Más allá de las modas
La Fonda Lironda
Cuando se cruza la puerta de La Fonda Lironda, en la calle de Génova, se tiene la sensación de entrar en uno más de esos sitios de moda que proliferan en Madrid en los que lo más importante no es la comida sino la decoración y un tipo de público más pendiente de ver o ser visto que de los aspectos gastronómicos. Sin embargo, en este restaurante, inaugurado hace algunas semanas, no se come nada mal. Algo que se entiende perfectamente cuando se sabe que el responsable de la cocina es Hugo Muñoz Marina, un cocinero de mucho nivel que, junto con Sergio Palomares, es el director culinario del grupo Carbón Negro (propietario de Carbón Negro, Umo, Castizo y A Brasa), al que pertenece este nuevo establecimiento. Se trata por tanto de un sitio pensado para contentar a todo tipo de público, desde el que sólo busca un sitio de moda hasta aquel al que lo que de verdad le importa es comer bien. El local permanece abierto todo el día, desde el desayuno hasta la hora de cierre nocturno, tan variable en estos tiempos. Por la tarde se imponen los cócteles creativos de Carlos Moreno, que también pueden tomarse como aperitivo antes de la comida. Notables el de vermut y la versión del bloody mary. La Fonda Lironda cuenta con un buen equipo de sala, especialmente amable, y detalles cuidados, entre ellos la cada vez menos habitual presencia de manteles de tela en las mesas que se une a una atractiva decoración y a la luminosidad que aportan los grandes ventanales.
La carta gira en torno a la parrilla, aunque no se limita a ella. Platos que se mueven dentro de la tradición, aparentemente sencillos, de los que gustan a todos. Para empezar, estupendas las ostras francesas con un logrado aliño cítrico (5 € cada una) y muy bien la ensaladilla rusa (12,50), a la que se le pueden añadir extras de tartar de atún (5,50) o de caviar (15), absolutamente innecesarios. Notables también las croquetas de jamón (9), muy cremosas. De las brasas llegan dos platos de verduras: puerros asados cubiertos con una vichissoise de la propia hortaliza, bastante dulzona, queso zamorano y trufa negra (12), y una menestra de verduras (15) demasiado inconexa. Y también de la parrilla un buen rapito (28) con una conseguida bilbaína que se emulsiona con su propio jugo. Pero entre los principales la estrella es el solomillo de vaca salteado a la sartén con ajos y romero (25), excelente en su sencillez. Se acompaña con patatas bien fritas (5) y pimientos rojos asados al carbón (6,50). Los postres mantienen el nivel, sobre todo el estupendo flan cremoso. La bodega, no muy amplia, combina clasicismo con algunas referencias poco habituales y precios ajustados.