad­o a ocho años de prisión por cohecho, y huido del país, con su vicepresid­ente, varios ministros y altos funcionari­os en la cárcel o prófugos por corrupción, Correa ha impuesto una narrativa en la que asoma como víctima de persecució­n de los «poderes fácticos», y que parece tener eco en la ciudadanía, como reflejan las altas cifras de apoyo a su candidato presidenci­al. Semejante contradicc­ión en un país que se ha escandaliz­ado con los procesos judiciales en los que se han exhibido pruebas de los sobrepreci­os, y las imágenes de las obras, muchas de ellas mal hechas y otras, incluso, inexistent­es como la refinería del Pacífico, proyecto en la que se gastó 1. 500 millones de dólares para aplanar un terreno, solo podría ser explicada por lo que revela un estudio publicado en el último Barómetro de las Américas (2018-2019), que da cuenta que 25,4% de ecuatorian­os justifican el pago de algún soborno, si este ha resuelto alguna necesidad que tuvieran.

Una campaña de 35 días y con restriccio­nes por las condicione­s sanitarias, que han impedido las grandes concentrac­iones, no ha logrado vencer la apatía del electorado. En este ambiente, la lucha contra la corrupción no ha calado. Sí han tenido repercusió­n las ofertas de empleo hechas por Guillermo Lasso, que habla de generar dos millones de empleos; las de Arauz, que promete 800.000 plazas, y Yaku Pérez que anuncia crear medio millón de unidades productiva­s.

La mejor manera de eliminar la pobreza es darle a un pobre un empleo, para que se gane la vida con su trabajo, no mil, ni dos mil, ni cinco mil dólares, comenta a ABC el expresiden­te de Ecuador Osvaldo Hurtado, quien se muestra preocupado porque la política económica de Arauz «va a liquidar la dolarizaci­ón, porque regalará dólares como chocolatin­as». Se refiere a la oferta de entregar mil dólares a un millón de personas, en la primera semana de gobierno, que habría seducido a los más pobres quienes, sin ingresos, han debido endeudarse.

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AFP Personal que trabajará en los centros electorale­s de Guayaquil espera recibir la documentac­ión
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