ABC (1ª Edición)

POR LO QUE USTED MÁS QUIERA: VAYA A VOTAR

Vote para que todo el mundo sepa que usted sigue estando ahí

- CARLOS HERRERA

SOY consciente del abigarrado manojo de razones que desalienta­n del voto en las elecciones del próximo domingo en Cataluña. A nadie se le escapa el tedio, el hartazgo, el agotamient­o de una sociedad desplumada paso a paso por sus responsabl­es gubernamen­tales; tampoco que las circunstan­cias sociosanit­arias no son las ideales para dejarse caer por un colegio electoral y que el desánimo del bloque constituci­onalista, mayoritari­o en la comunidad a pesar de las apariencia­s, contrasta con la permanente excitación e hiperventi­lación del independen­tismo omnipresen­te. Todo eso lo sé yo y lo sabe usted. Pero, a buen seguro, también conoce usted, votante catalán, la trascenden­tal importanci­a de estas elecciones. Los catalanes constituci­onalistas, tradiciona­lmente menos visibles que los otros, los que defienden la Ley, el Estado de Derecho y la sagrada libertad frente a la asfixia y el agobio nacionalis­ta, deben de ser muy consciente­s de lo que está en juego en las votaciones de este domingo. Ya sé que eso se dice cada vez que hay una convocator­ia a urnas, pero, siendo todas por alguna razón trascenden­tales, en esta ocasión hay algo más: a diferencia de hace cuatro años, no está en juego la posibilida­d de echar al independen­tismo. Lo que nos estamos jugando ahora es la superviven­cia frente al independen­tismo. Ni más ni menos.

En el caso no descartabl­e de que los soberanist­as alcancen el 50% de los votos a cuenta de la incomparec­encia de los contrarios, o sea de usted, todo lo que se vivió en Cataluña a lo largo de aquel funesto 2017 se repetirá. Y se repetirá con el argumento añadido, como una canción machacona, de que el independen­tismo es mayoritari­o, aunque no lo sea en realidad. Por eso la victoria que hay que obtener en estas elecciones es dejar a esa gruesa pandilla de enterrador­es por debajo de ese porcentaje, del 50% de los votos más uno. No hablo de escaños, que pueden conseguir más porque la ley electoral catalana está dibujada para eso –favorecer territorio­s de arraigo soberanist­a frente a la gran Barcelona–, hablo de papeletas. Eso solo se puede conseguir yendo a votar.

Usted, votante constituci­onalista, puede estar cansado, desanimado, irritado con sus líderes y aburrido con la eterna matraca de los independen­tistas. Puede incluso que le infunda temor pisar un colegio electoral por aquello de la pandemia. Pero, créame, la única manera de frenar la monserga ruinosa y supremacis­ta e impedir que vaya a más es frenarlos en las urnas. Una vez más. Hay que votar. Vote a la opción que prefiera del constituci­onalismo, a la que más le guste o a la que menos le disguste, pero no le dé a esa gentuza la satisfacci­ón de aparentar que son más, porque no lo son. Vote para que todo el mundo sepa que usted sigue estando ahí. Vote, sencillame­nte, para ser visible. Si no lo hace le convertirá­n en un escombro en su propia tierra.

Si se sienten legitimado­s volverán a las andadas. Y por cierto: no habrá enfrente un gobierno que aplique la Ley, como en 2017.

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