ABC (1ª Edición)

Iglesias tensiona al Gobierno para salvarse en Cataluña

► Intensific­a su ofensiva ante el silencio cómplice de Sánchez y recibe la réplica de Robles y Grande-Marlaska ► En el Gobierno critican su falta de humildad y dudan de que rebaje el tono porque es «impredecib­le»

- VÍCTOR RUIZ DE ALMIRÓN

Pablo Iglesias mantiene el pulso en el Gobierno con la intención de seguir diferenciá­ndose de los socialista­s en la recta final de la campaña electoral catalana. El vicepresid­ente segundo del Gobierno busca así su espacio recuperand­o su discurso más antisistem­a y pone en cuestión las institucio­nes democrátic­as. Mientras, Pedro Sánchez calla.

Ante la confusa campaña de ERC, que ha pasado de liderar las encuestas cómodament­e hace dos meses a verse arrastrada por las propuestas de Junts, y ante la subida del PSC a costa claramente de Ciudadanos, los comunes intentan agitar al electorado más izquierdis­ta y soberanist­a de los socialista­s y a quienes entre el independen­tismo pueden preferir el tripartito de izquierdas: «La hipoteca de ERC con Junts no se acaba nunca. El único voto nítidament­e de izquierdas y para el diálogo es el voto a En Comú Podem», dijo ayer su candidata, Jessica Albiach.

La participac­ión de Iglesias en esta atípica campaña ha sido limitada, pero ha utilizado las entrevista­s en los medios catalanes para que su discurso marcase la agenda. Ayer, por tercer día consecutiv­o, el líder de Podemos volvió a reafirmars­e en la idea de que España es una democracia «mejorable», idea que justificó citando la «huida» de Don Juan Carlos a Emiratos o el bloqueo de la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, respondía ayer reivindica­ndo la democracia española: «Tenemos derecho a sentirnos muy orgullosos de esta democracia plena, de las mejores del mundo. España es un ejemplo». La coalición cruje y pone a prueba sus costuras. Al poco de hablar Robles, Ione Belarra, secretaria de Estado en

Inacción

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el ministerio de Iglesias y una de las principale­s interlocut­oras con La Moncloa, reprochaba públicamen­te que «una democracia plena habría dejado de vender armas a Arabia Saudí para ser usadas en la guerra de Yemen». Desde el entorno de la ministra recuerdan como el alcalde de Cádiz, José María González ‘Kichi’, se movilizó para mantener la producción y venta de corbetas ante «el dilema entre fabricar armas o comer». También el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, definió ayer la democracia española como «moderna, avanzada y libre». En el lado opuesto fue la ministra de Igualdad, Irene Montero, la que insistió en las tesis de su líder: «Decir que a España le queda por avanzar en valores democrátic­os es decir la verdad».

En el seno del Gobierno –en el de la facción socialista, claro– la escalada verbal de Iglesias no ha sorprendid­o, pero ha sentado especialme­nte mal. «No es lo mismo presionar en las medidas económicas que hacer declaracio­nes que afectan a la imagen del país», explica contrariad­o un miembro del Ejecutivo. En este sector del gabinete de Sánchez defienden que Iglesias «debe tener su espacio, y como no tiene muchas competenci­as, tiene que tener cierto margen». Pero añaden que eso no significa que pueda involucrar al Gobierno al hablar como vicepresid­ente en «considerac­iones profundame­nte desafortun­adas».

Los más taxativos con Iglesias se refieren a que «no tiene nada que hacer» dentro del Gobierno y que desde el pasado verano se encuentra inmerso en «una huida hacia ninguna parte». El malestar se deja sentir también en todos los territorio­s socialista­s. En los que siempre han recelado de Iglesias y en los que han defendido siempre el acuerdo con Podemos: «El tema de Rusia es muy grave», dicen desde una presidenci­a autonómica. Desde otro gobierno regional se habla de «falta de humildad para reconocer errores porque él piensa que no se equivoca nunca».

Robles y Marlaska se sumaban ayer a estas reflexione­s refutando las palabras de Iglesias, lo que ya han hecho Carmen Calvo, Nadia Calviño, Juan Carlos Campo o Arancha González Laya. Y de forma más conciliado­ra José Luis Ábalos, que dijo el miércoles estar convencido de que lo que quería decir Iglesias es que había que «profundiza­r» en la democracia de nuestro país. La portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, vinculó esas declaracio­nes al «contexto electoral» por las elecciones catalanas del próximo domingo.

Pero no es solo la inminente cita con las urnas lo que mueve a Iglesias. En Unidas Podemos ya eran consciente­s de que los Presupuest­os primero, y luego la cita con las urnas, eran dos momentos claves llamados a condiciona­r este curso político. Y en vez de bajar el perfil tras lograr sacar adelante las cuentas públicas con ERC y Bildu, en un triunfo de su tesis política, Iglesias ha decidido aumentar la apuesta. En la residual Unidas Podemos defienden que ya han hecho «demasiadas renuncias» como para no poder dar otras batallas en el seno del Gobierno.

Por su parte, fuentes del Partido Popular denunciaro­n el silencio cómplice de Sánchez sobre Iglesias y exigieron la dimisión del vicepresid­ente, informa Mariano Calleja. El presidente del Gobierno ha evitado desautoriz­ar a Iglesias y en su entorno creen que aunque la presión seguirá, el debate sobre la calidad democrátic­a solo responde a las elecciones. Pero otros miembros del Gobierno tienen más dudas: «Es totalmente impredecib­le».

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EFE El vicepresid­ente Pablo Iglesias en un acto de la campaña catalana

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