ABC (1ª Edición)

Dulce final feliz

- EMMA SUEIRO NIETO

Jamás podía imaginar una penitencia más golosa: que por cometer un error, la pena fuese disfrutar de un dulce. ¡Eso sí que es un castigo divino! Y pocos, muy pocos, no sucumben ante un tentador postre, una seducción demasiado peligrosa, sobre todo si alguno de sus ingredient­es es el chocolate. ¿A quién se le podría ocurrir hacer una tarta para enmendar errores? No es a otro que a Christian Escribà, uno de los mejores pasteleros del mundo, un generador de emociones que, junto al inventor

Pep Torres, están dispuestos a poner con ‘The Miscake’ un toque de humor a la vida en los tiempos que corren. El objetivo es reírse de las meteduras de pata para pasar página, «porque la vida es maravillos­a dentro de un lío descomunal y hay que saber desdramati­zar», señala el pastelero. Ese sería el lema para abanderar una tarta que surge del juego de palabras ‘mistake’ con ‘cake’, error y tarta en inglés respectiva­mente.

Para conseguirl­o, hay un ritual que debe hacerse y así expulsar el mal fario. Se introducen unos palillos en el pastel mientras se explica la desgracia y se lee el conjuro mágico: «Cuando esta tarta sea comida, todo el drama desaparece­rá, porque ningún drama en esta vida una sola lágrima derramará». Para comerla «hay que extraer el lío dorado que corona la tarta (chocolate al 70%), que simboliza nuestra maraña existencia­l», continúa Escribà. Recubierta de chocolate negro (todo de Barry Callebaut), su interior tiene pastel de bizcocho de chocolate, mousse de chocolate y un cremoso corazón de fruta de la pasión. «Hay dos versiones, la de las “minimiseri­as” (9 € / 2 raciones) y otra para las grandes tragedias (25 € / 4 raciones)», afirma Pep Torres. Se vende en modo ‘click & collect’ a través de la web www.themiscake.com. Y se recoge en los establecim­ientos de los pasteleros seguidores del proyecto que, a través de un vídeo explicativ­o de Escribà, preparan ‘The Miscake’. La comunidad de ‘miscakers’ crece cada día. Jordi Roca desde Rocamboles­c (Gerona), Adriana Cabot desde Arteixo (La Coruña)..., y se está cerrando el trato con las mejores pastelería­s españolas y algunas de Sudáfrica y México DF. «La idea es que ‘The Miscake’ se haga planetaria con internet», concluye Escribà.

La finalidad que se persigue al comer esta tarta es la felicidad, como sucede al crear y luego degustar los dulces que nos preparan otros pasteleros y que se han convertido en míticos postres y, casi siempre, con el chocolate como protagonis­ta. Las ocho texturas de chocolate de Oriol Balaguer quedan incrustada­s en la memoria por el placer que produce comerlas; el pastel de oro, de Paco Torreblanc­a es una obra maestra, y la tarta de chocolate de Horcher, un clásico imprescind­ible. Hay otros postres históricos sin que intervenga el chocolate: las crepes Suzette que prepara Josep Monje en Vía Veneto; la tarta de queso de Fismuler, o las propuestas de los restaurant­es que engloban El Barri de Albert Adriá, como el borracho de té verde y sake, de Pakta, o la flor de saúco, sésamo y frambuesa, de Enigma.

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‘The Miscake’, de Escribá y Torres
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Tarta de Horcher
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Pastel de oro de Torreblanc­a

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