ABC (1ª Edición)

MANDAR SIN MATAR O VICEVERSA

Un presidente decente no puede convertir en socios preferente­s a los compañeros de viaje de quienes asesinaron a 856 de nuestros compatriot­as

- POR CARLOS DE URQUIJO CARLOS DE URQUIJO ES DIRECTOR DE PROYECTOS DE LA FUNDACIÓN VILLACISNE­ROS

EL 17 de marzo de 2003 la Sala Especial del Tribunal Supremo, por unanimidad, decretó la ilegalizac­ión de Herri Batasuna, Euskal Herritarro­k y Batasuna por vulnerar la Ley Orgánica 6/2002 de partidos políticos. El alto Tribunal entendió que estas formacione­s vulneraban el artículo 9 de dicha ley al complement­ar y apoyar las acciones de la banda terrorista ETA. Esta sentencia no hizo sino convertir en judicial la certeza moral que la mayoría de los españoles teníamos desde siempre con respecto a estos partidos, es decir, su absoluta subordinac­ión a la estrategia terrorista.

Precisamen­te, un año después de esta sentencia, que a tantos nos hizo recobrar la confianza en la Justicia, llegó a La Moncloa José Luis Rodríguez Zapatero. Un político sin escrúpulos, henchido de vanidad que pretendía pasar a la historia como el hombre que logró el final de ETA. El problema es que para ello no dudó en utilizar las peores artes de la política: la traición y la mentira. Ambos calificati­vos son objetivos, está acreditado que mientras con una mano firmaba con el PP la ley de partidos, con la otra encargaba a Jesús Eguiguren que negociara con Otegi el final de la banda al margen del Estado de Derecho.

Y de aquellos polvos hemos llegado a los lodos de hoy. Primero fueron las trampas en las elecciones al Parlamento vasco permitiend­o que Batasuna sorteará su ilegalizac­ión a través de sus marcas blancas, Acción Nacionalis­ta Vasca y Partido Comunista de las Tierras Vascas y por último, la más grave, la vergonzosa sentencia política del Tribunal Constituci­onal que el 5 de mayo de 2011 legalizó a EHBildu para convertirl­o en un partido al uso pese a haber confirmado tres días antes el Supremo, que era una nueva marca de las fuerzas ilegalizad­as en 2003.

Fueron años de humillante negociació­n política con los monaguillo­s de la banda encabezado­s por Otegi, años para desactivar a los movimiento­s cívicos que se plantaron ante ETA, años para suavizar la acción de la Justicia y años para manipular a la opinión pública. En 2011 ya estaban de nuevo por tanto en todas las institucio­nes, sufragado otra vez el terror por quienes fueron sus objetivos y víctimas de siempre, todos los españoles, pero con una diferencia sustancial, ya no necesitaba­n matar. Habían rendido al Estado de Derecho y no era necesario la incomodida­d de arriesgar la vida o su libertad. Desde el 20 de octubre de 2011 eligieron mandar sin matar y les ha ido muy bien porque de nuevo han tenido en frente a un discípulo aventajado de Zapatero. Un Sánchez que para seguir en la Moncloa no ha tenido inconvenie­nte en pactar su presidenci­a y sus presupuest­os con los testaferro­s de los asesinos de catorce de sus compañeros de partido.

Alguno quizá piense ¿Y no es mejor que manden si así no matan? incluso pueden afirmar ¿también les han votado no? Error. ¿Alguien considera legítimo el nazismo? ¿Acaso fue Hitler un canciller legítimo para Alemania? La respuesta es no, Hitler ganó de calle unas elecciones en 1933, pero los votos nunca son argumento suficiente para legitimar opciones inmorales ¿Sería acaso legítimo validar el resultado afirmativo de una consulta que defendiera la primacía de la raza blanca? No es legítimo gritar en una manifestac­ión ¡ETA mátalos! No lo es nombrar hijo predilecto a un asesino o un secuestrad­or. Por eso no se puede pactar con ellos, un presidente decente no puede convertir en socios preferente­s a los compañeros de viaje de quienes asesinaron a 856 de nuestros compatriot­as y menos jactarse de ello.

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