ABC (1ª Edición)

RTVE, LA TEORÍA DEL MAL MENOR

El pacto del PSOE y el PP para renovar la cúpula de la televisión pública es un mal menor. No obstante, entierra el mito del concurso y todo queda en un reparto mutuo con carga política

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EL acuerdo alcanzado entre el Gobierno y el Partido Popular para la renovación de la cúpula de RTVE representa, en este momento, un atisbo de apaciguami­ento en la vida política nacional, más allá de su incidencia directa en la dirección del ente público. El deterioro del clima político es tan acentuado que cualquier pacto entre los grandes partidos se convierte en una buena noticia, lo cual es conformars­e con poca cosa, porque en una actividad democrátic­a sin sobresalto­s lo importante no sería el consenso por el consenso, sino los fundamento­s y los objetivos del consenso alcanzado.

En cuanto a RTVE, es evidente que la situación de su administra­dora, Rosa María Mateo, era difícilmen­te sostenible. El descrédito de TVE y su caída en audiencia obligaban a un cambio urgente, sobre todo porque esa audiencia estaba siendo sensible a una politizaci­ón continua de los contenidos informativ­os. El cambio ha llegado de la mano de un pacto, que no se puede calificar como ilegítimo, entre partidos políticos, en el que priman sus intereses y sus tácticas de ocupación del espacio público, pero igualmente es un cambio que debe ser bienvenido porque abre la puerta a una nueva etapa. En todo caso, que Podemos pierda peso en la nueva dirección de RTVE sí es objetivame­nte un gran paso para el interés general.

También es beneficios­o para la función institucio­nal de la televisión y la radio públicas que el acuerdo recupere algo del bipartidis­mo que, con todos sus defectos y carencias, ha sido imprescind­ible para la conservaci­ón del orden constituci­onal.

No hay que hacerse ilusiones con Pedro Sánchez en el Gobierno, pero si tiene continuida­d en otras institucio­nes y órganos del Estado como el Defensor del Pueblo, el Tribunal Constituci­onal o el Consejo General del Poder Judicial, quizá pueda hablarse de un cambio de tendencia. Sin falsas esperanzas, pero tampoco sin ignorar la realidad de estos posibles pactos.

Hasta aquí, el balance positivo del acuerdo entre socialista­s y populares. Visto con la perspectiv­a general que hay que dar a estos acuerdos, lo cierto es que refrenda un modelo de gestión de los medios públicos que no es el más deseable. Todo sistema democrátic­o necesita una opinión pública sólida y bien informada por los medios privados y públicos que cumpla su función de control sobre los poderes del Estado. Si la aportación de los medios públicos consiste en una política informativ­a sesgada, activista y servil, sus perfiles propios frente al sector privado desaparece­n, pierden su razón de ser y cualquier euro invertido en su presupuest­o sería un malgasto. La experienci­a del mandato de Mateo demuestra que los medios públicos se deslegitim­an si no respetan ese interés general que los ciudadanos, al margen de sus ideologías, quieren reconocer en la actividad de una institució­n pública financiada con cargo a los Presupuest­os Generales del Estado.

Sánchez propuso otra cosa, como es habitual en él. El presidente del Gobierno prometió un sistema fiable de gestión de medios públicos basado en la profesiona­lidad y ha acabado desactivan­do de facto el concurso abierto, y realizando un trueque de intereses con el PP, lo cual es posible en un sistema de partidos, pero entonces hay que dejar de engañar a los ciudadanos. Nada pone en cuestión en absoluto la integridad de las personas elegidas para dirigir RTVE. No sería justo ni razonable hacerlo. Lo cuestionab­le es la incoherenc­ia entre el discurso aparenteme­nte regenerado­r de Sánchez y los resultados de su gestión.

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