El derribo de TVE
La cadena pública es una víctima más de la ideologización y el despilfarro que practican Sánchez e Iglesias
IAN Fleming sostenía que «una vez es accidente, dos es coincidencia y tres es la acción del enemigo». Si hacemos caso al creador de James Bond es evidente por qué la televisión pública se confunde siempre para deterioro de las instituciones democráticas. Sin hacer un gran esfuerzo, a cualquiera le vienen a la cabeza tres ejemplos, y más, de fallos en el mismo sentido. Sonado fue aquel ‘error’ por el que la cadena pública se refirió a «presos políticos» al informar sobre etarras encarcelados; esta semana ha sido el uso de la imagen de la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía para dar cuenta de la rechazable vacunación de las hermanas del Rey; y hace menos de un mes fue aquel deplorable rótulo de «Leonor se va de España, como su abuelo». Ni estas equivocaciones, ni parecidas, se producen en las cadenas privadas.
Pero dejando a un lado la existencia o no de intencionalidad ideológica, hay cuestiones que no se pueden tolerar por mínima calidad informativa. Da vergüenza conectar la televisión pública y encontrarse una mofa sobre un expresidente del Gobierno (Mariano Rajoy) en un espacio infantil, o un gráfico del Telediario en el que la caída del 2,6 por ciento del PIB de 2009 se sitúa a la par que el desplome del 18,5% del segundo trimestre de 2020. Mejor no hablar de que se permite a Jesús Cintora referirse a los altercados por Hasel como protestas «pacíficas» con una «minoría de disturbios» o se entrevista al fugado Carlos Puigdemont para ganar audencia.
La ley establece que los principios de neutralidad, imparcialidad, independencia, rigor y pluralismo deben presidir la actividad de la cadena pública. Y precisamente a ello debe su existencia. En el momento en que TVE se convierte en una burda herramienta de manipulación deja de tener sentido y la ciudadanía, que no es tonta, le da la espalda. Los datos no mienten: los informativos de La1 lideraban la cuota de pantalla en febrero de 2018 con un 14,6 por ciento y una audiencia de 2,3 millones. Dos años después, han perdido 600.000 espectadores y ocupan la tercera posición a mucha distancia de la primera.
Ahí no queda todo. La gestión económica es tan ruinosa como la informativa. Del resultado positivo de la cadena en 2018 se ha pasado a un agujero de casi 50 millones en 2020. Nuestros impuestos se han derrochado en purgas, contrataciones externas y el montaje de una redacción paralela porque la que existía no era del gusto del nuevo director de información. El dispendio y el descontrol son tales que cuatro equipos distintos han llegado a desplazarse a cubrir la misma noticia.
Si sigue cayendo la audiencia y creciendo la manipulación, no tardará en abrirse el debate sobre el derribo de la cadena pública. Como todo lo que tocan Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, es una víctima más de su ideologización y despilfarro.