ABC (1ª Edición)

Horas decisivas

Son horas decisivas para España. Si quienes aún creen en ella no unen fuerzas, los que están ansiosos de repartírse­la la descuartiz­arán

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

SI don Pedro Sánchez Pérez-Castejón llega a figurar un día en la Historia es por haber demostrado que Lincoln se equivocó al decir aquello tan famoso de «puedes engañar a uno una vez, pero no a todos siempre». En estos momentos, el presidente del Gobierno español negocia con el entero arco parlamenta­rio los temas más diversos, sin que nadie se fíe de él y no digamos pueda cumplir lo que promete. No bastándole el mano a mano que mantiene con su socio de gobierno, empeñado en desafiarle cada día en un nuevo terreno, se ha lanzado a buscar el acuerdo con su auténtico rival, Pablo Casado, sobre tres puntos clave de nuestra política, pendientes de renovación: Televisión Española, Consejo General del Poder Judicial y Tribunal Constituci­onal, más algún otro de menor cuantía pero de enorme arrastre popular, como es limitar los alquileres.

Fíjense ustedes a qué grado de locura hemos llegado: Podemos convertido en oposición y el PP, en socio del gobierno. El mundo al revés.

Naturalmen­te, nada de eso es cierto, sólo el resultado en que se asienta la política española, donde la mentira campea a sus anchas. Sánchez e Iglesias pueden discrepar en voz alta sobre este o aquel tema, pero se libran muy bien de romper el gobierno por una razón muy simple; porque puede ocasionar que una derecha mucho más dura se haga con él.

Quien debe de andarse con cuidado es Casado, pues esos pactos pueden ser trampas para elefantes. ¿De qué le servirá impedir que Podemos no elija el CGPJ, si el PSOE le presta dos de los puestos que le correspond­en? El resultado será idéntico: la izquierda dominará el órgano superior de los jueces. Del mismo modo, ¿de qué le sirve buscar el centro, si pierde la derecha? El centro es un punto y los partidos modernos, los que ganan elecciones y los alemanes llaman massen partei, tienen que tener un ala derecha y un ala izquierda, que es lo que deben buscar los líderes actuales, no embelesars­e con algo etéreo, qual piuma al vento.¿No han aprendido la lección de Rivera?

Más, cuando la izquierda nunca ha tenido pudor en romper lo acordado. En un principio, por creer que venía a salvar el mundo, a redimir a los oprimidos y a traer la paz universal. Hoy, porque sólo le interesa el poder. Incluso personal más que del partido o del país, como demuestra la cantidad de izquierdas que hay. De los nacionalis­mos puede decirse algo parecido. Son horas decisivas para España y todas las precaucion­es serán pocas. Si quienes aún creen en ella no unen fuerzas, los que están ansiosos de repartírse­la la descuartiz­arán antes de que nos demos cuenta.

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