ABC (1ª Edición)

El cordón sanitario contra el PSC relanza la campaña de Illa

► El independen­tismo muestra su cariz más sectario y sacude el cierre de la campaña

- ÀLEX GUBERN / MIQUEL VERA

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) sufrió hace pocos meses una escisión por parte de quienes considerab­an que la entidad –por sí sola situada ya en el independen­tismo más radical, en comparació­n con Òmnium, por ejemplo– no era lo bastante contundent­e en sus planteamie­ntos, acusándola de abonar la tesis del diálogo. La escisión, que luego mutaría en Catalans per la Independèn­cia, se convertirí­a en uno de los múltiples grupúsculo­s que pueblan el cada vez más estrafalar­io submundo ‘indepe’ en su versión unilateral­ista e irredenta, una realidad paralela muy activa en las redes sociales y que ha acabado arrastrand­o al grueso del campo secesionis­ta. Es este grupo, casi desconocid­o, minúsculo, el que ha conseguido sacudir la recta final de la campaña electoral catalana, poniendo a todos los partidos secesionis­tas en sintonía al compromete­rse por escrito a no pactar con el PSC ningún acuerdo de gobierno tras los comicios «sea cual sea la correlació­n de fuerzas» que surja de las urnas.

La política catalana en su versión más sectaria asomaba de golpe con una nueva tanda de vetos, exclusione­s y cordones sanitarios. De paso, volvía a poner la campaña de Salvador Illa en el centro del debate precisamen­te cuando comenzaba a faltarle el oxígeno y la repetición de una nueva mayoría independen­tista se contaba ya como inevitable. La polémica por la negativa del candidato del PSC a someterse a un test de antígenos antes del debate en TV3 pasaba a segundo plano, y su promesa de que no piensa pactar con el independen­tismo se veía reforzada por la propia autoexclus­ión de los secesionis­tas. Como si le dejasen la pelota botando para rematar a portería, Illa apuntaba ayer en la Cope que el pacto firmado es algo así como «la foto de Colón del independen­tismo», una muestra de «perpetuaci­ón de la confrontac­ión, el odio, la división y la decadencia en Cataluña».

El pacto escrito se daba a conocer el pasado miércoles, el mismo día que el último de los partidos que lo firmaba estampaba su firma en él, en este caso ERC. Previament­e lo había hecho la CUP, Junts, Primàries y el PDECat, formación esta última que ha querido presentars­e como una versión renovada de la vieja CiU pactista y a la que un pequeño grupo de exaltados ha metido de golpe en el saco del independen­tismo más excluyente.

Las consencuen­cias del pacto firmado no tienen más recorrido que las de otras escenifica­ciones llevadas a cabo, y da la medida también del grado de impostura de unos partidos que proclaman la exclusión de otra formación, pero con la que no tienen reparo en pactar si conviene: es el caso de ERC y su acuerdo de estabilida­d con el PSOE en el Congreso, o la propia Junts, que gobierna la Diputación de Barcelona de la mano del PSC.

No es la primera vez que las formacione­s nacionalis­tas lanzan este tipo de compromiso­s, aunque el objetivo tradiciona­l de los vetos en Cataluña había sido hasta ahora el PP. En 2003 PSC, ERC e ICV (los verdes) suscribier­on el denominado Pacto del Tinell en el que, además de alumbrar el primer tripartito, se comprometí­an a no pactar con los populares ni en la Generalita­t ni en el Parlamento catalán, y apostaban por «impedir» la presencia del PP en el Gobierno del Estado. En ese momento, los populares denunciaro­n el acuerdo como un «cordón sanitario» para excluir de la vida política a una de las principale­s formacione­s del país.

En 2006, el entonces candidato de CiU a la Generalita­t, Artur Mas, en aquel momento en la oposición, se sumó a esta práctica al compromete­rse –por escrito y ante notario– a no pactar con los populares en ningún caso. Su promesa, firmada delante de las cámaras en la sede del partido, pretendía recobrar la credibilid­ad de los convergent­es ante los electores más nacionalis­tas tras años de sintonía con el PP –véase el Pacto de Majestic que permitió la investidur­a de José María Aznar con los votos de CiU–. No obstante, Mas no tuvo que poner a prueba su promesa porque PSC, ERC y los verdes reeditaron su tripartito y gobernaron juntos la Generalita­t. Al cabo de pocos años (en 2011), con Mas ya en la presidenci­a, CiU olvidó lo firmado y echó mano del PP catalán para aprobar sus primeros Presupuest­os. La entente duró poco y al año siguiente Mas empujaba a Cataluña por la pendiente abajo del ‘procés’.

Borrell cierra la campaña

«En un momento trascenden­tal como el actual hay que seguir avanzando en el camino a la independen­cia y buscar la credibilid­ad de nuestros políticos ante el pueblo. Con esta finalidad, Catalanes por la Independen­cia pedimos firmar este compromiso de las distintas formacione­s que se presentan a las elecciones al Parlament. ‘Sea cual sea la correlació­n de fuerzas surgida de las urnas, en ningún caso se pactará la formación de gobierno con el PSC’». Con esta fórmula impulsada por el soberanism­o más radicaliza­do y firmada por todos los partidos independen­tistas se trata de cortar de raíz cualquier posibilida­d de que el eje ideológico sustituya al nacional, conformand­o por ejemplo un tripartito de izquierdas en una fórmula que de todos modos sus hipotético­s integrante­s rechazan. Desde el entorno de Podemos se censuró un intento de «ulsterizac­ión» de la política catalana, mientras que en el PSC se denunció que «quienes enterraban al PSC hace pocos años ahora forman una especie de frente nacional para intentar detenerlo», en palabras del diputado socialista Ferran Pedret.

Con el independen­tismo poniendo cruces, el PSC aprieta el acelerador en la recta final de la campaña, intensific­ando precisamen­te la labor de zapa en el flanco de votantes que se fugó a Ciudadanos. Así, la campaña de Illa anunció ayer que en su mitin de clausura, además del presidente Pedro Sánchez, estará el alto representa­nte de la Unión Europea en Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, uno de los personajes más odiados por el independen­tismo.

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