EKATERIMBURGO
¿Quién iba a protestar por que el Príncipe Felipe fuera a Lakefield?
DICE Garci que este es el siglo de la estupefacción. Y estupefacción me causa la pataleta por los estudios en Gran Bretaña de la Princesa de Asturias. ¿Les parecería normal, que pudiendo permitírselo, unos padres no mandaran a sus hijos al extranjero? Fuera de algún patán con dinero, se piensa en la mejor educación para los hijos, en proporcionarles las mejores herramientas, en que conozcan gente, como Candela Peña le dijo a Luz SánchezMellado. Y luego, asunto mollar pero no tanto, está el hecho de que sea la heredera de la Corona. Cómo han cambiado las cosas. ¿Quién iba a protestar por que el Príncipe Felipe fuera a Lakefield? Y luego a Georgetown. Forma parte del privilegio de podérselo permitir, pero también del diseño de una educación adecuada para un heredero. ¿Van a protestar cuando la Princesa de Asturias vaya a las academias militares? ¿Para qué pregunto?
El otro día, Ramón Espinar, una de esas lumbreras de Podemos, tuiteó: «Es simpática la gente que sigue creyendo que habla tres idiomas porque se lo ha currado y no como indicador inequívoco de su posición social. Es la adhesión emocional más común al rollo Andorra: ‘lo que tengo me lo he currado’ ergo ‘si no tienes, no te lo has currado’». El que se compró un piso de veinteañero. Claro que es más fácil que hables tres idiomas por los colegios y los campamentos a los que te han mandado, pero claro también que hay gente que se lo ha trabajado. Pero sí, el mayor privilegio es ir a buenos colegios. Ya me gustaría a mí haber ido a ese colegio de Gales. Digo más, haber ido al terrorífico Gorndonstoun escocés o al alemán Schloss Salem de la reina Sofía. Felipe de Edimburgo, qué tío, fue a los dos. «La libertad no es enemiga de la disciplina», sostenía Kurt Hahn, el ideólogo del colegio alemán (aunque él decía que el ideólogo era el Platón de ‘La república’). Madrugar, correr, comer poco, limpiar, estudiar, garantizar «independencia moral, bienestar físico y la capacidad de discernir entre el bien y el mal». Qué cosas, di esto a los imbuidos del espíritu de Ekaterimburgo.