Mucho artefacto, pero poca maquinación
En las últimas décadas, el cine austríaco sabe ir a contrapelo, de Haneke a Ulrich Seidl, y es áspero y reflexivo en su modo de enfrentar la realidad. La directora Sandra Wollner (tiene solo una película anterior, ‘The imposible picture’, y desconocida aquí) aborda ahora un asunto que es al tiempo ‘realidad’ actual y ciencia ficción: la convivencia con la máquina, con el androide, algo que el cine ha tratado en muchas ocasiones pero con perspectiva futurista. Nada en la ambientación de la película nos sugiere otra cosa que presente y el guion escoge como punto de vista y de referencia a Elli, con aspecto infantil al estilo de aquel Haley Joel Osment de ‘Inteligencia Artificial’, de Spielberg, pero con ciertas reminiscencias en su ‘alma’ del Prometeo de Mary Shelley. La oscuridad de esta película reside en los sentimientos del androide y en su condición de compañía, aquí como una niña de unos diez años que llama papá al hombre con el que vive y cuya relación se encarga la cámara, el subtexto y la meticulosa captura de palabras, actos y miradas de convertir en materiales equívocos y de recelo. Wollner enturbia el significado, descoyunta tiempos, sueños y palabras, y le da un carácter retorcido a lo que vemos o intuimos, de tal modo que no es difícil quedarse fuera de la historia, mirándola y poco más, empapados de su frialdad y confundidos entre su polisemia y sus tramos de opacidad y negrura, como instalados en el propio interior deshabitado de la protagonista. Algo más de luz y maquinación le hubiera ido bien al artefacto.