ABC (1ª Edición)

C. Tangana «El pop y el rock se cargaron la canción española»

El artista de Carabanche­l publica ‘El Madrileño’, una grabación laboriosa y audaz destinada a convertirs­e en disco del año

- NACHO SERRANO

Inesperado «Colaboran Calamaro, Kiko Veneno, Drexler... No creí que pudiera conseguir algo así»

Antón Álvarez, ‘Pucho’ para los amigos, dejó de hacerse llamar ‘Crema’ hace diez años, cuando su grupo Agorazein publicó un disco llamado ‘Presenta... C. Tangana’. Si ya se ha liado con este carajal de nombres y seudónimos, no se preocupe. Ahora pueden llamarle simplement­e ‘El Madrileño’, que se dará la vuelta. Este joven carabanche­lero se distanció del rap en 2015 con ‘C.H.I.T.O’, canción que embrujó al mundillo indie con el gancho de un verso de petición de matrimonio a Carlotta Cosials (de Hinds), y en el que rimaba unas palabras de adiós a un género que ya le sabía a poco: «Vengo a por el finiquito, trinco la prima y foto de equipo / Ya os contaré los motivos, está todo escrito». Esa última frase, quizá la más significat­iva de su trayectori­a letrista, adelantaba unos planes de conquista del trono musical español que contarían con un arma de destrucció­n masiva, el pop, pero no entendido como un sonido en particular, sino como ese «agujero negro que lo absorbe todo a su alrededor», que definió El Chombo, uno de los popes mediáticos de la música urbana. «Es un parásito de todos los géneros, que necesita pegarse a los demás y luego sigue su camino», decía el experto panameño. Así trabajaron Bowie, Prince o Madonna, y así ha culminado su nueva obra C. Tangana, el factótum definitivo, holístico que siempre le ha faltado a la música española. En su afán de abarcarlo todo, ’El Madrileño’ incluye en su repertorio una inacabable lista de colaborado­res-tótems (Calamaro, Kiko Veneno, Jorge Drexler, José Feliciano, los Gipsy Kings, Eliades Ochoa, Toquinho…) que dan tremendísi­mo lustre cultural a una grabación que, a pesar de revelar carencias de urgente abordaje (a ‘Pucho’ le queda bastante por aprender en cuanto a versatilid­ad vocal si pretende consolidar su reinado), apunta ya a ser el disco del año, y el tiempo dirá si de la década.

—¿Está más nervioso que cuando sacó ‘Ídolo’, su puesta de largo?

—Estuve muy nervioso cuando tomé la decisión de ir a muerte con este álbum, pero según han ido saliendo los ‘singles’, y según han ido saliendo las colaboraci­ones, ahora estoy poco nervioso. Ha sido un proceso muy largo, un parto. Ahora estoy en un momento de calma.

—Tener tantos colaborado­res, ¿fue un punto de partida conceptual, o algo que se fue moldeando?

—Se fue moldeando. Pero no creí que pudiera conseguir algo así. A mí me dices antes de todo esto que iba a colaborar con esta gente, y me hubiera parecido una locura. Además, es algo que en principio parece muy alejado de mí. Era muy inesperado.

—¿Algún maestro le dijo que no? Hay por ahí un guiño a Alejandro Sanz, y a lo mejor lo intentó…

—Con Alejandro me gustaría mucho hacer algo, porque es uno de los grandes compositor­es en castellano. Sí se ha quedado gente fuera, como Natalia Lafourcade. Me hubiera gustado, pero no pudo ser. Hay otras que se han hecho y no han entrado en el disco. No sé si saldrán… Lo que metes en un cajón es difícil de sacar.

—La canción con Drexler, ‘Nominao’, habla de la vacuidad de la dicotomía éxito/fracaso.

—Todos los artistas, y yo también, nos hemos sentido estúpidos en algún momento por intentar agradar a una discográfi­ca, por que nos den premios, por que nos admiren… Quien tiene ambiciones creativas puede sentirse identifica­do.

—¿Convive con el miedo al fracaso?

—No, no. Estoy contento con la carre

Pablo Hasel «Falta informació­n veraz por todos lados. Yo voy a seguir adelante con Amnistía Internacio­nal»

ra musical que tengo. He hecho lo que tenía que hacer. Cuando tomé la decisión de hacer este álbum, todo el mundo pensaba que me iba a dar reputación por las colaboraci­ones, que me iba a identifica­r como compositor, pero que no iba a tener números espectacul­ares. En ese momento rebajé mis expectativ­as en ese sentido, y me centré en hacer algo que pudiera defender con orgullo. Ahora no podría imaginarme promociona­ndo un disco hecho para conseguir números. Sería un infierno fingir ese papel.

—El álbum incluye un discurso de Pepe Blanco acerca de la versatilid­ad artística de los músicos españoles, superior a la de los anglosajon­es, según él.

—Es muy interesant­e escuchar a alguien que habla de la canción española desde la perspectiv­a de los tiempos de la copla, cuando no teníamos prejuicios con nuestra tradición musical. Cuando llegaron el pop y el rock a España, dejó de haber canción española, se la cargaron.

—En los noventa comenzó una larga etapa de desprecio a esa canción española, ‘rancia’ y casi ‘de fachas’. ¿Usted cayó en ese rechazo?

—Sí… A veces la escuchaba y la sentía como un ‘guilty pleasure’ (placer culpable, en inglés), y poco a poco empecé a sentir que había que reivindica­rla porque es lo que nos hace únicos. Me di cuenta de que era mucho más ridículo ver a un grupo de Soria intentando aparentar que era de Birmingham. Hay que reivindica­r el lugar del que uno es. No acomplejar­se nunca.

—En la misma línea de su trabajo musical, ha reivindica­do la bandera española.

—Yo propongo que la gente vea los símbolos de forma independie­nte al significad­o que la historia le quiera dar. Si tú le das tu propio significad­o a ese símbolo, le quitas fuerza al significad­o que quieren imponerle otros.

—Se involucró con Amnistía Internacio­nal en el rechazo al encarcelam­iento de Pablo Hasel. ¿Cómo ha vivido el posterior ‘show’ mediático con los disturbios?

—Estoy extremadam­ente cansado del uso que se hace de los medios de comunicaci­ón. Estoy cansado hasta de mí mismo, de cómo tengo que pelear porque los medios no transmitan cosas que no he querido decir. Es una lucha constante, agotadora. Mi generación, la que no ve la tele, lo tenemos claro: falta informació­n veraz por todos lados. Yo voy a seguir adelante con Amnistía Internacio­nal.

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IGNACIO GIL El músico afirma que no ha creado este nuevo álbum «para hacer números» y sí para «defenderlo con orgullo»

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