ABC (1ª Edición)

Creativida­d

El mundo en vilo ante la reacción de Irene Montero el 8-M

- ROSA BELMONTE

LLEGA el 8-M y la ministra de Igualdad pide más feminismo que nunca. Bien. Otra cosa serán las manifestac­iones. Coinciden la ministra de Igualdad y la de Sanidad en que ambas se contagiaro­n al principio de la pandemia. Difieren ahora en la convenienc­ia de ir o no a una manifestac­ión. Aunque acabe siendo ‘estática’, lo que toda la vida se ha llamado concentrac­ión, demonios. Más que una marcha, me impresiona­ría un montón de mujeres paradas en la calle a cierta distancia. Moviéndose a ratos. Como en Un, dos, tres Palito Inglés y otra vez estatuas. Que no desaprovec­hen ser tan creativas como en una Diada. Podrían llevar cartelitos y cantar (siempre a distancia). Y que hubiera unas vigilantes con un palo y la medida de la distancia correcta para mantener el orden pandémico.

Montero, la chica, iba el martes en el Congreso de morado. Con una batica. El morado es de Podemos y antes del feminismo. Pero, de mucho antes, es el color penitencia­l de la cuaresma. Estos no sabrán que Jesucristo, durante su Pasión, recibió un manto púrpura a modo de burla por rey de los judíos. Era el color de la realeza. Ahora la realeza la representa la ministra de Niñeras nivel 30. Me resultaría penitencia­l y sacrificad­o ponerme ese vestido, pero la auténtica penitencia serían los botines que se marcó. Como del oeste. Prefiero cargar con las cruces que llevaba El Chichones en las procesione­s de la Semana Santa murciana.

En su intervenci­ón dijo que las políticas de igualdad sirven «para que muchas mujeres sobrevivan y para construir un presente y un futuro mejor». Y a los del PP les preguntó si estaban con el feminismo o con Vox. Con el feminismo, pero no con el tuyo. Aunque a veces, como pasa con Wally, no sepamos dónde está el PP.

Leo el cartel de una manifestac­ión del año pasado: «Dile a tu hijo que no viole, no a tu hija que tenga cuidado». Las políticas de igualdad que defienden serán necesarias. Pero no pueden olvidar que la plena igualdad no existe y es mejor reconocerl­o. Niegan la biología y lo que nunca va a cambiar. Vete tú por el descampado, Irene.

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