Víctimas y oposición critican la propaganda de Sánchez con la destrucción de armas de ETA
Tampoco acudieron a la invitación los ministros de Podemos ni la oposición
En algún momento de este viernes –preferentemente a mediodía, siguiendo la tradición de estos meses–, el Ministerio del Interior dará los nombres de los cinco o seis presos etarras que esta semana se ha decidido que sean acercados al País Vasco. Van 147 desde 2018. Con toda probabilidad, varios estarán cumpliendo penas altas por delitos de sangre y se habrán negado a decir lo que saben de colegas asesinos y los atentados de su tiempo. Puede que incluso alguno empuñara en su día una pistola, un subfusil o un revólver de las más de mil armas incautadas a la banda que ayer fueron destruidas en un acto en el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, habló de que hay que «luchar contra la desmemoria» porque recordar –dijo– es «más que un acto de respeto: un ejercicio de dignidad, de humanidad y de justicia. Un deber moral».
Se trataba de eliminar ayer 1.337 armas de fuego intervenidas a ETA y los Grapo que la Audiencia Nacional ordenó aniquilar allá por 2016. Y se hacía en un acto público y simbólico, único y primero de esta especie en Europa, proclamó Sánchez después de que una máquina apisonadora aplastara trabajosamente un arsenal viejuno convenientemente dispuesto en un patio para dar buen plano a las cámaras de televisión. Ningún exjefe del Ejecutivo, siquiera José Luis Rodríguez Zapatero, aceptó la invitación para presenciar tan inédita ceremonia. A la que tampoco acudieron ministros de Podemos ni la oposición ni parte de las asociaciones de víctimas.
Pedro Sánchez insistió: en Europa, los grupos terroristas se van borrando, se difuminan, «pero nunca se escenificó así la destrucción, por eso este acto tiene tanto valor». Un «grandísimo significado», también dijo. «Quien entrega las armas acepta la derrota –sentenció–, se levanta acta aquí por primera vez de la derrota de ETA». Pasó por alto el presidente que los etarras jamás «entregaron» las armas, como luego reprocharía Covite, sino que fueron las fuerzas de seguridad quienes se las arrebataron operación tras operación.
Mensajes manidos
En su alocución, Sánchez rindió los habituales mensajes a las víctimas, por su parte descreídas de una coalición de Gobierno que considera a Bildu, los herederos de ETA, «en la dirección del Estado». «No podemos recuperar vidas ni destruir el pasado negro, pero sí luchar contra la desmemoria, acabar con el miedo y seguir construyendo el cambio de la paz y la dignidad», les transmitió, junto a promesas de «reparar el dolor sufrido» o «arrojar luz» sobre los crímenes no resueltos del todo. Ni palabra sobre su política penitenciaria con los presos de la banda o la intención de despenalizar los homenajes que se siguen dedicando a los excarcelados.
Previamente, el director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria, Florencio Domínguez, sí recordó las asignaturas pendientes: que queda «la obligación moral de deslegitimar socialmente el terrorismo y de reconocer el sacrifi
cio de las víctimas, que constituyen la referencia ética y simbolizan la libertad y el Estado de Derecho frente al terrorismo».
Trapero, entre los invitados
Entre los presentes al evento de corte antiterrorista que protagonizó Sánchez sí estuvieron seis de sus ministros –Interior, Exteriores, Justicia, Defensa, Política Territorial y Educación–, representantes del Poder Judicial y de los cuerpos de seguridad del Estado y autonómicos, incluido el mayor de los Mossos, Josep Lluis Trapero.
Desde el PP, su portavoz, Cuca Gamarra, lamentó que «no hay propaganda ni apisonadora que tapen la indignidad de los pactos con Bildu para estar en Moncloa».