LA RESACA
Las cosas se han complicado para todos, empezando por Sánchez, que se ha comprometido a negociar con unos nacionalistas crecidos y reforzados
ESA acidez pútrida que desde el estómago inunda todo el cuerpo al despertar la mañana siguiente, tras una noche de copas celebrando, debieron sentirla cuantos comprobaron que no había mucho que celebrar en las elecciones catalanas. La realidad no se deja manipular como la mente intoxicada por mentiras y fantasías. Salvador Illa ha llevado al PSC a la victoria, pero no al gobierno de la Generalitat, al alcance de los independentistas. Que a su vez dependen de Pedro Sánchez para lograr sus objetivos. Pero Sánchez, en vez de tener un tripartito en Cataluña como en Madrid, PSOE-ERC-Podemos, se encuentra con un bloque independentista, ERC-Junts-CUP, mucho más duro y exigente.
Total, que el tan jaleado Iván Redondo ha hecho un pan como unas tortas, y no de comer, sino de bofetadas. Incluso no pueden celebrar que la derecha haya sido descabezada, pues ha renacido en un nuevo partido que será todo lo extremista que quieran, pero que consigue atraer a los hartos de mentiras, zancadillas, falsas promesas y desinterés por los problemas de los más necesitados. Aparte de que a Vox lo creó la agresividad separatista más que la pasividad del PP. Mientras el ‘voto invisible’ de quienes no votaron, ¡25 puntos menos que en 2017!, cuestiona el triunfo de Illa y el de los secesionistas. Lo atribuyen al miedo a la pandemia. Pero podían haber votado por correo, como tantos, y no lo hicieron. Eran descontentos.
«El cambio ha llegado a Cataluña», proclamó Illa al conocerse los resultados. Ha llegado, pero no es el que esperaba. Las cosas se han complicado para todos, empezando por Pedro Sánchez, que se ha comprometido a negociar con unos nacionalistas crecidos y reforzados, cuando pensaba que iban a comerle en la mano. La CUP, ese pequeño partido que cierra la bóveda secesionista, ya ha puesto sus condiciones para llegar a acuerdos: amnistía de los presos (no simple indulto), referéndum de autodeterminación, rescate social y economía ecológica. O sea, todo. Sánchez, con la osadía y falta de respeto a la realidad que le caracteriza, ha dicho que el triunfo de los independentistas le autoriza a negociarlo. Lo dudo, aunque no soy experto constitucionalista. Pero estoy seguro de que no le autoriza a ceder todo eso, especialmente lo que afecta a la soberanía nacional. Y más seguro aún estoy de que intentará engañarles, como al resto de los españoles, incluidos los de su partido, hasta que se le presente la oportunidad de salirse con la suya.
¿Recibiremos los fondos de reconstrucción europeos con una España que une nuevos problemas a los viejos? Se admiten apuestas.