La tarimita de Pepe y Unai
Con la misma robustez de la tarimita montada para celebrar el acto, los sindicatos se fueron ayer frente al Ministerio de Economía para hacerse los indignados con el Gobierno por no derogar la reforma laboral del PP ni volver a subir el salario mínimo, un año después de la llegada de la coalición de las izquierdas que iba a salvar la causa obrera. Mínimo, más que otra cosa, fue precisamente el vigor puesto en la presunta indignación con el Ejecutivo por faltar a su palabra. Desde hace años, a los sindicatos se les acaban las pilas del megáfono en cuanto es la izquierda la que gobierna, presentando la fuerza y empuje de una gaseosa abierta hace mes y medio. Apenas se les aprecia un leve chisporroteo reivindicativo, guardando la presión de verdad para cuando vuelvan la malvada derecha o el liberalote centro. Escuchando atentamente al ugestista Pepe Álvarez cualquiera diría que se trataba de una protesta («Es verdad que se ha hecho mucho», comenzó diciendo) y no de un festejo como aquellos que le preparaban a Rodríguez Zapatero en Rodiezmo. Unai Sordo, de CC.OO., fue mucho más intrépido y avisó que «o hay ya negociación o la movilización no ha hecho más que empezar». Tiembla el Gobierno con esta amenaza de Sordo disparada con cañones de mantequilla, tan firme como el tabladillo ante el que los sindicatos juntaron en Madrid a varias decenas de personas para gritar que «ahora sí toca»... no meter nada de ruido. Á. M.