La OTAN dispara su gasto en defensa tras los años de presiones de Trump
∑Aunque cambia el tono, Biden sigue con las mismas prioridades de antes y pide a los socios europeos que suban la partida presupuestaria militar
Con Joe Biden, los socios de la Alianza Atlántica se han dado cuenta de que el estilo es diferente, pero la sustancia es la misma. Como en la era Trump, la Casa Blanca sigue empeñada en que los socios paguen más en defensa y en elevar a China al mismo nivel de amenaza estratégica que representa tradicionalmente Rusia. Es más, el nuevo Gobierno de Estados Unidos es plenamente consciente de que la estrategia de mano dura del expresidente republicano, con sus constantes provocaciones y sus agitadoras amenazas con retirarse del pacto de defensa mutua, ha dado unos resultados a ojos de Washington óptimos: en cuatro años, los socios de EE.UU. dentro la OTAN han añadido 50.000 millones de dólares (41.000 millones de euros) a sus presupuestos de defensa.
En su estreno en un foro internacional, una ministerial de la OTAN mantenida de forma virtual el miércoles, el nuevo jefe del Pentágono, Austin Lloyd, reafirmó el compromiso de EE.UU. con sus socios pero volvió a sacar el manido tema de la inversión en defensa, una vieja exigencia de un Washington cansado de ser la fuerza militar disuasoria de los otros 29 miembros de la Alianza. Según dijo después el portavoz de Lloyd en rueda de prensa en el Pentágono, la prioridad del nuevo Gobierno es que la OTAN «siga fuerte militarmente, coja fuerza políticamente y asuma un enfoque mucho más global».
Pero no es sólo el nuevo ministro de Defensa estadounidense. El propio presidente Biden, en su primer gran discurso en un foro internacional –cumbre de seguridad de Múnich, también mantenida de forma virtual– tras reiterar el compromiso de Washington con sus socios militares, sacó a relucir el tema de la inversión en defensa. «Seguimos apoyando el objetivo de una Europa unida, libre y en paz. EE.UU. está plenamente comprometido con nuestra alianza de la OTAN y veo con satisfacción la creciente inversión de Europa en las capacidades
España, en la cola
EE.UU. invierte un 3,8% de su PIB en la OTAN; Grecia un 2,5% y, sin embargo, España no llega al 1%
militares que permiten nuestra defensa compartida», dijo. Es decir, en otras palabras, el camino emprendido por Trump es el adecuado.
50.000 millones
Según una estimación del ‹think tank› conservador Heritage Foundation, del que salió una buena hornada de funcionarios de la Administración Trump, hoy por hoy los socios de la OTAN que no son EE.UU. gastan conjuntamente 313.000 millones de dólares anuales en defensa. En 2016 esa cantidad era de 262.000 millones. Son 50.000 millones más. Según Daniel Kochis, investigador en Heritage, «el presidente Trump puso un énfasis significativo en la necesidad de aumentar el gasto en defensa entre los aliados de la OTAN, y los datos más recientes sugieren que sus esfuerzos están dando frutos». «Es posible que EE.UU. permanezca completamente comprometido con la defensa colectiva de la OTAN y aliente a sus aliados a aumentar el gasto en defensa para impulsar la preparación y financiar capacidades muy necesarias. Se necesita hacer más trabajo, pero los datos recientes de la OTAN muestran una continuación de la reinversión en defensa para algunos aliados», añade en su análisis.
En 2006 los treinta socios de la OTAN acordaron que en 2024 invertirían el equivalente de un 2% de su PIB a defensa. Este año prevén cumplir ese objetivo diez de ellos, seis más que cuando llegó Trump: Estonia (2,38%),
Francia (2,11%), Grecia (2,58%), Letonia (2,32%), Lituania (2,28%), Noruega (2,03%), Polonia (2,30%), Rumanía (2,38%), Reino Unido (2,43%) y EE.UU. (3,87%). España no llega al 1%. Otro compromiso firme, del que se habla menos, es que esos países deben destinar al menos un 20% de su presupuesto de defensa a adquirir y mejorar equipamiento bélico.
En la guía presentada el mes pasado por una comisión creada por el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, se habla efectivamente de una nueva era, forzada por las duras críticas de Trump y por unas polémicas declaraciones del francés Emmanuel Macron en 2019 (dijo que la OTAN estaba en «muerte cerebral»). Tres son los grandes desafíos de esta nueva etapa que comienza ahora. El primero y principal sigue siendo Rusia, la razón por la que existe la OTAN, ya que esta alianza se creó en 1949 para contener las crecientes ansias expansionistas de la difunta Unión Soviética. A este se le superpone la llamada guerra híbrida, la amenaza cibernética en forma de hackeos y desinformación para desestabilizar procesos electorales. Y finalmente, el problema en auge: China.
Dice el informe que la OTAN sobre el régimen comunista que debe «incrementar la coordinación política sobre China; incorporar atención al desafío de China en sus estructuras existentes, establecer un organismo consultivo para reunir a los aliados y otros actores para el intercambio de información sobre China, desarrollar una estrategia política para acercarse a un mundo en el que China será cada vez más importante; y a la vez mantener un diálogo político abierto con China que demuestre que la OTAN no tiene problemas con el pueblo chino».