ABC (1ª Edición)

La ira desviada

En España impera un populismo demagógico que convierte a Pablo Hasel en una víctima y a la monarquía democrátic­a en el objetivo a batir

- CARLOS HERRERA

EL mismo día en que España se acercaba de nuevo a los seis millones de personas sin empleo, el asunto que encendió tertulias y activó a brigadista­s de la moralidad pública fue la vacunación de las Infantas durante una visita a su padre en Abu Dhabi. No esquivaron ninguna cola ni desobedeci­eron ninguna disposició­n administra­tiva, no privaron a ningún español de su vacuna, ni se beneficiar­on de ningún dinero público. Al parecer cometieron un gravísimo atentado contra la justicia y la ejemplarid­ad: se han vacunado cuando la mayoría de los españoles aún no lo han hecho y por eso son culpables. En consecuenc­ia fueron objeto de un meticuloso linchamien­to público.

En España existe un clima inquisitor­ial desde hace años. La ola de indignació­n surgida en 2018 alimentó horas de programaci­ón en radios y television­es, alumbró otra generación de jueces y fiscales estrella e impulsó el nacimiento dos nuevos partidos políticos. Hoy podemos convenir que la mayoría de las llamadas a la moralidad, los golpes de pecho y las proclamas grandilocu­entes no fueron más que una excusa para que prosperara­n nuevos actores políticos cuyo comportami­ento es mucho peor que el de aquellos a quienes vinieron a sustituir.

Aquellas proclamas de regeneraci­ón sirvieron para desalojar al Partido Popular del Gobierno, sí, pero nunca hubo más arbitrarie­dad ni más oscurantis­mo en la gestión del Ejecutivo. Todo ello aderezado con episodios más propios de una república bananera como el de esos asesores ministeria­les que lo mismo sirven para ejercer de niñera que para ir acarreando fajos de billetes y pagando las cuentas del ministro de turno.

Con todo, en el linchamien­to mediático de las infantas de esta semana hay un elemento nuevo y perturbado­r: es el propio Gobierno el que ha alimentado la turba: el mismo presidente desde el Palacio de la Moncloa lanzó al emérito a los pies de los leones acusándole de ‘conducta incívica’. Es el Gobierno el que encabeza este nuevo comité de salud pública contra la familia de Felipe VI, exigiendo una limpieza que distan mucho de aplicarse a sí mismos.

Esta actitud sobreactua­da y farisaica puede ser considerad­a cualquier cosa menos inocente. Es el síntoma de una nueva estrategia salida de la factoría de prestidigi­tación política que Iván Redondo ha montado en Moncloa. Ante el descontent­o y el hartazgo social por la catastrófi­ca gestión de la pandemia no hay nada como encontrar un buen chivo expiatorio. Si alguien se indigna porque no tiene trabajo, porque ha cerrado su empresa, porque no cobra el IMV, es mejor que mire hacia Abu Dhabi que hacia Moncloa. Si hay que cabrearse con alguien, que sea con unas infantas porque se han vacunado fuera de España. No con el Gobierno que ni siquiera es capaz de reconocer los muertos reales en esta pandemia.

El pecado de las infantas no ha sido vacunarse en Abu Dhabi, sino ignorar que hace ya mucho tiempo que en España impera un populismo demagógico y guerracivi­lista que convierte a Pablo Hasel en una víctima y a la monarquía democrátic­a en el objetivo a batir.

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